Los recreativos ya no huelen a tabaco ni a sudor adolescente. Sus luces de neón no parpadean como antaño, ni suenan monedas cayendo con ansiedad al interior de una máquina exigente. Pero en algún rincón del tiempo, ese universo de palancas, combos imposibles y gritos pixelados todavía vive. Sobrevive entre los dedos de quienes se niegan a olvidar cómo era enfrentarse uno contra uno, sin conexión online, sin parches, sin tutoriales interminables. Solo tú, tu personaje, y el rugido de la máquina. Y es ahí donde aparece Capcom Fighting Collection 2, como una cápsula del tiempo perfectamente pulida, un homenaje sincero y detallado a una era dorada, esa que forjó a generaciones enteras de jugadores a base de frustración, precisión y gloria.
Cuando Capcom lanzó la primera recopilación, hubo celebración y también cierta cautela: no todos los clásicos estaban, y se percibía más como un gesto nostálgico que como una recuperación completa. Pero esta segunda entrega es otra cosa. Es un manifiesto. Una carta de amor dirigida a los más fieles del género, pero también una invitación a los nuevos para entender cómo se construyó el templo del combate uno contra uno. Y lo hace con una selección de títulos que no solo fueron relevantes, sino que definieron estilos, introdujeron mecánicas y modelaron la manera en la que entendemos los juegos de lucha.
En Nintendo Switch, la propuesta cobra aún más sentido. La consola híbrida permite que estas joyas se vivan en cualquier parte, que el duelo eterno entre Morrigan y Demitri vuelva a cobrar vida en el tren, en la cama o en el parque. Pero no es solo portabilidad: la colección ha sido afinada para rendir como un reloj suizo en esta plataforma, manteniendo intacta la esencia de cada título y mejorando notablemente la experiencia con funciones modernas sin alterar la fórmula.
La selección de juegos es el primer gran acierto. No hay relleno, no hay compromisos. Desde versiones poco conocidas de “Darkstalkers” hasta rarezas como “Red Earth” o “Cyberbots”, lo que tenemos aquí es una galería curada con mimo, buscando no solo la fama sino también la profundidad jugable. Cada título ha sido rescatado con una fidelidad técnica impecable, con sus respectivos modos versus, entrenamientos, filtros visuales y —cómo no— opción de juego online con rollback netcode, que permite enfrentamientos fluidos incluso en partidas transoceánicas. Este detalle, en sí, es un milagro técnico y uno de los elementos más valiosos de toda la colección.
Pero lo que hace especial a Capcom Fighting Collection 2 no es solo su contenido, sino cómo está presentado. El mimo en los menús, la música de fondo, la cantidad de arte desbloqueable y la documentación adicional permiten que la experiencia no sea simplemente jugar, sino también revivir, redescubrir y estudiar. Para los más veteranos, es como hojear un álbum de fotos pixeladas; para los recién llegados, es casi una clase de historia interactiva sobre cómo se construyó el ADN del género.
En lo estrictamente jugable, la sensación de control es absolutamente satisfactoria. Da igual si usas los Joy-Con —algo incómodo en sesiones largas— o un mando Pro: los movimientos responden como deben, los combos se sienten igual de exigentes y satisfactorios, y la curva de aprendizaje se mantiene intacta, sin concesiones artificiales. No se han “rebajado” los títulos para adaptarse al jugador moderno, y eso se agradece profundamente. Cada juego es tan implacable como lo fue en su día.
Visualmente, se respeta al 100% la estética original, pero se permiten pequeñas licencias que amplifican la experiencia: filtros CRT, marcos personalizables, opciones de pantalla completa o formato original, y una nitidez que deja claro que estos clásicos envejecen mejor que muchas propuestas actuales. La dirección artística de cada título, especialmente los más sobrenaturales como Night Warriors o los más estrambóticos como Super Gem Fighter Mini Mix, brilla con luz propia. Es una lección de creatividad, de diseño de personajes, de identidad visual.
Mención aparte merece el trabajo sonoro. La remasterización de las pistas clásicas, sumada a una opción para elegir entre versiones originales o alternativas, convierte la escucha en una experiencia tan nostálgica como poderosa. Los efectos de impacto, las voces originales en japonés, los gritos de victoria, los gong finales... todo suena limpio, rotundo, y con ese eco que nos recuerda a las salas recreativas donde comenzó todo.
Lo más hermoso de todo esto es que Capcom no está vendiendo solo un producto, está rescatando un lenguaje perdido. En un momento donde los juegos de lucha modernos apuestan por la accesibilidad, por los modos historia cinematográficos, por la espectacularidad sobre la técnica, esta colección nos recuerda que el género se forjó con tensión, con mecánicas limpias, con partidas que se decidían por un error, por un frame, por un corazón que latía más rápido que el otro. Y esa sensación, esa forma de mirar al oponente sin distracciones, es lo que convierte esta propuesta en algo tan especial.
Comparada con otras compilaciones similares como la Neo Geo Pocket Collection o incluso el primer volumen de esta misma serie, Capcom Fighting Collection 2 se siente más redonda, más arriesgada, más consciente de su legado. No intenta complacer a todo el mundo: intenta honrar a los suyos. Y eso, en un mercado saturado de refritos sin alma, se agradece como un soplo de autenticidad.
Jugar a estos títulos en 2025 es como hablar un idioma olvidado, uno que no necesita narrativa elaborada ni gráficos hiperrealistas. Solo necesita pasión, reflejos y memoria muscular. Y ahí, en ese pequeño campo de batalla entre dos sprites pixelados, sigue latiendo algo que muchos pensaban extinguido: la pureza del videojuego competitivo.
Capcom Fighting Collection 2 no es solo una recopilación. Es un templo portátil, una celebración irreverente del puño, la patada y el KO final. Si creciste entre recreativas, te hará sonreír con cada victoria y te dolerá cada derrota como entonces. Y si eres nuevo en este arte, prepárate: estás ante una escuela exigente, pero también ante una puerta de entrada a una de las formas más puras y electrizantes del videojuego.