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Jueves 18/04/2024  

Una feminista en la cocina

Concienciados

Nuestros adolescentes descerebrados miran a Omar Montes porque- como los antiguos habitantes de Gran Hermano- se ha hecho rico a base de rimar letras y música

Publicado: 28/01/2022 ·
08:29
· Actualizado: 28/01/2022 · 09:39
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Omar Montes.

Cuando nuestros abuelos hacían las Américas nunca contaban los barros que pisaron. Eran triunfadores que se habían hecho ricos a base de trabajo y esfuerzo. Y punto. Ahora nuestros adolescentes descerebrados miran a Omar Montes porque- como los antiguos habitantes de Gran Hermano- se ha hecho rico a base de rimar letras y música con mucho descaro. No le niego la inteligencia de saltarse los parámetros establecidos y dar con lo que quiere el público ahora, sino el despotismo iletrado que ostenta. Parece que todo le viene grande hasta el Círculo Polar Ártico donde lo llevó el otro día Calleja.

¿Y saben qué? Me recuerda a los críos que ahora criamos entre almohadones, que nos rechazan la comida que les ponemos en la mesa porque éste o aquel otro influencer están vendiendo batidos proteínicos que les van más al body. Es una jungla ésta que ni la de Ucrania, porque los diplomáticos que somos los padres nos las vemos y nos las deseamos para que los rusos de nuestros hijos no nos la jueguen, metiéndose ellos en gresca y de paso a nosotros en problemas. Los que hasta hace nada llamábamos “nuestros niños”, son ahora desgarbados jovencitos que quieren beberse la vida a grandes tragos y que los Mesías que parecen ir de triunfadores les hacen el mismo efecto llamada que en los sesenta los que se iban a trabajar a Alemania. Lástima de aquellos que volvían con los lomos trabajados y los bolsillos a cuadros, porque no reflejamos más que el éxito, el dinero y el poder.

Eso representa Omar para muchos, sobre todo porque es popular y se gasta en oro todo lo que reluce. De amar a los futbolistas y querer el padre de turno que su hijo lo fuera para administrar su cuantioso patrimonio, hemos pasado al rapero de moda que va a todas partes invitado, desalojando del pódium de los dioses a antiguas glorias encurtidas. Los programas se nutren de ello y luego los desparasitan porque son así de evolutivos …enseñar, masticar, despedazar, para luego echar al camión de la basura. Omar se ve a sí mismo como un triunfador porque nació en un barrio marginal y ha hecho de su vida -que podría haber sido de página de sucesos -una historia que contar en un programa de corazón. No dudo que lo sea, igual que cada uno de los que se levantan para ir a trabajar a las ocho de la mañana en un jodido supermercado que no le cotiza ni los dolores de lumbares, ni la sonrisa forzada.

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