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Una feminista en la cocina

Cánones de belleza

Nuestra actualidad es mucho más rancia porque los humanos lo hemos invadido todo como las Hormigas quimeras

Publicado: 14/12/2022 ·
09:27
· Actualizado: 14/12/2022 · 09:55
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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No se basan en Tolkien y sus argumentaciones referentes al alma. Ya saben aquello de los villanos son orcos y los buenos, elfos, pasando por una graduación de grises donde hay aparte de otro bestiario al estilo de “el brujo”, humanos, hobbits y seres ancestrales. Nuestra actualidad es mucho más rancia porque los humanos lo hemos invadido todo como las Hormigas quimeras. Lo deglutimos todo, nos reproducimos a nuestro aire y cuando salen a la vista nuestras mentiras, las apaisamos con una aplanadora de cara dura. No se me rallen, no me ha dado otra vez por la Filosofía sino que rumio” la isla de las tentaciones” como fenómeno sociológico, que de lógico tiene muy poco pero de actualidad social mucho. Mientras tecleo, mi perra ladra como si le fuera la vida en ello al perro del vecino al que odia a muerte por el mero hecho de la territorialidad, que no me van a decir que es mucho más natural y afín al alma que quedarte con la cara partida y el gesto compuesto cuando ves a tu novio gozándola con otra en vivo y directo.   Pero he ahí la magia de los realitys, que se puede sacar bocado hasta de lo que estaba ya muy muerto. Las cadenas ganan, las publicidades ganan, los tontos que están en el meollo creen que ganan, pero luego el tiempo pone a cada pieza en su lugar y a los humanos a saltar la comba de la extinción programada.  Tengo en la cabeza muy claro cómo vamos a acabar todos, no tanto el camino de cada uno.

El tazón de arroz que en la filosofía oriental te da el equilibrio, a nosotros nos lleva a acumular para luego destruir al modo Kondo. Atesoramos porque en las muchas guerras, rencillas y luchas sin cuartel por cualquier necedad, siempre hemos sobrevivido a duras penas. Lo ha hecho nuestro ADN y nuestro cerebro reptil, ése que nos hace comer aunque estemos saciados y salir por patas como primera media ante un problema. Nos quedamos lastrados cuando las cosas no salen como programamos, pero quién puñeta es capaz de programar algo con tantos algoritmos y variables como es la vida. Cómo programar con exactitud el cuándo, el cómo y el por qué. Pero ahí tenemos la terapia que acude en nuestra ayuda y cómo no, las infalibles pastillitas de la felicidad. En mi caso, la comida y los realities. Qué quieren, antes me gustaban más los programas de comida, pero entendí que solo acrecentaban mi hambre psicológica de aceptación y otras puñetas. Escribir dicen que viene muy bien para el alma. No sé si se lo aconsejaría a ustedes. Yo no lo hice cuando el confinamiento. Se acordarán o más bien, se libraron de mis letras.  Estaba tan expuesta al borde del abismo que el miedo no me dejaba ni conjugar los verbos.  Solo suspiraba como otoñal menopáusica a la espera de un milagro. Quién fuera Tolkien para alargar historias hasta el infinito y crear mundos donde quizás vagues después de muerto, porque si tú regalas a tus personajes la vida, por qué ellos no pueden hacer lo mismo por ti cuando tú mueras.


Si me dejan escoger me voy a Dune con el cuerpo y la mente de Jessica Atreides. Siempre he sido muy amante de lo épico como canon de belleza. Homero ya me cantó nanas con voz de sirena y los historiadores griegos y luego Robert Graves me terminaron de estropear todo el ADN paralelo. Los Atreides son muy troyanos. Y no estaría nada mal que hubiera mundos paralelos, literarios y épicos, después de la muerte en vez de tanto infierno. Con cánones de belleza efímeros como en un videojuego de los 80, transmutables a voluntad y con poderes infinitos en cada partida.

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