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La huérfana Semana Santa de Cádiz

Primer artículo de Natalia Álvarez, concejala socialista en el Ayuntamiento de Cádiz, para el especial de Cuaresma de Información Bahía

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Hace mucho que la Semana Santa no puede -ni debe- ser entendida exclusivamente en sentido religioso, si bien nunca debe perder el norte marcado por la devoción profunda. Ya nadie duda que hablar de nuestra Semana Mayor es hacerlo igualmente desde otras perspectivas como la cultural, la turística y también, cómo no, desde el punto de vista económico. Está fuera de toda discusión que los responsables de poner en valor todos estos ámbitos extrarreligiosos de la Semana de Pasión no somos otros que los políticos, cada uno desde su posición. En este sentido, es el equipo de Gobierno el que debe marcar los criterios sobre los que comenzar a trabajar. A ellos les corresponde que sea una oportunidad económica y laboral para la ciudad y mostrar al visitante su grandeza.

La pregunta que me surge es: ¿Hasta qué punto debe el Equipo de Gobierno desentenderse de la organización, promoción y difusión de la Semana Mayor y dejar sin amparo al Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Cádiz? No cabe duda que la labor de esta institución es encomiable y que se trata de un magnífico equipo de amantes de la Semana Santa que trabajan en pro del engrandecimiento de ésta pero, ¿acaso no necesita todo equipo alguien que apoye desde una posición superior y que vele por la búsqueda del consenso en todo momento?

Desde que en 1995 el Ayuntamiento pasa a manos del Partido Popular, el equipo de Gobierno adopta en cuestión de fiestas (léase Carnaval y Semana Santa) la misma premisa: desprenderse de toda responsabilidad en el grueso de la organización que como concejales delegados les corresponde, eludiendo con ello cualquier tipo de compromiso regulador que es el que se le presupone a un representante político que cobra por esa función.

A mi entender la aportación del Equipo de Gobierno, no puede ni debe limitarse a colocar un palco oficial de estética dudosa, ni a instaurar una seguridad que no resulta suficiente y que ha sido uno de los detonantes de la práctica desaparición de la Madrugá, ni a conceder una subvención -que aún no se ha pagado y que está suponiendo un problema para algunas hermandades- y, cómo no, a salir como autoridad en las distintas cofradías.

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