Cosas del verano

Publicado: 30/06/2024
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La vida es el único valor temporal y seguro que conocemos y nadie quiere desprenderse de ella
El sol se vuelve generoso y aumenta el número de los troncos de leña que arden en la redonda chimenea que nuestra retina es capaz de observar. Se hacen sinónimos sol y fuego. La sombra se estrecha en calles, plazas y patios de las señoriales casas andaluzas. Su valor añadido, su “IVA de verano” crece exponencialmente ante el enjambre de seres humanos, que le piden cobijo. Las grandes construcciones de disposición adosada, en abrazo permanente, sienten ahora que su interior tiene el mismo espíritu, pero una alta temperatura, siempre menor que la de los hornos que hacen posible nuestro diario pan. Se huye al Atlántico que es lo más cercano. Sus aguas son el paliativo remedio que todos buscamos ante el agobio que la secreción sudorípara nos produce. Nos vamos a la playa. Verano y mes de julio lo exigen.

Me he quedado en el patio de mi simple casa isleña. Al empuje de las olas del mar le es muy fácil desequilibrar mi organismo. No quiero caídas, porque estas precedieron a la crucifixión. Ni sustos porque el ritmo cardíaco tiene ya sus años de continuo trabajo, sin verano vacacional, y la impresión podría actuar como el stop de una señal de tráfico.

La comodidad de la declinatoria butaca se agradece. El pensamiento establece lapsos nupciales con la memoria y la reflexión es un padrino, sin cuya presencia y firma, pierde veracidad toda idea creativa y el duende se abstiene de presentarse en la escena.

Todo es plácido, la perturbación está anclada a orilla de los mares. La vida se ha quedado quieta. La excepción tiene su momento y lo aprovecha. Un pequeño insecto recorre sin prisa, la hendidura que configuran pared y suelo al formar ángulo. No es otro que la común e inocente “tijereta”, que los niños conocíamos como “cortapicha” que va buscando un lugar también para el descanso que él elige, oscuro, fresco y húmedo. Por terminar su cuerpo es una especie de pinza o tijera es por lo que este dermáptero tiene esos “motes”. Pensé: que complejidad y belleza tiene la vida a tan escaso volumen. Quedamos asombrados al ver como el ser humano ha sido capaz, entre otras tantas cosas, de colocar pesados aparatos de enorme volumen en el aire con una estabilidad idéntica a la que proporciona el apoyarse en el suelo. Y es más, ha burlado a la atmósfera, ha contactado y palpado con el platónico satélite lunar, sueño de los poetas, y va con rumbo incierto a buscar vida distinta a la de la tierra en otros lugares del universo, pero es incapaz de construir y dar vida a una tijereta.

Poder pensar de forma ilusionante, más o menos luminosa y con la finalidad de hacer algo interpretable, es sin duda la única expresión no sometida a las externas violaciones de los poderes públicos. Pude preguntarme: ¿quién ha sido el realizador/creador de todo este mundo orgánico, del visible a nuestra retina y del que precisamos de la microscopía óptica o electrónica para saber que existen? Señor del Sinaí, tú eres anterior a la luz y la oscuridad, al día y la noche ¿cuánto me gustaría dialogar contigo sobre lo que expongo, a pesar de que ignoro qué forma de visión utilizan los espíritus para verse. Sin cuerdas vocales, quien hace vibrar los sonidos para que sean audibles sin un tímpano reproductor y, sobre todo en qué  idioma se expresan las almas que han abandonado el envoltorio externo, su cuerpo, que hacía posible su voz, para poder establecer conexión contigo.

Me encantaría saber cuál era tu pensamiento el día distes vida a tantos seres vivos, a esta complejidad, que va desde el mayor de los animales, la ballena azul, al más alto, la jirafa, al de mayor cerebro -8 kilogramos- el cachalote, al más pequeño, el ser unicelular? ¿Eran o son todos precisos, porque es difícil mantener este criterio? Si en medio de todo hay un aparato digestivo, una necesidad diaria de alimentarse, para poder vivir, dabas el “visto bueno” a la caza y la pesca. ¿Y por qué la mujer y el hombre? Negaste la capacidad evolutiva a todos los demás seres vivos que no han avanzado ni un ápice en modificar su existencia, Que pudo ocurrir en Ti, Señor, para que te decidiera a dar al ser humano, inteligencia, voluntad, capacidad reflexiva y creativa, memoria etc., y alabarnos cariñosamente diciéndonos que hemos sido creados a tu imagen y semejanza. Fue generosidad, idea luminosa o simplemente ensayo.

Aunque tengo conciencia de mis limitaciones, soy lo suficientemente reflexivo para creer qué, dada tu cualidad de Todopoderoso, es fácil deducir que no somos el techo los seres humanos de ninguna creación, ni únicos y que debes tener tantas posibilidades de otras formas de vida e inteligencia, como infinita es tu naturaleza. De forma nimia, pero una explicación a esto sería fijarse en la existencia de los virus, rompedores de la vida celular, que alguien podía creer única y que es en sí otra especie de ensayo de los múltiples que puede guardar el universo que has creado.

No hemos sabido acercarnos a Ti, Señor, ni siquiera cuando sacrificaste a tu hijo. Nos hemos apegado al mundo material, el que quiso mediante una torre, una Babel, llegar a tocar tu reino sin darse cuenta que construir no es lo mismo que escalar, La argamasa y la cuerda son incompatibles. En la actualidad el ser humano intentando suprimir toda relación con el Ser Supremo, al que consideran inexistente ateísmo y laicismo, ha conseguido también perder la fe en sí mismo y vive en una crispada nebulosa, apoyado en el rencor, el odio o la envidia como trípode de su progreso existencial, del cual los españoles no somos ajenos.

La tarde camina lenta y pausadamente hacía el crepúsculo. La vida es el único valor temporal y seguro que conocemos y nadie quiere desprenderse de ella. Pero no nos da el conocimiento completo y es ilusorio el querer establecer diálogo en la forma que he descrito, pero también me he dado cuenta que éste, será posible inmediatamente después del último día de la existencia. Nuestro instinto de conservación siempre tiende a alargar este momento, que el espíritu anhela. El “tan alta vida espero/que muero porque no muero”, de Teresa de Ávila, se nos presenta ahora con su mayor lucidez y transparencia.
No ha vuelto a salir la “tijereta”. Estará muy conforme con el sitio oscuro y húmedo que le dan las baldosas. Tiene la preocupación de su sustento, pero no precisa tener veneno incorporado a su cuerpo, lo que las hace inofensivas. Los humanos incluso sonriéndoles la fortuna, no pueden decirse que son felices hasta que haya transcurrido el último día de su existencia. Es la inseguridad y volubilidad con que la vida nos envuelve, la que se opone a que la “dicha” complete su ciclo en esta vida terrena.

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