Algunos se echan las manos a la cabeza cuando a alguien se le ocurre decir que España es un país racista. Quizás el apelativo suene un tanto exagerado, pero quizás, para acabar con el problema, el primer paso es reconocerlo.
Cualquiera de nosotros, hombre blanco, heterosexual y católico, no puede hablar ni opinar con verdadera rotundidad sobre si somos o no somos un país racista, porque no sabemos que puede sentir una mujer, un homosexual, un negro o un musulmán las veinticuatro horas del día. Ninguno de nosotros es capaz si quiera de alcanzar a sentir como propias las vejaciones que sufre cualquier miembro de los colectivos más débiles de nuestra sociedad. Y, sin embargo, calificamos como llorón al que se rebela contra el insulto y la vejación, aunque lo llamemos mono de mierda, los acosemos al grito de mariconazo o nos fijemos en si llevan gafas de sol y esperamos que se dediquen a delinquir por su raza.
Quizás no seamos un país racista, aunque el pueblo gitano piense lo contrario. Pero que hay un buen montón de racistas entre nosotros, eso no puede ofrecernos la menor duda. Y no es algo de hoy; desde hace muchos años, se ha insultado y vejado a deportistas de color, simplemente por el tono de su piel. Los nostálgicos del NODO argumentan que, en las décadas de los 80 y 90, deportistas negros han militado en las filas de equipos españoles, incluso en la selección de este país, y nadie les insultaba. Pero se equivocan en el tiro. En los 80 y 90, todos teníamos claro que un racista era un apestado social, y nadie se atrevía a lanzar su bilis xenófoba, sabiendo lo que le podía caer encima. Ahora, el blanqueamiento de los medios y de buena parte de la sociedad los ha envalentonado, y ahora salen del armario, armados de valor pero rodeados del mismo hediondo olor a basura.
Dices que no eres racista, que lo insultas porque es un provocador. Pero no es eso lo que le llamas. No le llamas fanfarrón, instigador o bravucón. Le llamas negro o mono, le tiras plátanos y imitas con verdadera pericia, todo hay que decirlo, los sonidos y ademanes de un gorila.
Nada te excusa de que seas un racista de mierda. Y piensa que, a lo mejor, lo que deberías hacer es no insultar. O, directamente, pensar. Si puedes.