Los jóvenes españoles consumen información a través de las redes sociales de forma prioritaria, cuando no exclusiva, con unos hábitos que están llenos de paradojas: pocos contrastan las noticias y opinan sobre ellas, pero, pese a otorgarles escasa confianza, las comparten con sus contactos hasta convertirlas en contenidos virales.
Así lo desvela el estudio 'Jóvenes y redes sociales: hábitos de consumo informativo y credibilidad de las noticias', liderado por Bernardo Gómez Calderón, el catedrático Pedro Farias Batlle y Alba Córdoba Cabús, profesores de la Universidad de Málaga (UMA).
Estos datos los ha arrojado una encuesta a más de un millar de jóvenes de todo el país, explica en una entrevista con EFE Gómez Calderón, director del Departamento de Periodismo de la UMA.
Las redes más usadas son, por este orden, X (antes Twitter), Instagram, Facebook, WhatsApp, Youtube y TikTok, aunque se observa que esta va en aumento, frente al declive de Facebook, ya que cada generación suele tener una red favorita.
Noticias ligeras
A los jóvenes les interesan noticias ligeras, de temáticas como los videojuegos en el caso de los chicos, mientras que las chicas se decantan por la moda, la sociedad y los sucesos, y también consumen más información cultural que los varones.
La información política se lee poco, según Gómez Calderón, que apunta que la reacción ante la noticia es "muy limitada, porque casi siempre se lee solo el titular". "Si llama la atención, se reenvía a los amigos, pero rara vez se opina, porque hay que leerse el texto completo y son pocos los que lo hacen".
También se verifica poco. "Desconocen básicamente las herramientas de verificación, y hay noticias que se reenvían pese a que ya han sido desmontadas en páginas como EFE Verifica (de la Agencia EFE), Maldita o Newtral".
"Los bulos tienen su vida propia en las redes sociales y da igual que los desmonten, porque siguen rebotando. Tienen una vida corta, pero muy rápida en su expansión", apunta este investigador.
Los bulos y los instintos
Añade que los bulos "suelen apelar a lo más bajo, a los instintos y sentimientos, y conectan con los prejuicios". "Está demostrado que, cuando alguien tiene un prejuicio y recibe un contenido que lo refuerza, lo que hace es rebotarlo".
Esa vida "corta pero rápida" del bulo es lo que hace que se hable de contenidos virales, "que en poco tiempo llegan a una cantidad enorme de usuarios, más rápido que las informaciones verdaderas".
Esta forma de consumir noticias lleva a un "conocimiento muy superficial", ya que redes como Instagram "ofrecen cuatro o cinco líneas, y un enlace que los jóvenes no suelen pinchar".
"Otro problema es que se consume información al mismo tiempo que se ve el canal de un influyente o a alguien bailando en TikTok. La noticia está al mismo nivel que el entretenimiento, se ve un vídeo en 15 segundos, se lee un titular en 7, se reenvía y se olvida".
Asimismo, resulta curioso que los jóvenes "saben que hay contenidos poco creíbles, pero su hábito informativo se basa en ellos, y son conscientes de que son falsos, pero los reenvían por diversión".
Diferencias por ideología
Este estudio revela además que los jóvenes que se posicionan ideológicamente en la izquierda "se preocupan más por la veracidad de las noticias" que los que se sitúan en la derecha, y las mujeres tienden a confiar más en los informadores profesionales, mientras que los hombres confían en influyentes y 'youtubers'.
Además, con un mayor nivel educativo se suele otorgar más credibilidad a los medios convencionales y hay más tendencia a la verificación.
Este estudio concluye que, "cuanto menos contenido en profundidad se consuma, más fácil es que uno dé por bueno cualquier cosa que le cuenten, si está hecho con cierta habilidad, de forma atractiva, apelando a los sentimientos más que a la razón o tocando temas sensibles o de moda".
Todo ello lleva a que quienes hacen este tipo de consumo estén "más expuestos a la manipulación", ya sea ideológica o comercial.
Prestigio perdido
"La profesión periodística ha perdido buena parte del prestigio que tenía. Ahora hay un panorama de medios variado, con algunos respetables y otros que se dedican a la difusión de bulos, directamente, y que tienen publicidad institucional, público y una tribuna en la televisión".
La audiencia joven "hace tabla rasa de todo", porque "la solución sencilla es pensar que todos los medios son iguales", según Gómez Calderón, que considera que "ha perdido valor la formación de quien informa, la institución de la que forma parte, que son los medios, y la ética profesional".
Los medios "serios" tienden ahora a "generar contenidos adaptados a las redes sociales, como anzuelo para ver si el público pasa a cosas más elaboradas y se suscribe", pero este investigador advierte de que "centrar la oferta en eso es un error, porque los medios no harán falta si esos contenidos los hace cualquiera".