Hay gente que vive la vida dándoles alas a sus hijos. Eso sí, no se las dan para ayudarlos a estudiar, ni para que les vaya bien en el futuro, sino para que se diviertan y “lo gocen” lo que no pudieron ellos. Estudiar está muy sobrevalorado, a excepción del día de la graduación con toda la familia -que no has visto nunca implicarse en nada que tuviera relación con la educación- dando la nota con sus mejores galas, agolpados y haciendo piña en torno al homenajeado. Tengo tanta experiencia en estos temas, por las veces que he repetido el mismo protocolo educativo, que bien podrían darme un master. Se me revienen imágenes de profes por decenas, algunos ya en otro paraíso mejor donde no hay niños maleducados, ni padres a los que contener como tsunami radiactivo. Vuelven a mi cabeza fiestas de fin de curso y wasap grupal de madres (curiosamente casi siempre lo son) jalándose en tono virtual de los pelos por esta tela del disfraz o este regalo a la profe. No sabéis la paz mental que me invadió el día que una idiota decidió- entrando ya los niños en bachiller- que era hora de soltarles la correa, clausurando el grupo. Adiós a escuchar tonterías varias, a cualquier hora del día. Tener un hijo no te hace nada… ni sabio, ni poeta, ni obstetra. Nada. Eres exactamente igual que el día anterior a su nacimiento. A algunos nos da por responsabilizarnos y a otros por creerse que sus gónadas se han externalizado en esa bola de carne con ojos que lo mira con bobez infinita. Los niños lo son… bobitos. Si lo pensáramos bien, ni los tendríamos. Pero nos enamoramos, coiteamos y un buen día nos apareció en una manta con el logotipo de la seguridad social, partiéndonos en dos el alma. Algunos nos asustamos tanto que aún no nos hemos recuperado del susto. Otros, siguen exactamente igual de irresponsables y tontos como toda su existencia. Son los de vive al día, pero luego tráeme las mismas notas que el mejor de tu clase como si eso pudiera hacerse. Los Directores de primaria deberían cobrar un plus de peligrosidad por enfrentarse a tantos descabellados; Los de secundaria y bachillerato merecerían una póliza de seguros a todo riesgo, a cargo del Estado. La educación es lo más difícil, lo más importante y lo que menos presupone a todos los niveles. Supongo que porque a los políticos les importa más que sus doctrinas queden afianzadas en la siguiente generación para que les voten, que cómo será la mente y el corazón de los que nos sucederán en el futuro. El futuro es equivoco como las estadísticas, las premoniciones y la astrología. El futuro es pan de molde para aquellas mentes pequeñas y obsoletas, que no se dan cuenta de que todos somos roedero de huesos y gastos futuros en pañales de adultos y pastillas contra el colesterol. Nadie nace sabio, pero muchos mueren tontos- aun con estudios superiores- Si no me creen, visualicen redes y atiendan a lo que la gente hace para perder el tiempo y ganar dinero. En un mundo divergente, cambiante, que vive y muere por el dinero y el poder, por ser alguien aunque ese algo dure dos segundos, para qué vamos a molestarnos en que nuestros hijos estudien o sean personas trabajadoras y honradas, cuando pueden ser futbolistas de éxito y ronearlo en las redes con regalos aparatosos y excentricidades varias. A Ícaro le construyó su padre unas alas y le advirtió que no volara cerca del sol, pero qué joven no desafiaría las normas impuestas. Ahora ni falta les hace desafiar nada porque las cervezadas de la universidad son míticas y las fiestas de recepción de novatos en Sevilla se divisaban desde el otro cauce del río con jóvenes con la ropa interior externalizada, como muestra no sé si de estupidez suprema o de pamplina máxima. Lo que sí sé es que a los padres les encantó porque lo compartían y publicitaban. Supongo que Dédalo también aplaudía mientras su hijo hacía acrobacias cada vez más cerca del sol.
Una feminista en la cocina
Padres tarados
Tener un hijo no te hace nada… ni sabio, ni poeta, ni obstetra
Ana Isabel Espinosa
Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.
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