Desde que el mundo es mundo, han existido diferentes épocas en la que han intervenido distintos elementos y factores que, interaccionados entre sí, han dado como resultado una manera de vivir. Cada época tiene su aquel, si bien es cierto que, en unas más que otras, los humanos hemos sufrido consecuencias mucho más graves y negativas para la especie. Y aunque nos parezca lo contrario por lo que nos ha tocado vivir, les aseguro, que ni mucho menos es esta -al menos de momento- de las más graves, entre otros asuntos y a pesar de los pesares, tenemos más medios que nunca para vivir mejor, quizás, solo es cuestión de ponernos de acuerdo y dejarnos ya de tonterías y redistribuir los recursos para que todos y todas tengamos lo necesario para cubrir nuestras necesidades más básicas. Desde el año 2.008, cuando empezamos a notar de verdad la actual “recesión económica”, yo ya dije en multitud de foros, que lo peor quedaba por venir. Recuerdo que algunos y algunas no entendían mis palabras y cuestionaban mi afirmación. Muchos me decían que el sistema se reciclaría y volveríamos a iniciar un nuevo “ciclo económico”, sin darse cuenta -tal como yo insistía- que después de una crisis económica de estas características, siempre viene una segunda parte aún más difícil, de “imprevisible desenlace” y que se está produciendo en estos momentos. Las crisis económicas, siempre, siempre, siempre, han dado paso a “crisis sociales” y “crisis políticas”. Basta solo echar un vistazo a lo acontecido en los países árabes, inimaginable hace unos años, o la situación de Grecia, donde los ciudadanos y ciudadanas claman profundos cambios para que podamos salir de la situación en la que nos encontramos y sobre todo, “para que no sigan pagando los de siempre”. En nuestro país hay dos acontecimientos que justifican el malestar de la ciudadanía ante lo que está aconteciendo. De un lado, las pasadas elecciones municipales han posibilitado expresar el desencanto de los ciudadanos y ciudadanas. Millones de personas en paro, pérdida de la vivienda -uno de los factores que mejor define la situación de integración o exclusión de las personas. Dificultades para cubrir necesidades básicas. Y lo que es más importante de todo, “imposibilidad de seguir con el proyecto de vida que cada uno libremente ha elegido”. Estoy seguro -los resultados en toda Europa así lo demuestran- que da igual quién estuviera gobernando en este momento. Se ha producido un voto de castigo de “rebeldía” ante una situación concreta, expresándose contra el poder político de este momento. De otro, el movimiento ciudadano 15-M nos retrotrae a épocas pasadas en el que los cambios se han producido por la fuerza del “pueblo”, que es donde realmente reside la “soberanía” de los Estados, por más que nos empeñemos en trasladarlos a otros ámbitos. Se podrá estar más o menos de acuerdo con las propuestas y actuaciones de este movimiento -es lo de menos-, lo realmente importante, es que ha “estallado” -en el buen sentido de la palabra- porque de alguna forma, la ciudadanía tenia la imperiosa necesidad de expresarse y decir “basta ya, hasta aquí hemos llegado”, o arreglan esto quiénes tienen la posibilidad y el status suficiente para hacerlo, o lo arreglamos nosotros. Y créanme si les digo, que visto lo visto y lo vivido en épocas pasadas, lo mejor es que lo arreglemos entre todos y todas, buscando alternativas posibles y valientes -haberlas haylas-, para que así podamos construir una nueva estructura económica, social y política.
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