El canto del gallo

Publicado: 16/03/2025
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Nos comportamos como las piezas inferiores del ajedrez, los peones, que tienen movimiento hacia adelante, pero no tienen permitido retroceder
Una luz de vela con una cuantía bien determinada de cera separa dos espacios oscuros de los que no tenemos un conocimiento cierto y ni siquiera si se trata de algo que hay que conocer. Nacer y morir y, en el centro, la vida. Una realidad frente a dos misterios, considerando el misterio como algo que o no es posible conocer o no tenemos aún, las “herramientas” precisas para poder saber de dónde venimos y muchos menos a dónde vamos.

A medida que van pasando los años en la vida de cualquier ser humano, cada vez es más frecuente utilizar la palabra “murió”, cuando nos preguntan por familiares, amigos o conocidos. Miramos entonces espontáneamente hacía arriba, hacia lo azul del firmamento (techo) o cielo, como indicando que allí estará su nueva mansión. Luego con aparatos muy avanzados, nos relatan, que el ser humano ha sobrepasado esa franja azul y que tras ella está el espacio, el vacío, por donde pasean planetas, astros.... un universo del que cada día conocemos más parcelas sin ver el fin.

Los “rayos de esperanza” emergen de fuentes muy diversas, pero ninguna como el pensamiento y la afirmación del químico, biólogo y además economista, Antoine Lavoisier. En la naturaleza, nada se crea, ni se destruye, todo se transforma. Los átomos que constituyen la materia, no desaparecen, solo se ordenan de distintas maneras. La biosfera rodea a esta bola maltratada, que llamamos tierra. Nos independiza y nos hace avaros (esta es en este caso la gran alegría) no soltando ni un ápice de materia fuera de su limitado espacio.

¿Y ahora qué? ¿Cómo seguimos en la vida? Nos adentramos en la posibilidad de conocer y descubrir o hacemos lo que la mayor parte de las personas, encoger sus hombros, a la par del que dirán “quizás lo mejor sea, hacer lo que los demás te dicen - incluyendo los poderes del Estado - que no puede hacer, procurando tener los menores problemas posibles que hagan - a la vida - triste y difícil y saboreando los momentos dichosos que son los que debemos conservar para que su pérdida no nos condicione una enorme ansiedad”.

Nos comportamos como las piezas inferiores del ajedrez, los peones, que tienen movimiento hacia adelante, pero no tienen permitido retroceder. Es precisamente lo contrario, el hecho que nos hará más felices. “La vida tiene sentido, otra cosa es que sepamos dárselo”. Lo decía el filósofo - Ortega y Gasset - “la vida no merece la pena vivirla, si no se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”.

Si nada se destruye, aquí estamos todos, transformados, pero existiendo. Somos las piezas importantes y grandes del ajedrez, que pueden moverse en todos los sentidos incluidos el de retroceder. Volver a ser, tener una segunda oportunidad es el mayor y mas felices de los logros que el ser humano debería conseguir.

La tierra tiene ya sus años - unos 4.600 millones de años, M/años - y parece que le quedan unos 6.000 M/años, pero el ser humano se extinguirá unos 2.000 M/años antes. Qué pasará entonces si antes no ha habido está segunda oportunidad que nos permita conocer fielmente qué es lo que nos aguarda tras la muerte física.  Si consideramos el proverbio de que “el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces en el mismo camino”, si vamos a vivir otra existencia semejante, es mejor quedarnos con la primera oportunidad y que el dudoso espíritu nos sorprenda con un alma que vuela al cielo, sito en algún lugar del universo, donde comenzar una nueva forma de relación entre hombres  y mujeres. La fe queda aparte y quien la tiene no precisa prestarle atención a este tipo de deducciones.

Resistir es absurdo, aunque hasta ahora se le haya querido hacer sinónimo de heroicidad. Romperse es mejor que doblegarse. La solución no es ser ateo o ateísta, sino adentrarnos cada vez más en el conocimiento del misterio de la vida, para que llegue a dejar de serlo. Si somos materia y la posibilidad de otra vida, otra vuelta de la existencia no es cierta, disfrutemos de lo que tenemos, mientras dure. Si queremos ser eterno, algo que ni la tierra va a conseguir, preparémosno para los hechos que hemos de vivir, porque las bondades y maldades van a salir a la luz y las falsas indumentarias que hemos utilizado en este mundo, caerán dejando al descubierto nuestra desnudez. Las sorpresas van a ser rientes, hirientes y condenables, aunque se desconoce el tipo de tortura, mas ahora en que las llamas del infierno están en desuso.

La creación de las aves fue uno de los mayores aciertos  de la evolución. Ver volar a seres orgánicos nos hacía pensar en que a nosotros también nos ilusionaría levitar, mantenernos en el aire, separar nuestros pies del barro para considerarnos superiores. 

Se ha conseguido y de forma que nadie consideraba verosímil, pero el “aroma de felicidad” no se ha cruzado con estas máquinas veloces, pero áridas, seguras pero con trágicas excepciones. No son las aves, ni el vuelo soñado e ilusionante. El alba nos dice que a pesar de que la noche quiere indicarnos que la oscuridad puede llegar a dominar nuestra existencia, sin embargo, la luz siempre emerge y con ella las aves inician su vuelo y en el espacio libre que rodea al hogar, el corral, el gallo muestra su felicidad al nuevo día, con su canto de agudo y armonioso timbre, que ha conseguido despertarme de este absurdo sueño, que la realidad se resiste a compartir.

 

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