Como todo gran acontecimiento, la Semana Santa necesitaba ser anunciada en su justa y grandiosa medida. Fue la voz de la hermana de Nuestra Señora de la Soledad Nieves Huertas la que abriría de par en par las puertas de la semana más grande de Arcos, esa que se escribe con procesiones religiosas y miles de personas en las calles esperando a ver a su Cristo o a su Virgen en el marco estético que siempre, por fortuna, ofrece la ciudad. El pregón no empezaría a las doce en realidad, pues antes la pregonera, ataviada de mantilla, pasó por el Ayuntamiento para firmar en el libro municipal y dejar así constancia de un gran día, acompañada del alcalde Miguel Rodríguez y de familiares que quisieron ser testigos de un día inolvidable en su vida.
Este año, porque así lo quiso la propia pregonera, su exaltación se trasladó a la parroquia de San Pedro donde residen sus sagrados titulares y donde se concentra su devoción cristiana. El pregón comenzó con música de capilla y con las palabras de bienvenida y de presentación de las hermanas y de la hija de la pregonera, que recalaron en los sentimientos y vivencias en un Viernes Santo de hace muchos años, cuando ambas vestían el hábito.
Nieves Huertas, con inicial tono sosegado, comenzó describiendo su particular “mar de dudas” que le surgió en el momento de que se le encargó el pregón. Fue “una tarde distinta cuando el cielo lucía colores nuevos” y dijo sí a su deber, honor, a ser la voz de la Semana Santa.
Nieves Huertas se dirigió al presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Miguel Ángel Roldán, para asegurarle haber puesto “el alma en cada verso, porque ser pregonera es más que hablar, es sentir y es amar”. Tras los saludos de rigor a las autoridades eclesiásticas y civiles, la pregonera recordó que somos polvo y en polvo nos convertiremos, para describir un tiempo “donde Cristo nos toma de la mano y nos conduce paso a paso al misterio de la cruz, a la alborada de su victoria”. Habló del tiempo cuaresmal y de “Ella, Virgen sagrada María, ejemplo de fe, humildad y entrega”.
Del Domingo de Ramos y de palmas, dijo que “un susurro de gloria recorre los barrios, atraviesa las almas y asciende como plegarias silenciosas hacia la altura de nuestras calles y plazas…”. “Ahora comienza el sueño del despierto, el sueño de todos y cada uno de los nosotros. Entre vítores y clamores, niños vestidos con túnicas hebreas inician su desfile, blandiendo en sus inocentes manos las palmas del triunfo…”. Guiño a Cristo Rey, a sus ‘romanitos’ y, en suma, a un día grande en el Barrio Bajo arcense.
Llegó la noche, la “hora solemne” preludio de la Pasión de Cristo, donde Santa María deja salir a la hermandad del Prendimiento. “Desde las gradas el pueblo se congrega en silencio esperando el paso de la noche, el murmullo de oración en los acordes de la música y el repique de campanas llenan el aire…”. La pregonera se emocionó no una, sino varias veces, dejando escapar alguna lágrima, cuando habló de las Tres Caídas, “… cuando el sol se oculta tas las colinas que abrazan Arcos, el Lunes Santo se viste de gloria y se hace real; las puertas del convento hasta ese momento custodia de un silencio profundo, comienzan a abrirse con la suavidad de un ritual milenario”. “La música de cornetas y tambores de la majestuosa banda se eleva como un himno de esperanza, envolviendo el aire como una melodía tan profunda que parece provenir de lo más íntimo del alma…”. “Tres veces cae, tres veces se levanta, porque el amor de Cristo no conoce fin. En la oscuridad siempre hay esperanza y esa luz y esa fe son un milagro para mí. Hoy celebramos el Lunes Santo, un Lunes Santo que nunca se apaga, porque en cada misterio vive el pueblo y su alma se embriaga”.
Nieves Huertas se detuvo en el Martes Santo, un día donde, dijo, las calles se visten de paz. “Es la Paz, Virgen bendita, en su manto un firmamento donde cada estrella brilla como faro de sosiego. Madre Santa, tú que calmas nuestros medios, déjame seguir tu senda en la fe en un mundo nuevo, que en la noche del Martes Santo, entre el llanto y el lamento, se alza en Arcos la certeza de la paz y sacrificio eterno”. La pregonera habló de un Miércoles Santo de túnicas y capirotes morados, donde “cada chicotá es una siembra de perdón y de piedad por las calles de este pueblo…”. Así hasta un Jueves Santo que llega a Arcos “como una cola que se acerca a la playa”. Del día del amor fraterno y del Cristo de la Vera Cruz diría que se alza en “una cruz que realza el dramatismo de su presencia”. “Tarde del Jueves Santo, luz de un viejo juramento, donde el madero sagrado es testigo de un misterio, Cristo avanza en su silencio…”. “El Cristo del Silencio vuelve a su casa y la Virgen se despide del pueblo con la última mirada de su pena infinita. Las puertas se cierran pero el alma de Arcos aún late como un rumor…”. Y llegó a la ‘Madrugá’, donde “el pueblo entero recibe su gracia, su misericordia, su amor inagotable. Y en ese gesto sagrado Arcos encuentra su redención”. Sensaciones que deja el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la pregonera.
Del Viernes Santo recordaría la alegría de los niños que caracteriza a la del Dulce Nombre, un día de “tradición, de herencia sagrada”. “… Caminarán junto al Dulce Nombre, aprenderán a mirar a la Virgen con los ojos del amor más puro y sincero”. Como era previsible, la pregonera describió con gran precisión y no menos sentimiento la noche de un Viernes Santo que se le quedaría por siempre prendida a su corazón. Hablaba de su hermandad, la de Nuestra Señora de la Soledad y el Santo Sepulcro evocando su recorrido por las calles. “La madrugada se apaga lentamente en las calles de Arcos, pero aún queda un último destello de solemnidad y entrega...”. Y como nada tiene sentido sin la resurrección, la pregonera terminaría reivindicando la inocencia, de nuevo, del Dulce Nombre de Jesús convertido en Jesús Resucitado: “¡A gloria!, tocad campanas de Santa María, de San Francisco, de María Auxiliadora y de San Pedro, por El Santiscal y El Romeral, tocad, tocad, repicad campanas y espadañas de nuestro pueblo. Repicad vuestras campanas para que el pueblo despierte y vea que hay una nueva mañana en la Pascua de Resurrección con olores a pan nuevo. Un Niño del Dulce Nombre que se hace pan en la eucaristía para saciar nuestra hambre en la Pascua florida. Arcos, abre las puertas de tu alma a la oración, a las palmas, a los olivos, a tus viejas túnicas penitenciales, al incienso embriagador y a los cirios. Abre tus puertas del alma a la esperanza del Año Jubilar al que nos convoca nuestro padre el Papa Francisco. Abre tus sentidos y las cosas de tu alma, a la saeta, al pentagrama de la Pasión, a la mantilla, al tambor destemplado, al susurro de un aire nuevo; al raso, la sarga y el terciopelo; abre tus sentidos, ábrete en canal, abre tu alma entera, porque en una semana viviremos la historia de nuestro mundo contada a nuestra manera. Que no hay mejor forma que como se cuenta en Arcos de la Frontera”.
Así se cerró esta retahíla de emociones emanadas del corazón de una pregonera que ya deja huella. La recia saeta arcense pondría colofón a una mañana primaveral y de renacer de la vida. La suerte está echada.