La siesta, ese pequeño placer cotidiano, es mucho más que un simple descanso tras la comida. Para millones de personas, esos minutos (u horas, en algunos casos) de sueño reparador son
un ritual sagrado, una forma de recargar pilas y afrontar con energía la segunda parte del día.
Pero cuidado: lo que parece un hábito inofensivo puede esconder riesgos si se prolonga demasiado. Un
estudio publicado en ScienceDirect advierte de que
dormir siestas de más de una hora aumenta el peligro de sufrir un ictus, especialmente en quienes ya padecen problemas de sueño nocturno.
Los datos son contundentes. Tras analizar a casi
100.000 personas entre 2014 y 2020, los investigadores confirmaron que, aunque la siesta mejora
la memoria, reduce el estrés y aumenta el estado de alerta, excederse en el tiempo puede ser contraproducente.
El punto de inflexión está en los 30 minutos: a partir de ahí, los beneficios disminuyen, y superar los 60 minutos dispara el riesgo cardiovascular.
¿Por qué ocurre esto? La respuesta parece estar en
la calidad del sueño nocturno. Quienes necesitan siestas largas suelen ser personas que
duermen mal por la noche, ya sea por insomnio, trastornos respiratorios o malos hábitos. Y aquí está el verdadero problema:
un descanso insuficiente no solo afecta al corazón, sino que también está ligado a otras enfermedades como
obesidad, diabetes e incluso deterioro cognitivo.
Los científicos son claros:
la siesta ideal debe ser corta y reparadora. Menos de media hora es el tiempo óptimo para disfrutar de sus ventajas sin riesgos. Pero si te encuentras entre quienes
no pueden vivir sin una siesta maratoniana, es posible que tu cuerpo te esté enviando una señal de alerta.
El estrés, ciertos medicamentos, el consumo de alcohol o nicotina, e incluso patologías no diagnosticadas, podrían estar detrás de ese cansancio excesivo.
La recomendación final es clara: si el mal sueño se convierte en una constante,
consultar a un especialista es clave. Porque dormir bien no es un lujo, sino
una necesidad vital. Y en ese equilibrio entre el descanso diurno y nocturno puede estar la diferencia entre un día productivo y un problema de salud serio.