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La Pasión

La Madrugá: Más devoción que espacio

Las seis cofradías hicieron estación pese a 61 minutos de retraso y a una presión de público cada vez más difícil de gestionar en las calles del centro

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  • Paso de misterio de la Hermandad de la Macarena -

La Madrugá, como siempre, lo fue todo. Devoción, emoción, noche en vela, y una Sevilla entera entregada a su noche. Pero también, como viene siendo cada vez más habitual, desbordamiento, estampas difíciles de explicar, y la certeza de que esta noche eterna camina peligrosamente al borde del colapso. Una Madrugá que, esta vez, dejó estampas de belleza infinita como los guiños musicales de las Hermandades de la Macarena y la Esperanza de Triana entre ambas y también escenas que invitan a la reflexión.

La noche comenzaba con normalidad. El Silencio abría la jornada con la solemnidad de siempre y la Reina Doña Sofía, presente en el palco de toma de hora de la Campana durante el primer tramo, contemplaba la escena presidiendo el paso de las cofradías. El Gran Poder ponía su primer paso en la calle con esa cadencia inconfundible, y todo parecía encaminarse hacia una de esas noches memorables. Pero Sevilla volvió a tener unos de esos "sustos" tan temidos en la noche de todos.

A las 02:50, una deflagración en un registro eléctrico de la calle Relator alteró la calma. El estruendo, provocado por la acumulación de gases tras la combustión de cableado, generó momentos de auténtico miedo debido al reventón que provocó el hecho en dos arquetas del acerado. Una pequeña estampida, gritos y confusión. Una persona resultó herida leve y la situación fue rápidamente controlada, pero el susto ya estaba instalado en la noche.

La Hermandad de la Macarena, que tenía previsto regresar por Relator y Parras, se vio obligada a cambiar su itinerario y adelantar su recogida media hora. Un ajuste mínimo sobre el papel, pero enorme en lo simbólico: la Macarena no regresó como siempre ni lo hizo de la mano de sus vecinos en la calle Relator y Parras.

La devoción siguió adelante

El resto de la noche transcurrió sin incidentes mayores. Las seis cofradías de la Madrugá —El Silencio, El Gran Poder, La Macarena, El Calvario, La Esperanza de Triana y Los Gitanos— realizaron estación de penitencia. Pero lo hicieron con 61 minutos de retraso acumulado en la Campana. El Gran Poder y la Esperanza de Triana encabezaron la lista de las más demoradas en el arranque de la Carrera Oficial, lo que obligó a comprimir tiempos y a ir incluso con los nazarenos colocados de a cuatro en la Carrera Oficial.

Pero lo que más llamó la atención no vino desde arriba, sino desde abajo. Literalmente. La presión del público volvió a ser excesiva, especialmente en zonas del centro como Trajano, Cuna o San Pedro. Personas tumbadas en el suelo, otras durmiendo bajo mantas, grupos instalados con víveres y sillas que ya poco tienen de plegables. Un campamento improvisado que poco tiene que ver con la tradición y mucho con la pérdida de respeto.

Tras el paso de la Macarena por la calle Trajano, la estampa era desoladora: basura por doquier, latas, botellas, restos de comida. Y una sensación de descontrol cada vez más difícil de disimular. Porque la Madrugá sigue atrayendo a propios y extraños, pero ya no distingue tanto entre los que vienen a ver cofradías y los que vienen a presumir de que las han visto.

Una Madrugá que funciona… pero que se agota

La de este 2025 ha sido, en líneas generales, una buena Madrugá. Todas las hermandades completaron su estación. No llovió. El cielo se mantuvo en su sitio. El susto, aunque impactante, no tuvo mayores consecuencias. Pero hay una sensación que se va colando entre bambalinas: la Madrugá, tal y como la conocemos, puede morir de éxito. Y lo hará si no se actúa. Si no se reordena. Si no se protege.

Porque esta noche sigue emocionando como ninguna. Sigue haciendo historia. Pero cada año parece sostenerse más por la fe y por el sevillano que por la organización. Y si Sevilla quiere seguir soñando con los ojos abiertos entre la una y las dos de la tarde, tendrá que pensar, en serio, cómo seguir haciéndolo.

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