El alcalde de Aznalcóllar, Juan José Fernández, lleva un decenio lanzando mensajes sobre la supuesta muerte económica de su pueblo tras el cierre definitivo de la mina (año 2002), que siguió a la rotura de la balsa de residuos tóxicos (25 de abril de 1998, hace ahora 27 años) de Boliden, la empresa sueca que la explotaba. Sin embargo, indicadores como el de población y paro no reflejan una realidad tan dramática, en comparación con la que vivió otro municipio de la Faja Pirítica que también sufrió el cierre de su mina un año más tarde que la de la localidad sevillana: Riotinto.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística muestran que, en líneas generales, la población de Aznalcóllar no ha dejado de crecer desde el infausto suceso del 25 de abril de 1998: ha crecido poco, pero crecido al fin y al cabo. Hoy, el municipio sevillano tiene 323 habitantes más que hace veintisiete años, según los datos oficiales correspondientes a 2024.
La serie demográfica histórica muestra que, con algún altibajo, la población del municipio minero sevillano fue creciendo en los quince años siguientes al vertido tóxico hasta alcanzar los 6.200 habitantes en 2013. Justamente a partir de ese año, todavía bajo los efectos de la crisis financiera de 2008 motivada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, es cuando entra en una fase casi continua de regresión demográfica, coadyuvada por la pandemia de 2020 y que no se frena hasta 2024, cuando de nuevo recupera población.
Obviamente, un municipio cuya población vuelve a crecer no transmite la imagen de hallarse en una situación de muerte económica.
Veamos ahora la evolución del número de parados por sectores hasta el cierre del año más antiguo en que he podido encontrar datos del Servicio Estatal de Empleo: diciembre de 2005. Ya por entonces hacía cuatro años (enero de 2002) que se había cerrado la mina y prejubilado a la mayor parte, si no luego a todos, de los mineros.
Por eso justamente en 2005 Industria es el sector -en el que se englobaría la actividad minera- con menos parados en Aznalcóllar. Fue como si el pueblo hubiera puesto a cero el contador de la minería y se equiparara a partir de entonces a otros de su entorno, sin ningún tipo de actividad minera.
Sólo hay cinco años en que Industria tiene más parados que Agricultura: 2009, 2010, 2011, 2012 y 2013, justo tras el estallido de la crisis financiera de 2008.
Donde en gran parte se incrementa el paro tras el cierre de la mina es en el sector Servicios, y aunque hoy el municipio sevillano tiene globalmente 209 desempleados más que tras la clausura de la explotación de Boliden, 148 de ellos (el 71% del total de los nuevos) corresponden a la evolución de dicho sector, mientras que en Industria sólo hay 20 parados más que hace una veintena de años.
La impresión es que el cierre de la mina no provocó el colapso de Aznalcóllar, como de forma catastrofista reitera una y otra vez su alcalde: ni económico ni demográfico. Gracias a las prejubilaciones de los mineros no se disparó el paro en su sector (Industria) y más o menos se mantuvo el ‘statu quo’ existente. Hizo más daño económico al pueblo la crisis financiera de 2008 y la posterior provocada por la pandemia del Covid en 2020 que la huida de Boliden y el cierre de la explotación.
EL CASO DE RIOTINTO
Si la mina del municipio sevillano se cerró definitivamente en 2002, la del pueblo onubense de Riotinto se clausuró al año siguiente, en 2003, culminando así la crisis iniciada con la clausura de la línea del cobre en 1986 y el fracaso del intento de reactivación por sus propios trabajadores tras constituirse en la Sociedad Anónima Laboral Minas de Río Tinto (SAL MRT).
También se dio una solución similar al problema: la prejubilación masiva de los mineros, muchos de los cuales acabaron implicados por causas ajenas a ellos en el caso de los ERE. Y luego se materializó en 2014 un anhelo similar al que tienen en Aznalcóllar con su mina: la reapertura del complejo minero de Riotinto por Atalaya Riotinto Minera, hoy redenominada Atalaya Mining Copper.
Mientras en la opinión pública y en los medios de comunicación encuentran eco los mensajes catastrofistas del alcalde de Aznalcóllar, nadie parece haber reparado en la auténtica catástrofe demográfica sufrida en Riotinto, que desde el cierre de la línea del cobre en 1986 ha perdido 2.507 habitantes: el 40% en números redondos de su población.
Ha habido 38 años consecutivos de sangría demográfica, sólo frenada justamente en 2024, cuando creció el número de habitantes por primera vez desde la crisis de la minería, en diez personas, doce menos en que lo ha hecho el repunte demográfico de Aznalcóllar en el mismo ejercicio.
Al igual que en Aznalcóllar, al solucionarse el problema de los mineros con las prejubilaciones, es el sector Industria donde menor número de parados se registra tras el cierre de la mina en comparación con los restantes sectores económicos.
Sólo hay cinco ejercicios en que en Industria hay más parados que en Agricultura en el pueblo, una agricultura históricamente inexistente hasta el advenimiento de la Río Tinto Fruit con sus naranjos en busca de una alternativa a la minería : 2010, 2011, 2012, 2013 y 2015, años afectados por las consecuencias económicas del estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008 y en los que se dispara el número de desempleados en Riotinto al afectar especialmente al sector Servicios.
¿Y qué ocurre tras la reapertura de la mina en 2014 con la llegada de Atalaya Riotinto Minera al municipio onubense, una compañía que dice tener en plantilla a 470 personas y generar más de 600 empleos directos a través de sus contratas principales?
Durante el decenio siguiente no se detiene la despoblación: en ese periodo el municipio pierde 367 habitantes. El pequeño repunte en diez nuevos pobladores no se registra hasta el undécimo año tras la llegada de Atalaya Mining y la reapertura de la mina.
En paralelo sí se produce una caída en el número de parados, que pasa entre 2014 y 2024 de 550 a 306, pero en realidad esta cifra final sólo supone 45 menos que los que existían tras el cierre de la explotación minera una veintena de años antes, porque en el balance general desde 2005 el número de desocupados en el sector Servicios, el más afectado, ha crecido en 57.
En Industria, el sector económico natural de los mineros, hay ahora sólo cinco desempleados menos que hace una veintena de años, y donde más se ha notado la reactivación es en el colectivo Sin empleo anterior (56 parados menos en el periodo analizado) y en Construcción, quizás por las labores auxiliares que necesita el complejo minero y también por el nuevo ‘boom’ del ladrillo debido a la demanda de nuevas viviendas.
La impresión aparente es que el efecto de la reapertura de la mina -de lo que debería tomar nota Aznalcóllar, por las grandes expectativas que tiene al respecto en su caso- ha sido menor del esperable y que también habría tardado más tiempo en notarse en la economía local, un decenio, a pesar de que según la compañía minera el 68% de sus empleados procede de los municipios del entorno, y el 80%, de la provincia de Huelva.