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El Puerto

Una faena que traiciona la esperanza del toreo joven

Este circuito tiene que recuperar su esencia, corregir sus errores y blindarse contra los intereses particulares

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  • Pedro Gallego y Gonzalo Capdevila. -

Lo ocurrido este año en el Circuito de Novilladas de Andalucía ha colmado la paciencia de muchos. Primero fue el caso de Ignacio Candelas, que tras lograr un indulto histórico en Málaga quedó fuera del certamen por una interpretación fría y reglamentista que no contabilizó su hazaña como merecía. Ahora, en Cortegana, son Pedro Gallego y Gonzalo Capdevila quienes, pese a cortar tres orejas, ven cómo Martín Morilla —único novillero que abandonó el ruedo a pie y con avisos— es proclamado finalista. Un sinsentido tras otro que no ha pasado desapercibido en los tendidos, ni entre quienes seguimos con esperanza este proyecto desde su inicio.

El Circuito nació en 2020 con la loable intención de ofrecer oportunidades a los novilleros andaluces. Y en su arranque supuso un soplo de aire fresco para un escalafón escaso de festejos y saturado de obstáculos. Sin embargo, lo que debía ser un trampolín se está convirtiendo en una trampa. La falta de transparencia, la posible manipulación de resultados y el oscurantismo que se evidenció el pasado miércoles han abierto una brecha de desconfianza que hiere profundamente a la afición.

Un sueño hecho realidad que, por dejar meter la mano donde no se debe tocar, se ha frustrado. Han vuelto a aparecer las manipulaciones, los acuerdos por la espalda, los líos entre apoderados y empresarios y un montón más de asuntos turbios que sólo empañan el mundo del toreo. Y lo que es peor: hacen un flaco favor a la tauromaquia que, en un momento donde bastante oposición hay en la calle, deberían tener siempre a su lado a la afición. Una afición que se desilusiona y se maltrata con decisiones como estas, que dinamitan la credibilidad de un certamen que prometía ser el semillero del futuro.

No sólo indigna el resultado, sino el procedimiento. El hecho de no publicar las puntuaciones por primera vez, de ocultar los datos a quienes tienen derecho a conocerlos, genera una sospecha que se convierte en certeza para muchos. Dudo que todos los miembros del jurado estén cómodos con estas decisiones. Dudo que los promotores de este certamen —la Junta de Andalucía y la Fundación Toro de Lidia— estén satisfechos con el malestar que hoy inunda las redes, los medios y las tertulias taurinas. Y dudo también que los patrocinadores públicos y privados que han respaldado este proyecto — las Diputaciones de Málaga, Córdoba, Cádiz, Huelva y Granada; la Fundación Cajasol y Fundación Caja Rural del Sur; Canal Sur Radio y Televisión o el Instituto Andaluz de la Juventud— puedan mirar hacia otro lado ante la pérdida de prestigio que esto supone.

La situación exige una corrección inmediata. Cada minuto que pasa sin enmendar lo ocurrido, sin dar explicaciones claras y sin restaurar la equidad, es una losa más que se coloca sobre la credibilidad del circuito y sobre el futuro de estos novilleros. No se puede jugar así con la esperanza de quienes se juegan la vida por un sueño.

Este circuito tiene que recuperar su esencia, corregir sus errores y blindarse contra los intereses particulares que desvirtúan el mérito y la justicia en el ruedo. Por el bien del toreo. Por el futuro de los que están empezando. Por respeto a todos los que creen, de verdad, en la grandeza de esta Fiesta.

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