Ante el agotamiento de las formas del Rococó que mostraba su faz más vacía, aunque reiterativa, se impone en arquitectura el “estilo neoclásico”. La Isla no es ajena al mismo y a mediados del siglo XVIII, época de prosperidad en “la villa” motivada por el establecimiento de la Armada, se construyeron la mayor parte de las obras de gran importancia para el “espacio cañaílla” y entre ellas, la más solemne y majestuosa, el Ayuntamiento, dirigida en principio por el arquitecto Torcuato Cayón. Luego pasaron por esa dirección Pedro Ángel Albisu, Torcuato José Benjumeda y finalmente Amadeo Rodríguez, porque La Isla fiel a su idiosincrasia relajante se dio un plazo de “cien años” para finiquitar el proyecto. Somos como somos y basta de “críticas censuras”.
Ahora y desde el 10 de julio de 2007 el ayuntamiento es declarado Bien de Interés Cultural, categoría de monumento. A principio del siglo XIX tiene quizás sus dos más importantes intervenciones en la vida nacional. Su papel en la creación de la Primera Constitución Española, con la fecha histórica del 24 de septiembre de 1810 y ser la sede el Primer Tribunal Supremo de la historia de España. Es además el mayor edificio consistorial de Andalucía y el tercero de España.
Pocas alusiones hay hacia singularismos personales, pero la referencia en amplia piedra de mármol a la entrada de la Casa Consistorial, frente a su escalera principal, ha quedado siempre presente y respetada, sin haber sido retirada o destruida por regímenes previos a la democracia. Se trata de recordar en ella al Capitán Fermín Galán, artífice de la Sublevación de Jaca, Pronunciamiento militar contra la Monarquía de Alfonso XIII, gobierno legal de la nación. Laureado tardía y póstumamente y considerado “mártir de la república”, finalmente condenado a muerte a los 31 años. Ejemplo de cómo tratar los recuerdos de nuestros isleños más destacados.
Todavía no tenemos en San Fernando como tal, historia propia de más de trescientos años. Por ello hemos de saber muy bien, como defender los hechos de mayor gloria o prestigio que en ella han concurrido. Nos dieron el título de ciudad y el nombre de San Fernando por una sola razón, nuestro importante papel en la Primera -aunque hubo una “Carta de Bayona” previa - Constitución Española y la fecha del 24 de septiembre de 1810, proclamado como festividad, desplazando a la de San Servando y San Germán patronos de la ciudad degollados el 23 de octubre del año 304. Dedicamos una gran parafernalia a esta efeméride de la Constitución que lleva el nombre de Cádiz y el año de 1812. Nuestra Iglesia Mayor, el ahora Teatro Real, Ayuntamiento, calles, plazas y en general toda la población se moviliza ante el recuerdo de ese acontecimiento, que nos llevó al ser el suelo, donde franceses e ingleses dirimieron también, en parte, su protagonismo bélico.
Nos vimos poco a poco y casi sin darnos cuenta asediados y ocupados, de tal forma que un Rey extranjero, se le impuso a nuestra patria y un emperador que deseaba regir bajo su mando sobre todo a la mitad norte de España, imponía su superior fuerza militar, con la intención de esclavizar todo lo hispano. “Aquel genio de ambición/que en su delirio profundo/cantando guerra hizo al mundo/sepulcro de su nación/hirió al ibero león/ansiando España regir/y no llegó a percibir/ebrio de orgullo y poder/que no puede esclavo ser/pueblo que sabe morir”. Todo comenzó con el Tratado de Fontainebleau. Las tropas aliadas francesas consiguieron con el pretexto de llegar a Portugal, cruzar nuestro suelo. Se une a ello el Motín de Aranjuez del 17 de marzo de 1808. Los Reyes Carlos IV y su hijo Fernando VII son obligados a ir a Bayona y allí se produce la abdicación de ambos a favor de José Bonaparte que ostentará la Corona de España. La situación lleva a la ocupación y toma de Madrid, por las tropas francesas del General Murat.
El 2 de mayo de 1808 la muchedumbre concentrada ante el Palacio Real ven como el último miembro de la familia Real, Francisco de Paula, intentan también los franceses llevárselo hacía tierras francesas. El grito “que nos lo llevan” de José Blas de Molina fue el inició del levantamiento del pueblo español contra los franceses y uno de los acontecimientos más importante de nuestra historia por el gran cambio que supuso. Unas horas duró este enfrentamiento y unos héroes que dieron su sangre y su vida en aquel escaso periodo de tiempo quedaron para siempre inmortalizados: Daoiz (Sevillano, comandante al mando del Parque de Artillería) , Velarde (Muriedas, Santander, Capitán) y Ruiz , que falleció un año más tarde (Ceuta, Teniente Coronel), así como el sitio del Parque de Monteleón. De ahí, hasta la batalla de Arapiles (Salamanca), inicio de la total debacle de los franceses en nuestro suelo, hay un largo camino de lucha - “siempre en lucha desigual/cantan tu invicta arrogancia/Sagunto, Cádiz, Numancia, Zaragoza y San Marcial/ dice el poema -, donde ninguna región quedó libre de heroicidad y entrega. Fueron los españoles uniformados y civiles, los que mandaron a su casa, al ejército francés.
Por eso creo que una ciudad como la nuestra no puede dejar en el olvido esta efeméride del “dos de mayo de 1808” inicio de nuestra liberación ante el emperador francés con el claro razonamiento de lo importante que fue la elaboración de nuestra primera Constitución, pero con la suficiente gallardía y ética para reconocer que los folios escritos no ahuyentan a los invasores, sino los ejércitos y el pueblo bien organizados y con sublime sentido del honor.
Por ello hoy mi felicitación va dirigida al RACTA- 4 (Regimiento de Artillería de Costa nº 4) que con una Parada Militar ha conmemorado el gesto de los militares/héroes de aquella fecha memorable, que nunca debió de dejar de ser fiesta nacional. Mártires de la lealtad/que del honor al arrullo/fuisteis de la patria orgullo/ y honra de la Humanidad/ En la tumba descansad/que el valiente pueblo ibero/jura con rostro altanero/que hasta que España sucumba/no pisará nuestra tumba/la planta del extranjero. Olvidemos el Rococó, que el neoclasicismo abra sus luces.