Crean luz de la nada manipulando el espacio-tiempo: un hito que desafía la física

Publicado: 07/05/2025
Sí, suena a película de Christopher Nolan. Pero es física real, medida, reproducida y publicada en la prestigiosa revista Nature Photonics
En los laboratorios silenciosos de la Universidad de Rostock, al norte de Alemania, la ciencia ha encendido una chispa que podría reescribir nuestra comprensión del universo. Un grupo de investigadores ha conseguido crear luz de la nada, sin bombillas, sin láseres, sin una fuente luminosa tradicional. ¿Cómo? Manipulando el tejido mismo del espacio y del tiempo.

Sí, suena a película de Christopher Nolan. Pero es física real, medida, reproducida y publicada en la prestigiosa revista Nature Photonics. "Es casi bíblico", dice con una mezcla de asombro y rigor el físico Alexander Szameit, líder del proyecto. "Al principio no hay nada. Luego, modificamos las reglas del juego. Y de repente, ¡pum! aparece la luz".

Este logro se apoya en una idea que hasta hace muy poco era solo un concepto teórico: los cristales espacio-temporales. Imagínalos como versiones dinámicas de los cristales comunes, que en lugar de repetir un patrón solo en el espacio —como el cuarzo o la sal— también lo hacen en el tiempo. Esto permite moldear cómo viajan las ondas de luz, no solo por el espacio, sino por el mismísimo flujo temporal.

En la práctica, el equipo utilizó fibras ópticas especialmente diseñadas para que, al cambiar el índice de refracción en determinados puntos y momentos, se crease una especie de interferencia topológica que da lugar a un fenómeno extraordinario: la aparición espontánea de luz. Y lo más increíble: esa luz no viene de ningún lado. No hay fuente. Solo espacio y tiempo deformados con precisión matemática.

La topología, una rama abstracta de las matemáticas que estudia las propiedades de los objetos cuando se deforman (sin cortarlos ni romperlos), juega aquí un papel crucial. Gracias a ella, los científicos han logrado crear un entorno donde la luz puede nacer y viajar con una estabilidad sorprendente, incluso cuando el sistema sufre alteraciones. Esto hace que el hallazgo no sea solo una curiosidad de laboratorio, sino algo con potencial tecnológico real.

Las posibles aplicaciones son casi tan espectaculares como el descubrimiento en sí: desde comunicaciones ópticas ultraestables hasta sensores de precisión cuántica, pasando por nuevas formas de crear imágenes médicas sin radiación. Y a más largo plazo, abre la puerta a tecnologías que aún no imaginamos, como ordenadores ópticos o láseres topológicos imposibles de desviar o dañar.

Pero quizá lo más impactante es lo que este experimento dice sobre nuestra comprensión del tiempo. “Estamos empezando a ver el tiempo no solo como una dimensión que pasa, sino como algo que podemos esculpir y manipular, al igual que hacemos con la materia o la energía”, explica el físico Sebastian Weidemann, coautor del estudio.

Este enfoque cambia las reglas del juego. Hasta ahora, las leyes de la física consideraban al tiempo como un escenario estático donde ocurren los fenómenos. Pero este experimento sugiere que el tiempo puede ser parte activa del guion. No es solo un cronómetro cósmico; puede influir, transformar... incluso crear luz donde antes no había nada.

 

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