Uno de los disfrutes principales que otorga la profesión de ser político, no desde luego en todos los casos pero sí en los más privilegiados y que son los que rodean a los cargos con más brillo, es la posibilidad enorme de hacer turismo y no un turismo cualquiera, del bueno. Del bueno porque, obviamente, corre a cargo de las administraciones públicas, la orgánica del asunto la resuelven los equipos de cada cual, las agendas de trabajo siempre te dejan horas para el asueto personal, no gastas un euro ni en café, la medición de los resultados obtenidos tras el apacible desplazamiento es tan volátil como la brisa suave que proviene del mar, no suele haber excesiva crítica del bando de los de enfrente porque ellos también viajan lo suyo y, como añadido, se dan destinos que jamás visitarías desde la elección personal, algunas veces inverosímiles con matices paradisíacos. Otras menos: ser senador o diputado del congreso con visitas obligadas a Madrid de martes a jueves y gastos pagados, hotel, dietas, para -en todo caso- participar en comisiones y, sobre todo, votar lo que te digan porque en absoluto hay margen para la decisión personal, todo bien remunerado, divertido porque pasear palmito por la corte del reino tiene su gracia, viajar es bonito todas las semanas cuando es gratis y cómodo, llenar tu agenda entre comidas con compañeros y paseos de tiendas por la tarde, eventos culturales, deportivos o, sencillamente, una caña en Alcalá mirando la puerta. Madrid tiene su punto todo el año.
Qué bonito es viajar. Y gratis, ni te digo. ¿Hay algo mejor? Quizás solo si viajas con alguien que te alegre el viaje a jornada completa, pero este supuesto es más complejo de cuadrar si la idea es que la administración lo cubra todo y solo queda que te pillen llevándote a escote a quién no debías. Y digo que la tentación es grande porque cuando uno se habitúa a no pagar se hace bien duro lo contrario, prácticamente inasumible.
El caso viene porque esta semana han azotado de lo lindo a Juan Carlos Ruiz Boix, secretario general del PSOE de Cádiz, alcalde de San Roque y diputado nacional, por liderar el viaje del Congreso de diputados a China por el 50 aniversario de las relaciones entre ambos países y la crítica, ventilada también por fuego amigo, no se ha hecho esperar: el PP le recuerda cuando tachó de “viaje veraniego” el que hizo el presidente de la Junta, Juanma Moreno, al mismo país asiático, mientras que compañeros del PSOE -del otro bando- descifran con sorna eso que pidió MJ Montero de no duplicar cargos para estar más sobre el territorio… ¿chino? Qué guasa hay en Cádiz. Más si no se pone en valor la trascendencia que para la normalización mundial de las políticas arancelarias tiene el hecho de que esta emblemática, curtida y bien representada delegación encabezada por Boix intervenga sobre el territorio y, de una vez, ponga orden.
Soltura en la terminal aeroportuaria demuestra últimamente Beardo, germancito, que en nada ha hilvanado -con nutrida representación- escalas internacionales en la Argentina de Miley, la cumbre económica de Suiza en Davos y, estos días, un evento de fútbol playa en las Seychelles porque el Campeonato de Europa de esta modalidad se celebrará en la plaza de toros de El Puerto y, debe ser, es más fácil llenar de arena fina el coso taurino que de gradas Valdelagrana. En todo caso, el pasaporte lo tiene a mano no sea le surja una urgencia para ayudar a Boix en China con eso de la economía mundial y tras lo de Davos tiene galones para ajustar aranceles.
Suele ser contraproducente divulgar la agenda turística del mundo político porque suena a vidorra lo de viajar de gorra, valga el pareado. Por tanto, es bastante habitual que tras la vuelta se, relativamente, oculte el hecho cuando hoy un político le da al ventilador hasta cuando inaugura un ascensor, más ahora con el gusto que en general han cogido al manejo de unas redes sociales que permanecen mudas en esos periodos de tiempo entre aeropuertos, nubes y países lejanos porque el ciudadano votante digiere con ardor este sobre-coste en turismo insustancial.
El WatsApp. Para viajes, ya se verá si a ninguna parte, el que se está pegando Pedro Sánchez con el serial de WatshApp con Ábalos y que tiene con las carnes abiertas a medio PSOE por lo que parece un aviso a navegantes ante lo que podría venir. Que el que fuera secretario de organización nacional guarde en discos duros, dos copias, el historial de mensajes con el presidente y, es de suponer, con demás bichos vivientes de su partido es para ponerse nervioso y más si lo que argumenta es que lo hizo para escribir sus memorias... Que se filtre a un medio es todo un aviso para el que lo quiera entender y así parecen haberlo comprendido quienes desvían la filtración hacia la UCO, que siempre es buena tenerla a mano para estas cosas no sea que José Luis se moleste y siga dándole al scroll del móvil.
Dicho esto, a nadie debe sorprender las maniobras orquestadas en la oscuridad por Pedro Sánchez para su mejor control del partido y nadie debe rasgarse vestiduras al comprobarse que Sánchez es lo que parecía, pese al tono presidencialista que usa en sus públicas disertaciones y que cuando se refieren a los procesos internos del partido y la democracia de los mismos deriva en una gramática más mundana. Se sabía, verlo impresiona como impresionada quedó una victimizada por esto Susana Díaz, a la que empujaron para sacarla del sitio como por todos era sabido y que, por ello, se muestra dolida y se muestra afectada su canóniga manera de proceder: Díaz tampoco era son Ángela de la Cruz, de hecho la ex presidente andaluza siempre se caracterizó por pasar a cuchillo todo aquello que no era de su cuerda, muestra de la manera de proceder de un PSOE sevillano que hoy es el único foco bajo el que se cobija el socialismo andaluz tras la debilidad mostrada por Jaén en sus procesos internos.
El PSOE pierde mucha energía en sus trifulcas orgánicas, no es como otros donde no hay posibilidad a la pelea porque los procesos de sucesión son por designación directa. Y como lo tienen asumido, nadie se queja.
Viajar es uno de los cuatro placeres de esta vida y, libres como somos, cada cual alinee por orden de preferencia los otros tres.
