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Planeta Titanic

Como en Titanic, en nuestra Nave Tierra hay pasajeros que viajan en primera clase, y otros muchos más que viajan en tercera o incluso como polizones en las bode

Publicado: 19/05/2025 ·
16:56
· Actualizado: 19/05/2025 · 17:22
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  • Qué nos deparará el futuro. -
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

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Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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Seguro que muchos recordarán la película Titanic de James Cameron. Más allá de la icónica imagen de Kate Winslet abrazada por Leonardo Di Caprio en la cubierta delantera del gran buque, es probable que recayeran en la desigualdad del origen social de cada uno. Ella pasajera de lujo en primera clase y él un humilde emigrante hacinado como otros muchos en tercera clase. Aquel trasatlántico era la obra más grande jamás construida por el ser humano, aparentemente indestructible, en la que los ricos podían disfrutar de los mayores placeres, mientras los pobres abrigaban sus ilusiones en alcanzar un nuevo mundo. El final ya lo conocen y la moraleja es bien sencilla. La fuerza de la Naturaleza es muy superior a la de cualquier obra humana. Pero también nos recrearon como los más poderosos tenían más facilidad para alcanzar los botes salvavidas, mientras a los parias se les negaba la posibilidad de sobrevivir.

Desde principios de este siglo el ser humano dejó de ser campesino para vivir en la ciudad, esa que para Paul Valery era la más bella obra de arte, o como la describía Walt Whitman un organismo palpitante, expresión orgánica del alma colectiva. Hoy ya seis de cada diez seres humanos viven en ciudades, diez de ellas ya acogen a más de veinte millones de habitantes y la concentración humana tiende a ser cada vez mayor. En nuestra Nave Tierra el 70% está cubierto por agua salada y la mitad de la superficie continental por desiertos, cultivos y ciudades. A mitad de este siglo los pasajeros de nuestra Nave serán diez mil millones, un guarismo que se antoja como un reto para alcanzar la idea de Whitman de una celebración de la humanidad compartida.

Como en Titanic, en nuestra Nave Tierra hay pasajeros que viajan en primera clase, y otros muchos más que viajan en tercera o incluso como polizones en las bodegas. Aquellos primeros, revestidos bajo el aura de tecnoligarcas, ya han hecho sus vaticinios y coinciden en que lo mejor es abandonar la Nave cuanto antes y empezar a establecer colonias espaciales. Uno de ellos, sumido en la egolatría de alzarse como un Dios, ya ha creado de la nada una nueva ciudad en medio del desierto para ir adaptando sus pobladores a convivir en su nuevo micromundo cósmico.

Parece la nueva versión de Titanic, y mientras los viajeros de tercera clase nos quedamos en un barco, que no debemos dejar a la deriva, es muy posible que ellos acaben estrellándose contra un iceberg sideral. Así de dura es la Naturaleza con quienes osan retarla.

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