‘Las apariciones’ es una obra teatral de una eléctrica lucidez que reflexiona sobre un tema tabú, que se esconde o evita en estos tiempos leves de la cañita y el tardeo, que resulta inoportuno: la muerte. “Entendería que la muerte es necesaria para conservar la dignidad de la vida”, afirma un personaje. “Se muere hacia fuera”, dice otro. Una obra de vanguardia, pero de una vanguardia más andaluza que europea, es decir, que no está tan próxima a Ionesco o Beckett como lo puede estar a Miguel Romero Esteo. En todo caso una vanguardia deliciosa. Se trata de una función sobre las mayúsculas de la existencia, que diría Francisco Umbral, una función inquietante, que se sigue con placentero desasosiego, pero recorrida por un subsuelo humorístico, porque nunca se sabe si en el último momento de la vida se va a pensar en el portal digital que ofrece pisos más atractivos. Los intérpretes, Pablo Chaves y Fernando Delgado Hierro -también autor del texto-, despliegan un trabajo extraordinario sobre las tablas de la sala de La Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid, una actuación muy física, con momentos de gran tensión emocional, pero siempre acariciado todo por el humor en los numerosos personajes que encarnan. Humor mortis. En este mismo teatro representaron hace seis años ‘Los Remedios’, autoficción sobre el barrio sevillano en el que crecieron.
Porque en ‘Las apariciones’ hay mucha Andalucía. Y no sólo en el acento. Un personaje se presenta con una bufanda del Betis, una foto de la Virgen del Rocío y una lata de aceite de oliva. Otro se lamenta: “Al final no voy a ningún lado, al final no voy ni a Matalascañas”. Andalucía, decíamos, en una obra coral, estructurada en cuadros, con personajes que aparecen y después reaparecen en el futuro o ya fallecidos, con profundas reflexiones sobre el teatro, que trata numerosos asuntos, de modo que alguno toca directamente la experiencia de algún espectador. La reflexión sobre la muerte conduce, claro, a la reflexión sobre la vida. “Hacerse mayor es ir perdiendo cosas que, aunque no están, te acompañan”. O: “Mi tío temía quedarse solo, por eso intentaba agradar a los demás. Decía que si alguna vez había hecho reír a alguien, ese alguien ya te querría para siempre”. ‘Las apariciones’ tiene pulso dramático, trazo de buen teatro. De una tristeza divertidísima. Que a un ritmo enorme introduce al espectador en las mayúsculas o en alguna minucia. “¿Cuánto tiempo hace que no vas a Sevilla?”. Eso: ¿Cuánto tiempo hace que no vas a Sevilla?