No hay semana sin uno o varios buenos datos económicos en España. En el liderazgo de estas formidables noticias para nuestros bolsillos está el continuo descenso del paro que ha dejado la cifra de desocupados por debajo de los 2.5 millones de personas -la cifra más baja desde hace 17 años- y su nudo gordiano: el incremento incesante del número de ocupados que rozan los 22 millones de españoles con trabajo, un récord histórico que cada mes pulveriza el Instituto Nacional de Empleo.
La economía española crece por encima de la media europea y los vaticinios de los grandes organismos internacionales y de los analistas nacionales pronostican que continue esta tendencia en los próximos años. El turismo va como un tiro y nuestra balanza comercial corresponde a una economía moderna y potente gracias al subidón constante de las exportaciones que, además, apenas se verían afectadas por unos aranceles del 10% de Donald Trump. La inflación está controlada y los tipos de interés siguen bajando. La bolsa lleva ocho semanas consecutivas subiendo y el IBEX supera los 14.000 puntos de largo.
Son solo algunos datos, pero más que suficientes -aunque todavía hay muchas carencias que corregir-, para que este cuadro boyante tuviera un protagonismo cardinal en el debate político y ciudadano de este país. Sin embargo, la oposición al Gobierno central de Pedro Sánchez ha conseguido neutralizar la mejor arma de la que disponía el presidente para defender su gestión. Recientemente, me sorprendió que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo -el mejor valorado del ejecutivo nacional, según los últimos sondeos- detallase que no ha respondido a ninguna pregunta en las sesiones de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Claro, ni PP ni Vox le han interpelado por los asuntos que más interesan a los ciudadanos porque el ministro podría presumir de la marcha de la economía. Populares y la ultraderecha han conseguido tapar esta realidad con centenares de preguntas sobre supuesta corrupción ysupuestas también asimetrías territoriales en favor de sus socios nacionalistas.
Ahora bien, no es todo mérito exclusivamente de la oposición. Tampoco Moncloa es capaz de vender su gestión. Ya podría encontrar el presidente Sánchez a su particular James Carville -asesor de Bill Clinton que popularizó la frase “es la economía, estúpido”- para volcarse en ‘vender’ cuestiones relacionadas con la vida cotidiana de los españoles y sus necesidades más perentorias si quiere aumentar sus expectativas electorales. A Clinton le surtió efecto porque terminó dando la vuelta a las encuestas y derrotó a un George Bush que parecía imbatible antes de las elecciones.
