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Los riesgos reales de la IA: un investigador demanda acciones políticas urgentes

La fabricación de microchips para sistemas de IA implica el uso de sustancias químicas tóxicas, grandes cantidades de agua y enormes cantidades de electricidad

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  • Inteligencia artificial. -

Los responsables de las políticas deben priorizar la regulación internacional de los gigantes tecnológicos, la reforma de la propiedad intelectual y la preparación para la disrupción de la fuerza laboral a medida que la inteligencia artificial transforma la sociedad, según afirma el profesor Shalom Lappin, experto en IA que respalda con una investigación exhaustiva en su nuevo libro 'Understanding the Artificial Intelligence Revolution'.

"El dominio público y sus ciudadanos deben desempeñar un papel importante a la hora de determinar el marco dentro del cual la tecnología de IA continúa desarrollándose", sostiene Lappin, quien ocupa puestos en la Queen Mary University de Londres, el King's College de Londres y la Universidad de Gotemburgo (Reino Unido).

En su trabajo, deja a un lado los temores especulativos sobre las máquinas superinteligentes, que no se basan en las realidades ingenieriles de los sistemas de IA actuales. En cambio, se centra en los desafíos inmediatos que requieren intervención política. De esta forma, Lappin identifica la monopolización tecnológica como una preocupación crítica. Las grandes empresas dominan ahora el desarrollo de la IA: en 2022, las empresas tecnológicas crearon 32 modelos importantes de aprendizaje automático, mientras que las universidades solo produjeron tres. Esta concentración de poder, argumenta, permite a las corporaciones definir las prioridades de investigación según intereses comerciales en lugar del beneficio público.

El daño ambiental presenta otro desafío urgente. Se informa que el entrenamiento de ChatGPT-4 consumió aproximadamente 50 gigavatios hora de electricidad, el equivalente al consumo anual de miles de hogares estadounidenses. La fabricación de microchips para sistemas de IA implica el uso de sustancias químicas tóxicas, grandes cantidades de agua y enormes cantidades de electricidad, y las fábricas de chips consumen hasta 100 megavatios por hora.

Para abordar estos desafíos, el profesor Lappin describe varias prioridades políticas clave. En primer lugar, es esencial una regulación internacional integral de las empresas tecnológicas, ya que los países carecen de recursos y competencias de ejecución suficientes para abordar estos problemas globales. Los acuerdos comerciales internacionales podrían proporcionar mecanismos para imponer regulaciones eficaces.

En segundo lugar, es necesario reformar los derechos de propiedad intelectual para garantizar que los titulares de derechos reciban una compensación cuando su trabajo se utilice para entrenar sistemas de IA. "Como mínimo, estas empresas deberían estar obligadas a obtener el consentimiento de los titulares de los derechos de autor para los datos protegidos que utilizan. En aras de la transparencia, también deberían estar obligadas a enumerar los materiales con los que se entrenan sus sistemas", señala Lappin.

Lappin también aborda el sesgo generalizado en los sistemas de toma de decisiones de IA en los sectores de la salud, la contratación y los servicios financieros. Sugiere que se deben implementar medidas efectivas, impulsadas por políticas públicas, para combatir la desinformación y el discurso de odio en línea, equilibrando la libertad de expresión con la protección contra contenido dañino, ya que la actual autorregulación de las empresas tecnológicas ha demostrado ser ineficaz.

Sostiene que la desinformación y las falsificaciones profundas representan una amenaza tangible; a medida que la IA generativa se vuelve cada vez más sofisticada, distinguir los hechos de la ficción se hace más difícil.

"Pronto podríamos encontrarnos viviendo en un entorno donde distinguir los hechos de la ficción maliciosa se vuelve cada vez más difícil. En ese momento, las creencias compartidas necesarias para mantener la cohesión en el ámbito público empiezan a dar paso a la duda, la recriminación y el caos", advierte Lappin.

Finalmente, los gobiernos deben prepararse para un posible desplazamiento generalizado de empleos a medida que la automatización de la IA se extiende a diversos sectores. Será necesaria una inversión pública significativa en servicios y formas alternativas de empleo para prevenir una disrupción social grave.

"Estos no son asuntos que podamos permitirnos dejar únicamente en manos de las vicisitudes del mercado y de las empresas tecnológicas que desempeñan un papel tan dominante en la configuración de ese mercado", concluye Lappin.

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