Lo siento, Falete, pero soy incapaz de dirigirme a ti en plan serio, porque lo serio y los Dones son algo que no encajan contigo. Contar cosas tuyas es el nunca acabar. Pero hoy voy a recordarte las ganas de cachondeo con que alegraste nuestras vidas. Como siempre decías: me hubiera muerto antes de haber venío, este loco pensó que, ya que habías llegado, no te ibas a morir tan rápido. Precisamente en tu zapatería El Rápido estabas un día acompañado de Juani y entró un fulano a preguntarte por una calle. Juani quiso ayudar y le dijo que esa calle…, no le dio tiempo a decir más. El fulano le soltó un Tú te callas, y ninguneándolo volvió a preguntarte por la dichosa calle. Nuevamente Juani, llevado por las ganas de ayudar, le aclaró que esa calle…, pero el fulano de nuevo lo cortó en seco Tú te callas. Y tú, Rafael del alma, no pudiste aguantar más y le dijiste al maleducado: Pues tú te vas ahora mismo a la puta calle.
Tocaste todos los palos, Carnaval, Semana Santa, flamenco…Imposible de olvidar cuando en Alicante te subiste a la plataforma (así llaman a las bateas), cogiste un micrófono y remedando la forma de hablar de los alicantinos cantaste exagerando la nota Barrio de lasssViñasss… Aunque los frutos secos era tu auténtica pasión, también le pegabas a las torrijas. Desde el balcón de mi casa en la calle Murillo te turnabas con Juani cantando saetas, pero antes de cantar nos advertías: yo vengo por las torrijas, dónde están mis torrijas… De Semana Santa para qué te voy a recordar nada, si tú incluso en medio de una saeta te quedabas en blanco e improvisabas cualquier letra. La que llevo metida en el sentido, porque te encantaba repetirla mis veces, era:
-Por la calle la Amargura
mucha sangre se derrama,
es de un noble caballero
que Jesucristo se llama.
Los cargadores, antes de asomar sus cabezas por debajo del paso, ya te adivinaban y te decían: venga, Rafael, dale. Lloraste indecible cuando tu paciente mujer Encarna te dejó solo, pero hoy te he prometido no contar cosas serias. De modo que me ha dado también por recordar aquel grupito de pie en el patio de una casa convento en Castro del Río con gente de allí y con socios de la Cofradía Gastronómica Los Esteros, a la que tú pertenecías. Una de las mujeres de Castro del Río dijo: A mí me encanta Cádiz, y nadie quita que algún día me eche un novio gaditano. Tú asomaste la cabeza y sentenciaste: Yo también hago chapuzas…, aunque sin garantía. Son muchas cosas que te podría recordar, pero el tiempo, que ha sido implacable contigo, tampoco me permite a mí alargarme demasiado.
Decía el gran filósofo Platón que por encima de este mundo existe el mundo de las ideas y que sobrevuelan por nuestras cabezas la bondad, la verdad, la paz, la gracia… Y que participamos en distinta medida de todas ellas. Pues bien, tú cogiste el monopolio de la gracia e hiciste de ella algo natural. Podías incluso dirigirte a alguien con descaro, y sin embargo, lejos de provocar malestar o disgusto, provocabas risa. En Valdepeñas, donde caías siempre muy bien, te regalaron una garrafa de 10 litros de aceite. Ya no tendrías que comprarlo en el Colomato, como tú decías. Agradeciste el detalle y soltaste: ¿No la había de 20 litros? Entrañable el trío que formabas con Manuel Lucas y con Carlos Valverde. ¿No te das cuenta de que los has dejado tirados y doloridos? No es tu estilo. ¿Tú te has dado cuenta, qué malaje tienes, de lo que has hecho muriéndote así por las buenas? Sabes de sobra que este loco echará de menos tu imagen recorriendo la calle Real miles de veces para rebajar el azúcar y el colesterol.