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Andalucía

China diseña material milagroso que reduce el calor sin consumo energético

Se trata de una delgada lámina transparente y biodegradable, capaz de reducir la temperatura de una superficie sin necesidad de electricidad

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  • Ola de calor. -

En un rincón discreto de un laboratorio asiático, lejos del ruido mediático pero cerca de los límites de lo posible, un grupo de científicos ha dado forma a algo que parece más propio de la ciencia ficción que de la ingeniería de materiales. Se trata de una delgada lámina transparente y biodegradable, capaz de reducir la temperatura de una superficie sin necesidad de electricidad, ventiladores ni refrigerantes. No vibra, no emite ningún sonido, no consume energía. Simplemente está ahí, disipando el calor como si ignorara las reglas térmicas que rigen nuestro mundo.

A plena luz del sol, este material actúa como un espejo invisible: rechaza casi toda la radiación solar, emite el calor interno hacia el espacio y permanece frío, incluso cuando todo a su alrededor hierve. No es magia, pero se le parece. Una fina película de tecnología que, en silencio, desafía uno de los mayores retos de nuestra era: el calor extremo.

En un planeta que se recalienta, en ciudades que hierven bajo cúpulas de asfalto, cemento y cristal, el hallazgo suena como una revelación. Y sin embargo, es tan tangible como real. Un revestimiento ultraligero y ecológico que podría marcar el comienzo de un nuevo paradigma: edificios que respiran, tejados que no se recalientan, y sistemas de enfriamiento que funcionan sin consumir un solo vatio.

Su corazón es una estructura simple, casi humilde: ácido poliláctico (PLA), un polímero derivado de fuentes vegetales, ya utilizado en medicina y embalaje sostenible. Pero lo que hace especial a este material no es su composición, sino cómo se organiza a nivel microscópico. Mediante una técnica basada en separación de fases a baja temperatura, los investigadores han creado un entramado poroso que no solo es extremadamente reflectante, sino también capaz de emitir el calor interno hacia el exterior.

El resultado es casi mágico: refleja el 98,7 % de la radiación solar, y emite más del 80 % de la radiación térmica en la banda del infrarrojo. Eso significa que, al colocarlo en una superficie expuesta al sol, la temperatura puede reducirse hasta 9,2 °C en cuestión de minutos, sin ninguna ayuda eléctrica. En las pruebas más extensas, se mantuvo un descenso de entre 4 y 5 °C tanto de día como de noche, incluso en condiciones ambientales hostiles.

Pero lo más impresionante es su resistencia. Tras someterlo a más de 120 horas en soluciones ácidas y ocho meses bajo radiación ultravioleta constante, el material no mostró señales de deterioro. Su rendimiento térmico se mantuvo intacto, demostrando que no estamos ante un simple experimento de laboratorio, sino ante un candidato real para su uso masivo en exteriores.

Las aplicaciones son tan amplias como el problema que pretende combatir. Desde techos y fachadas de edificios, pasando por invernaderos agrícolas, hasta incluso componentes electrónicos o vendajes inteligentes en medicina. Todo espacio que necesite mantenerse frío podría beneficiarse de este avance. Su producción es barata, su peso es mínimo y su instalación, tan sencilla como extender una sábana.

Simulaciones térmicas en zonas urbanas muestran que, si se cubrieran los tejados de una ciudad con este metafilm, el consumo energético en refrigeración podría reducirse hasta un 20 % anual. Un dato que se vuelve aún más relevante si consideramos que el aire acondicionado representa una de las mayores fuentes de consumo energético del mundo y una causa directa del cambio climático.

El secreto de este éxito radica en un fenómeno conocido como refrigeración radiativa pasiva. Es decir, la capacidad de ciertos materiales de emitir calor en forma de radiación infrarroja hacia el espacio, aprovechando una “ventana” en la atmósfera que no absorbe esa frecuencia. El nuevo recubrimiento, al ser especialmente eficiente en esa banda, actúa como un portal de disipación térmica. Literalmente, envía el calor fuera del planeta.

En términos simples, estamos hablando de una “piel artificial” para el planeta, una envoltura que podría proteger infraestructuras y personas del avance implacable del calentamiento global. En lugar de luchar contra el calor con más tecnología, más gasto y más energía, este material propone una solución inspirada en la física más elegante y natural: dejar que la Tierra se enfríe a sí misma.

Así, mientras los termómetros globales se disparan y la urgencia climática se convierte en rutina, el futuro del enfriamiento podría estar en una delgada capa de bioplástico. Silenciosa, pasiva, eficiente. Y lista para cambiar el rumbo.

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