La voz de Clara Montes y el alma de Alberti en el Pregón a la Virgen del Carmen en Barbate

Publicado: 14/07/2025
La cantante y compositora, afincada en Zahora, se encargará de dar el Pregón Oficial de la Feria y Fiestas en Honor a la Virgen del Carmen de Barbate
Escribo estas líneas mientras suena en el aire la voz que canta a la mar salada, esa mar que Alberti navegó con su palabra y que Clara Montes rescata con notas y versos. “Te fuiste, marinerito, en una noche lunada, ¡tan alegre, tan bonito, cantando, a la mar salada!”.

Hay voces que nacen del mar aunque viesen la luz tierra adentro. Voces que llevan en la garganta la espuma y la pena, el cante y la alegría. Clara Montes, cantante y compositora de alma inquieta, será este año la pregonera de las próximas Feria y Fiestas en Honor a la Virgen del Carmen de Barbate. Una elección que parece escrita con tinta de sal y copla, como un destino que la marea trae consigo.

Su último disco, ‘Marinera en Tierra’, rezuma ese espíritu marinero que late en el corazón de Barbate. Es un homenaje a Rafael Alberti, un viaje poético y musical que une el primer y el último libro del poeta gaditano. Desde aquel Marinero en Tierra que en 1924 le valió el Premio Nacional de Poesía, hasta las Canciones para Altair que escribió ya anciano pero joven de amor, Clara Montes ha tejido un repertorio que late con ritmos flamencos, americanos, mediterráneos, atlánticos y de jazz, hilando la memoria, el exilio, la nostalgia y la reconciliación.

“Este disco es un homenaje a Marinero en Tierra, el emblemático libro de Rafael Alberti, que cumple un siglo y fue el primero en recibir el Premio Nacional de Poesía. Todo ocurre por algo. Creo que es el momento”, nos cuenta Clara, con la sencillez de quien se sabe puente entre generaciones.

Su propuesta es un símbolo de memoria viva y compromiso cultural. Como aquel Alberti que volvió del exilio y llevó la poesía al Congreso de los Diputados en 1977, Clara recorre en su cante el mapa de las ausencias y los regresos.

“Es un pregón en las fiestas de la Virgen del Carmen, una fiesta marinera, de la gente de la mar… algo que engancha con mi último trabajo y creo que no es por casualidad”, dice ella misma, como quien se deja llevar por la marea.

 

La idea partió de la concejala de Cultura, Ana Valencia, que al escuchar Marinera en Tierra y esa Sevillana del Levante se quedó prendada de su fuerza y su espíritu gaditano. “Ella me llamó para proponerme ser la pregonera. Al principio le dije que sí sin pensarlo mucho, pensando que quizás no saldría, pero luego ya hablaron con mi mánager y me di cuenta de que iba en serio. ¡Ostras, que va en serio! (risas)”.

Clara Montes lleva décadas navegando escenarios con un repertorio que ha ido del sur de la pasión a la sinfonía más íntima, del homenaje a Antonio Gala al canalleo bien entendido, de unir puertos a desgarros y retratos, construyendo una trayectoria internacional que la ha hecho embajadora de la canción flamenca de autor y de la fusión mediterránea y atlántica. Una voz que sabe de versos oscuros y amores encendidos, y que ahora celebra veinticinco años de música con un homenaje al mar que la vio llegar y la verá pregonar.

Un disco nacido del amor a Alberti

El pasado 27 de abril vio la luz “Marinera en Tierra”, un disco que llegó a puerto tras muchas mareas y “todas unas circunstancias”, como dice Clara Montes con esa naturalidad suya que desarma. Un trabajo que germinó casi por azar, pero que acabó convertido en homenaje y rescate.

“Es un libro que todos conocemos porque nos lo enseñaban en el colegio y siempre me ha encantado”, confiesa.

Fue en El Puerto de Santa María donde la semilla prendió de verdad. Cada 16 de diciembre, la Fundación Rafael Alberti abre sus puertas para un encuentro de versos y memoria. Son jornadas emotivas donde cualquier persona puede recitar, donde los colegios participan con entusiasmo y donde los micrófonos se ofrecen abiertos, como el propio espíritu del poeta.

“También invitan a diferentes artistas para darle un poco de publicidad y que se dé a conocer la Fundación, que es un museo espectacular que mucha gente no conoce y es digno de visitar. No solamente es la casa de Rafael Alberti: hay obras de arte maravillosas, muchas de ellas relacionadas con la Generación del 27. No podemos olvidar que Alberti es el poeta pintor y hay piezas de artistas como Dalí o Miró…”

Aquel día la invitaron, y en la conversación surgió la chispa de hacer algo más. Al principio, Clara pensó que Alberti había sido musicalizado tantas veces que no quedaba ya nada por decir. Pero investigó y descubrió el silencio. Hacía años que nadie le ponía música. Estaba empezando a caer un poco en el olvido.

“No entendía muy bien por qué… Y la verdad es que luego comencé a investigar no su obra, que ya la conocía, sino su persona. Hablé con la familia, con la Fundación, y me enamoré de él. Es un personaje brutal como casi todos los de la Generación del 27. Hay quien cae mejor y quien cae peor. Dalí como artista es fascinante, pero como persona no me caía muy bien. Era demasiado exhibicionista… aunque he visto sus obras y te caes de espaldas.”

De Alberti, en cambio, le conquistó su humanidad. Su compromiso. Su exilio obligado. Su regreso cargado de palabras para reconciliar.

“Hablamos de un tipo que arriesga su vida para salvar las obras del Museo del Prado, que se las llevó a Francia para que no las destruyeran. De alguien que tuvo que exiliarse y al volver se compromete con la democracia. Fue diputado por Cádiz. Se pone a hablar con un neofascista para encontrar un punto medio. Es un hombre muy diplomático, abierto de mente, que apuesta por el diálogo para salvaguardar las libertades y los derechos esenciales del ser humano. Además, es muy divertido, gamberro en sus momentos… en definitiva, me conquistó y empecé a poner música a sus poemas.”

El resultado la hace feliz, aunque siempre hay ese vértigo de quien entrega algo tan íntimo al público.

“Estoy muy contenta con el resultado. Cuando una termina una obra siempre le asaltan sus dudas pero llevamos dos meses cantándolo y no han parado de llamarme. No he parado de trabajar. Ahora en agosto me tomo un descanso y en septiembre regreso a tope…”

Y ese regreso tiene ya fechas señaladas como faros en la costa: el 27 de septiembre en el Teatro Moderno de Chiclana y el 4 de octubre en el Claustro de Santo Domingo de Jerez.

“La verdad es que es muy bonito, sobre todo el ‘feedback’, la retroalimentación de la gente, del público… estoy muy contenta”, concluye, con esa alegría sencilla y luminosa que suena a palmas y olas.



Un ancla en el sur: el mar, Barbate

Si algo late en el cante de Clara Montes es el mar. Y no sólo el Mediterráneo y el Atlántico de sus fusiones musicales, sino ese mar íntimo y propio que le viene de cuna. Porque si se enamoró de Alberti, también hace ya muchos años se enamoró de Barbate y de sus alrededores.

 

“Eso fue hace muchos años. Es una historia larga”, dice con media sonrisa, como quien se dispone a contar un fandango reposado.

Nacida en Madrid, hija de padres andaluces pero no gaditanos, Clara creció entre Huelva, Sevilla y la capital. Su infancia está trenzada con salitre y redes: su padre, junto a un socio, tenía un barco que faenaba en la ría de Punta Umbría. “Salía a pescar, incluso varios días. Esa pasión por el mar me la transmitió desde pequeña. Por eso es tan importante para mí ser pregonera de la Feria de la Virgen del Carmen…”.

Recuerda cómo salían de niñas a ver procesionar a la Virgen del Carmen sobre las aguas. Tras la muerte de su padre, su madre vendió aquel piso marinero de Punta Umbría y la familia empezó a acercarse cada vez más a Cádiz. Fue un cambio hecho de etapas, con sabor de mudanza lenta: primero Conil, luego Zahora.

“Aunque yo ya había venido a la zona con mis amigos cuando tenía 17 años y me encantaba, mi vinculación de forma más constante comienza en esa época en la que mi madre se asienta en Zahora. Y es que Barbate se parecía a ese Punta Umbría que yo había conocido de niña, antes de que el ladrillo y el turismo hicieran acto de presencia. Al llegar aquí regresan los olores, la visión de cuando yo era niña, de lo que más me gustaba de mi infancia, de aquellos veranos, de aquellas temporadas en invierno y en Semana Santa en Punta Umbría. Ese recuerdo lo revivo y lo reconozco aquí, con lo que Barbate, sus alrededores, sus costas, sus playas, su pinar, se convierte en mi punto de referencia”.

Con el tiempo, la vida siguió su curso, trenzando herencias, decisiones y querencias.

“Años después fallece mi abuela y heredo un dinerito que en Madrid no daba para nada, y más siendo artista… por lo que decido comprarme un cachito de tierra aquí, en Zahora…”.

Así fue como Clara Montes, con la determinación de quien se sabe nómada pero busca su puerto, acabó por echar raíces junto al mar que la vio crecer y soñar.

“Llevo más tiempo vivido con una casa aquí que en cualquier otro sitio, que en cualquier lugar del mundo”.

Barbate se convirtió para ella en ese refugio, en ese escenario real donde se cruzan memoria, presente y futuro. Un sitio que huele a marisma, a viento de levante, a copla y a vida.

Hay quien echa raíces sin apenas darse cuenta, como las buganvillas que trepan silenciosas hasta cubrir paredes enteras. Así fue el arraigo de Clara Montes en esta tierra. Porque aunque ya llevaba años a caballo entre Madrid y Zahora, hubo un momento definitivo, un antes y un después marcado por la vida que crece.

“Decidí, cuando me quedé embarazada de mi hijo, que ahora tiene 22 años, dejar la casa de Madrid y asentarme aquí de forma definitiva. Es decir, llevo 25 años aquí pero hace 22 cuando decidí que esta era mi verdadera casa, mi hogar”. No lo dice con impostura, sino con la claridad de quien lo ha elegido a conciencia. Incluso tiene un gesto que confirma esa certeza de vecina implicada:

“Estoy empadronada aquí, que es donde pago mis impuestos”, cuenta sonriendo, justo después de haber estado en la oficina de recaudación antes de la entrevista. “A mí me gusta pagarlo porque eso ayuda a que Barbate esté mejor. Aunque a nadie le gusta pagarlo, los impuestos son necesarios porque luego queremos recogida de basura, mejoras en las calles, agua, sanidad, educación…”.

Su hijo es barbateño de pleno derecho, aunque como muchos paisanos vio la luz en Puerto Real.

“Mi hijo es barbateño. Aunque nació como otros muchos barbateños y barbateñas en Puerto Real, está registrado aquí…”.

Y en medio de aquel momento trascendental de alumbramiento, guarda una de esas anécdotas chispeantes que sólo se viven de verdad en la intimidad de la sala de partos:

“En el paritorio del Hospital de Puerto Real por aquel entonces estaban los dos paritorios enfrentados por si hay algún problema y los médicos se ayudan. Coincidí con una mujer con la que compartí habitación y también parimos prácticamente juntas. En Barbate hay un chaval que nació el mismo día y a la misma hora que mi hijo. Esa mujer podía haber sido de cualquier otro sitio pero era de Barbate…”.



Se ríe al recordarlo, con la memoria viva y la complicidad intacta: “En la habitación nos pusimos a charlar y de pronto me dijo cómo te pareces a Clara Montes, a la cantante esa… Claro, yo recién parida, mi cara descompuesta… Le dije que no es que me parecía, es que era Clara Montes y nos dio un ataque de risa brutal, de esos que no se olvidan. Ya sabes que tras el parto la oxitocina está por las nubes. Nos dio tal ataque de risas que incluso entraron los enfermeros a ver qué nos pasaba… Durante un tiempo nos encontrábamos por el Mercado pero le perdí la pista con los años”.

 

Así se tejen las historias pequeñas que hacen grande a un pueblo. Porque para Clara Montes Barbate  es un puerto elegido, un hogar de verdad, con todas sus alegrías, sus impuestos, sus encuentros y sus risas compartidas.

Barbate, su riqueza natural

Para Clara Montes, hablar de Barbate no es solo recitar sus playas o sus pinares como si fueran una postal más. Es reflexionar sobre un tesoro vivo, frágil y poderoso a la vez. Porque Barbate, con sus costas atlánticas, sus marismas, su Breña y sus acantilados, conserva algo que otros lugares perdieron cuando el turismo arrasó con su esencia.

“Sí, Barbate todavía mantiene la esencia, no se ha desvirtuado como ha ocurrido en otros municipios que han sucumbido al turismo de masas… pero hay que cuidarlo. La gente debe ser consciente de que hoy en día la naturaleza es la mayor fuente de riqueza”.

Su voz adquiere un tono casi didáctico cuando defiende esa idea con pasión: tener ese océano, esas playas salvajes, el Retín, las marismas, es mucho más que un privilegio. Es capital. Es futuro.

“El turismo de naturaleza es el que más dinero deja y el que más futuro tiene. Hay que hacer las cosas con elegancia, preservándola para que sea público y atraiga a más gente. No hacen falta tantas plazas hoteleras sino que sean de calidad y respetuosas con este entorno tan maravilloso”.

Clara Montes mira con ojos críticos pero esperanzados.  “Barbate es rico, muy rico… Hay que aprovechar que haya tardado más en explotar turísticamente para aprender de los errores que se han cometido en otros municipios. Ese hándicap ahora es una oportunidad. Si se sabe gestionar, será espectacular”.

Para ella, la clave está en no confundir desarrollo con destrucción. En hacer de la naturaleza un aliado, no una víctima.

“Además, Europa bonifica a los municipios que son creadores de CO2 y Barbate es muy rico. Si eso se gestiona con inteligencia, se crecerá en un ecoturismo que es el futuro. Eso sería la bomba…”.

Pero para llegar a eso hace falta algo más profundo que dinero o planes urbanísticos: “Hay que tener más educación medioambiental. El medio ambiente, la naturaleza, no es contraria a la creación de riqueza o al crecimiento”.

Reconoce que en los últimos años las cosas se han complicado, con un crecimiento rápido y no siempre ordenado. “Hay cierto descontrol. Es difícil de gestionar, pero aún estamos a tiempo de crear una evolución en positivo. Barbate es tan bello, tan maravilloso, con su pueblo y su entorno… solo hay que querer hacerlo. El pueblo solo necesita embellecer sus plazas, jardines… con eso ya es suficiente porque es un pueblo marinero, precioso, orgulloso”.



“Barbate tiene que crecer y es lógico. Pero vamos a aprender de los errores de otras zonas y vamos a preservar la esencia. El turismo masivo trae gente que compra en supermercados y no gasta tanto. Apostar por la calidad es lo ideal. Atraer gente que se gaste trescientos euros en una habitación, que salga a comer a restaurantes… Barbate aún se lo puede permitir porque tiene sus territorios muy vírgenes. Hay que apostar por la calidad antes que por la cantidad, que además genera puestos de trabajo más estables y mejor remunerados”.

Vida sencilla y luminosa

“Hablamos de un paraíso natural”, afirma Clara Montes, mientras desgrana con calma los rincones donde le gusta perderse. El Mercado de Abastos es parada obligada: allí compra el pescaíto fresco, se entretiene con una tapita en El2 entre risas, o se sienta en El Sitio a dejar pasar la tarde. Cuando quiere darse un homenaje de verdad, elige El Campero, sabedora de que el atún en Barbate se honra como un tesoro.

Para la playa no hay dudas: la del Faro de Trafalgar. Le queda cerca de casa y le regala paseos que la inspiran, con atardeceres que incendian el horizonte. Dice que esos atardeceres son únicos, como toda la costa de Barbate. Incluso bromea con la estampa de los extranjeros que aplauden al sol cuando se hunde en el océano Atlántico, mientras reconoce que mucha gente no tiene la suerte de ver el sol más allá de un balcón.

En verano, admite que se agobia un poco más, porque siente que todo se llena, “como si te invadieran la casa”, pero enseguida recuerda que es lógico, que mucha gente busca esa experiencia y que el turismo trae empleo y riqueza. Eso sí, cree que ese turismo debe ir de la mano de mejoras en infraestructuras y servicios como la recogida de basura o el alcantarillado.

Agosto lo vive con más recogimiento. Dice que casi nunca trabaja porque es más de teatros, que en julio participa en un par de festivales y que si puede se escapa al norte “buscando la fresquita”. Y si no, se queda encantada en casa: se levanta temprano, coge la bici, se da un baño y regresa a su refugio.

Tiene un amor profundo por el pescado, inculcado desde niña. Recuerda ir al mercado con su madre y su padre, y aquellas visitas a las subastas en la lonja, viendo llegar los barcos y vivir el bullicio de las pujas. “Es muy difícil quitarse el mar de dentro una vez que lo conoces”, confiesa con una media sonrisa. No olvida tampoco la impresión del atún más grande que vio en su vida, en Garrucha, cuando apenas era una niña: 570 kilos, “un monstruo” que se le quedó grabado para siempre.

Del pescado le gusta todo, pero el atún la entusiasma. Asegura que en Barbate se ha hecho algo muy valioso en los últimos años al poner en valor el atún rojo de almadraba. “Del atún me gusta hasta el pellejo”, dice entre carcajadas, recordando a su amigo Ángel León cocinando callos marinos en su casa. Para ella, el atún es como el cochino del mar: se aprovecha todo, hasta el morro y el corazón.

Pero si algo destaca por encima de todo es la gente de Barbate. Le fascina su hospitalidad, su alegría, su forma de ser. Encuentra en ellos un aire flamenco y orgulloso que le resulta irresistible. Ir al puesto del Mercado de Abastos es como visitar a la familia: hay bromas, complicidad, una cercanía natural. “Es un pueblo muy orgulloso. Y me encanta que mantenga su esencia, sus raíces… incluso aunque crezca”, concluye, con esa mezcla de cariño y respeto que solo tienen quienes de verdad han hecho suyo un lugar.

Pregón con salitre, verso y compás

Del pregón prefiere guardar el secreto. “No te puedo contar nada… bueno, sí, un poquito”, concede al final con una sonrisa. Será un homenaje sentido a Rafael Alberti, al que cantará y recitará. “Un pregón muy marinera en tierra”, resume, con la promesa de una noche de versos, música y oleaje.

Tiene previsto venir acompañada de músicos de primer nivel. Luis Balaguer, guitarrista algecireño, catedrático de la Guitarra Flamenca de Jerez y decano entre los maestros del flamenco en España, será su compañero de cuerdas. Se nota orgullosa al mencionarlo. A la percusión se sumará Malik Ziad, para darle al pregón un latido vivo. Aunque el disco original está hecho con piano y contrabajo, en Barbate lo interpretarán con guitarra y cajón. “Porque Barbate es muy flamenco”, explica con naturalidad, como quien sabe que aquí el compás late bajo la arena.

Barbate, insiste, es un pueblo mestizo. Un lugar donde las culturas se han entreverado durante siglos, dejando huella en sus gentes. “Eso lo llevan en la sangre. De ahí su apertura… Tiene un pasado repleto de historia y cultura”, dice con admiración. Para Clara Montes, ese espíritu marinero y hospitalario convierte el pregón en un acto de comunión con el pueblo que eligió para vivir, con la tierra donde ha echado raíces y con el mar que siempre la acompaña.

Así, con la voz de Clara Monte cantando los versos de Alberti,  como si me sumergiese entre olas de pura melodía, cerramos este viaje que es canto y recuerdo, historia y mar. Porque en cada verso, en cada nota, sigue viva la esencia del marinerito que nos enseñó a escuchar el latido profundo del océano y el pulso de una tierra que se niega a perder su alma. “Tan dulce era su cantar, que el aire se enajenaba”.



 

© Copyright 2025 Andalucía Información