El portazo
Por fin Zapatero da a la crisis en que estamos inmersos su verdadera dimensión. Pero lo hace tarde, muy tarde...
Por fin Zapatero da a la crisis en que estamos inmersos su verdadera dimensión. Pero lo hace tarde, muy tarde.
Por fin Zapatero confiesa que no dispone de un GPS con que trazar la ruta a seguir y solicita el pacto de todas las fuerzas políticas y sociales de este país para salir del atolladero. Pero también en esto se retrasa. Hace tiempo, al menos desde que su vicepresidente económico comenzó a hacer notar su propio desaliento, que el presidente del Gobierno debería haber tendido esos puentes que hoy reclama.
Pero, dicho esto, y dejando clara la responsabilidad por empecinamiento de quien nos gobierna, deberemos aceptar que el reconocimiento de los errores y la rectificación podría ser el mejor punto de partida para comenzar a afrontar esta crisis. Y que para hacerlo con eficacia es necesaria la colaboración de todos.
En el debate político del martes, los distintos grupos parlamentarios y fundamentalmente el portavoz de Convergencia y Unió, José Antoni Durán i Lleida, apuntaron claramente en esa dirección, pero no así quien mejor podría colaborar a facilitar una etapa de consenso en esta materia, no así el líder del primer partido de la oposición, Rajoy, que volvió a hacer el mismo discurso de siempre, esta vez de forma más dura y desabrida. El presidente del PP dio un fuerte portazo a las aspiraciones de lograr el gran pacto; y lo hizo movido por un deseo de contentar a los suyos, mostrar su fuerza y recomponer su desdibujado perfil de líder. Se le notó mucho una intranquilidad y un malhumor que sólo aliviaron los estruendosos y largos aplausos de sus diputados puestos en pie. En ese debate Zapatero le pidió que no pagase contra el sus problemas internos, y volvió a hacerlo durante la sesión de control: “Piense los cambios que necesita su partido”. Mala cosa.
No es momento de volver a la crispación. Ni Rajoy debe hacer pagar los platos rotos en su partido a las posibilidades de entendimiento y acuerdo para salir de la crisis lo antes y lo mejor posible, ni Zapatero debería acusar el golpe de una acritud coyuntural comprensible, para devolverlo en un pin pan pun que a nadie beneficia. Manca fineza y también inteligencia en estos tiempos turbulentos. Porque tanto a Rajoy como a Zapatero les vendría bien huir de la acritud y volver al camino del entendimiento. Rajoy sería mucho más líder y Zapatero mucho más presidente. No hay que dar portazos, hay que abrir puertas.
Por fin Zapatero confiesa que no dispone de un GPS con que trazar la ruta a seguir y solicita el pacto de todas las fuerzas políticas y sociales de este país para salir del atolladero. Pero también en esto se retrasa. Hace tiempo, al menos desde que su vicepresidente económico comenzó a hacer notar su propio desaliento, que el presidente del Gobierno debería haber tendido esos puentes que hoy reclama.
Pero, dicho esto, y dejando clara la responsabilidad por empecinamiento de quien nos gobierna, deberemos aceptar que el reconocimiento de los errores y la rectificación podría ser el mejor punto de partida para comenzar a afrontar esta crisis. Y que para hacerlo con eficacia es necesaria la colaboración de todos.
En el debate político del martes, los distintos grupos parlamentarios y fundamentalmente el portavoz de Convergencia y Unió, José Antoni Durán i Lleida, apuntaron claramente en esa dirección, pero no así quien mejor podría colaborar a facilitar una etapa de consenso en esta materia, no así el líder del primer partido de la oposición, Rajoy, que volvió a hacer el mismo discurso de siempre, esta vez de forma más dura y desabrida. El presidente del PP dio un fuerte portazo a las aspiraciones de lograr el gran pacto; y lo hizo movido por un deseo de contentar a los suyos, mostrar su fuerza y recomponer su desdibujado perfil de líder. Se le notó mucho una intranquilidad y un malhumor que sólo aliviaron los estruendosos y largos aplausos de sus diputados puestos en pie. En ese debate Zapatero le pidió que no pagase contra el sus problemas internos, y volvió a hacerlo durante la sesión de control: “Piense los cambios que necesita su partido”. Mala cosa.
No es momento de volver a la crispación. Ni Rajoy debe hacer pagar los platos rotos en su partido a las posibilidades de entendimiento y acuerdo para salir de la crisis lo antes y lo mejor posible, ni Zapatero debería acusar el golpe de una acritud coyuntural comprensible, para devolverlo en un pin pan pun que a nadie beneficia. Manca fineza y también inteligencia en estos tiempos turbulentos. Porque tanto a Rajoy como a Zapatero les vendría bien huir de la acritud y volver al camino del entendimiento. Rajoy sería mucho más líder y Zapatero mucho más presidente. No hay que dar portazos, hay que abrir puertas.
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