Ha caído muy mal en el sector del aceite de oliva de Jaén la decisión anunciada por el comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, de tumbar la propuesta para suprimir las aceiteras rellenables en la hostelería, que se había acogido con un amplísimo consenso por la sencilla razón de que es una medida que favorece la calidad y la imagen del producto estrella de Jaén. Era un paso muy apropiado para colocar al buen aceite de oliva en su sitio, pues aunque en bares y restaurantes se ha avanzado en los últimos años y por lo general se consumen buenas grasas, todavía quedan desaprensivos y por tanto merecía la pena imponer una medida tajante para evitar fraudes, y a pesar de los inconvenientes para buscar productos irrellenables bien aceptados por el mercado, en Jaén se había hecho una piña y la prueba está en las reacciones de generalizada protesta que se han producido nada más conocerse que Bruselas aceptaba la presión, sobre todo, de países como Alemania y Reino Unido, que es de lo más sospechoso, y en cambio no se tenían en cuenta los intereses del principal país productor, con lo que las políticas que nos vienen de la UE cada vez parecen más ajenas a la defensa de nuestros sectores productivos. Si esto es así cualquier cosa se puede esperar de la PAC que se está debatiendo y que pudiera ser otra chinita en el camino de un futuro mejor para el olivar y el aceite de Jaén. Respecto al tema de las familiares aceiteras es de esperar que el Ministerio español haga suya la propuesta que fracasa en Europa si estamos a favor del prestigio del oro líquido jienense.
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