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?Dolce far niente?

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Nos dirigen. Desde siempre y desde todos los ámbitos. Desde la infancia hasta la edad adulta. Siempre están diciéndonos qué tenemos que hacer, dónde y cómo. El colmo sería que nos dijeran qué tenemos que hacer con nuestro tiempo libre, bueno, pues ya lo hacen. En todos los suplementos semanales de cualquier publicación y hasta en los informativos de radio y televisión nos dan pistas y detalles de lo que podemos hacer durante el fin de semana o durante nuestras vacaciones. Normalmente, nos informan de las fiestas de los pueblos, de tal o cual estreno de cine o de teatro, o de la publicación de una nueva obra de algún afamado autor.

Y hasta ahí no estaría mal la cosa, incluso sería de agradecer, porque dan ideas, a quien las necesite, para rellenar su tiempo libre. Pero últimamente, estamos asistiendo a toda una aberración; lo que a los chavales en edad escolar les mandan los maestros para hacer como deberes para las vacaciones o los findes, a nosotros, los adultos, las multinacionales de los videojuegos nos lo quieren camuflar en forma de ejercicios mentales con el pretexto de retrasar nuestra senilidad. Qué listos son los de la Nintendo, pretenden mantener nuestras mentes en forma vendiéndonos maquinitas con las que nos rompamos las neuras a base de sudokus y estresantes cálculos mentales, como si no tuviéramos que hacer ya bastantes cálculos y sudokus para llegar a fin de mes. Ya se sabe que el hambre agudiza el ingenio, así que nada mejor que la crisis para volvernos más listos.

Abogo desde aquí por lo que los italianos, grandes vividores en el más noble sentido de la palabra, llaman el dolce far niente que consiste, según la acepción que le dieron sus sabios abuelos los romanos, en el halago a los sentidos o lo que en español llamaríamos lisa y llanamente rascarnos las p... Y es que, en estos tiempos que vivimos, en los que parece que siempre tengamos que estar haciendo algo productivo, y entiéndase lo de productivo como algo material normalmente ligado al dinero, el Hombre, como animal racional que aspira a lo trascendente, necesita como el comer esos espacios en blanco, sin hacer absolutamente nada, para volver a la vorágine diaria con las pilas recargadas.

Y si los italianos descubrieron el fondo de la cuestión, nosotros descubrimos la forma. Nuestro parentesco con ellos se muestra en esa nuestra gran aportación universal al dolce far niente, y nunca suficientemente valorada, que es la siesta, rodeada de toda la parafernalia que conlleva para su correcta ejecución en forma de trono (sofá), capa de armiño (mantita) y cetro (mando a distancia), y que nos convierte en rey de nuestro salón durante esas tediosas horas de la sobremesa en las que el sopor se adueña de todo.

Por contra, a los europeos del Sur nos tachan de poco productivos, sería que Picasso, García Lorca, Maquiavelo, Da Vinci, Goya, Almodóvar, Dante o Fellini eran escandinavos.

No nos dejemos engañar pues, que no nos roben nuestro tiempo de descanso con hobbies raros ni con supuestos ejercicios para ejercitar la mente. Hagámosle caso a Raymond Carver, autor estadounidense, país donde todo se mide en productividad, cuando decía: “Hoy, como todos los días, he reservado el tiempo necesario para no hacer nada de nada”.

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