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El legado de Juanito

No podía ser de otra forma. Esta columna semanal que gentilmente me regala Viva Jerez debía, en esta ocasión, dedicarla al desaparecido Juan Andrés García...

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No podía ser de otra forma. Esta columna semanal que gentilmente me regala Viva Jerez debía, en esta ocasión, dedicarla al desaparecido Juan Andrés García. Amigo y hermano del alma, se nos fue el pasado Domingo de Resurrección de repente, casi sin darnos tiempo a despedirnos de él. En estos días he pensado mucho sobre la muerte. A la catarsis por la desaparición de Juanito se ha sumado una reflexión serena sobre la vida y sobre el papel que cada uno de nosotros representamos en el universo. En el transcurso de las profundas conversaciones que manteníamos Juanito y yo, entre copa y copa, en más de una ocasión hablamos de la búsqueda de la felicidad como concepto de vida. De exprimir los momentos felices y atesorarlos como oro en paño, conscientes de su carácter efímero. Añorábamos y esperábamos esos ratos semanales de charla y sueños e intentábamos dilatarlos en el tiempo. ¿Recuerdas ‘Tito Esteban’ lo que hiciste hace tres días? ¿Y la semana pasada? Yo negaba con la cabeza a la vez que él me hacía otras preguntas: ¿Pero a que sí recuerdas cuando en 2001 fuimos al congreso de periodistas de Almería y acabamos bañándonos en la playa de madrugada riéndonos del mundo? ¿A que también te acuerdas de la fiesta en casa de Nacho en 2006 o de cuando nos quedamos dormidos bajo un árbol en tu casa de El Puerto y despertamos llenos de hormigas? Yo asentía con la cabeza sonriendo. “Pues bien -sentenciaba Juanito- al final esos son los buenos momentos que nos llevamos para el otro barrio”. En estos días de tristeza por la desaparición de mi hermano, pienso mucho en todo esto y me pregunto si Juan me estaba legando a su manera una filosofía que él mismo aplicó en su vida con conceptos como “capear el temporal cuando éste afloraba”, “ser fiel consigo mismo y con los demás”, “procurar no enfadarse con nada ni con nadie (no merece la pena, decía)” o  “consignar los buenos momentos en un rinconcito del corazón”. Es de perogrullo, pero estamos en esta vida para vivir, conscientes de un final cierto. Hay personas que viven 100 años y no le sacan el jugo que Juanito obtuvo de la vida. Murió joven pero vivió intensamente. Así quiero ser y así quiero vivir. La semana próxima un grupo de amigos nos reuniremos para comer y brindar por él. Estoy seguro de dos cosas: Que él estará con nosotros y que aunque pasen muchos años siempre recordaré ese momento. Tal y como él hubiera querido.

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