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Trashumancia

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   Días de camino atravesando sendas quebradas, expuestos a los caprichos de la naturaleza y rehuyendo las comodidades del transporte a motor. Sin temer al frío o la lluvia. Sorteando obstáculos, improvisando la hora del almuerzo a las exigencias del día que se tenga por delante.

  A pie o a caballo. La trashumancia sigue existiendo en nuestro Siglo y pervive gracias a quienes aún se resisten a abandonar una forma de vida tan ancestral y apegada a la tierra.
  Días atrás Canal Sur emitía un reportaje en su programa 75 Minutos que rescataba, no del olvido pero si del ostracismo de la sociedad, esta realidad. Precisamente ese reportaje me reconciliaba en parte con la televisión autonómica que siempre parece tener a Jaén en segundo, tercer o cuarto plano.
  Acentos cotidianos y parajes que frecuento, de la mano de una periodista jienense, Beatriz Díaz, que aferrada a esa verdad televisiva de “no es lo mismo contarlo que vivirlo”, recorrió las veredas y se hizo trashumante.
  Tiene Jaén un vínculo que le une a las provincias de Cuenca, Guadalajara y Teruel gracias a la trashumancia. Fueron muchos los ganaderos que vinieron de sus sierras a nuestra tierra buscando parajes más cálidos para el bienestar de sus reses. Muchos se quedaron para siempre y acabaron haciéndose jienenses al formar sus familias aquí.
  La huella de estos ganaderos trashumantes se extiende por toda nuestra Sierra Morena, desde La Carolina a la sierra de Andújar. No hay más que asomarse a todas las ganaderías de bravo que discurren por allí, rastrear su historia y encontrar en la trashumancia una respuesta.
  Y en el lado opuesto de la provincia, un caso singular: el de la familia de los Zorros. Siguen, año tras año, atravesando nuestra provincia desde Santiago de la Espada a Baños de la Encina con todo su ganado bravo conformando un espectáculo de extraordinaria belleza que a su paso hace salir a la gente de los pueblos para ver pasar las reses.
Ellos mantienen una faena de campo, simplificando su modo de vida por tal de ser fieles a un espíritu, sacrificado y al mismo tiempo romántico. Pero olvidado totalmente de nuestra Administración que no respeta como debiera los caminos de ida y vuelta cuando se hace la vereda.

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