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Pitos y flautas

Resulta ya repetitivo decir que España es un país de pandereta. También es de todos conocido que el sistema educativo español se ha degradado hasta límites insospechados...

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Resulta ya repetitivo decir que España es un país de pandereta. También es de todos conocido que el sistema educativo español se ha degradado hasta límites insospechados. Igualmente penosa es la constatación de la manipulación que algunos políticos hacen de sus ideologías, principalmente las nacionalistas, en un reduccionismo patético que roza, cuando no entra de lleno, en un integrismo sólo comprensible para las mentes que lo siguen con un índice de inteligencia muy por debajo de la media.

Si mezclamos esos tres ingredientes, obtendremos espectáculos tan primarios y bochornosos como la pitada contra la Marcha Real y la entrada de Sus Majestades los Reyes de España en el Estadio del Mestalla, en Valencia, en la celebración de la final de la Copa de Fútbol de Su Majestad el Rey.

Las protagonistas de dicha vergüenza fueron partes de las hinchadas de los equipos contrincantes, el Athletic de Bilbao y el Fútbol Club Barcelona. Los españoles, como españoles que eran los hinchas protestones, tendemos a expresar nuestra opinión sobre cualquier tema de una forma vehemente, y más vehemente aún si nos encontramos en grupo. Creemos llevar razón vociferando y haciendo cuanto más ruido mejor. Es el poder de la jauría.

La protesta en el estadio no se sabe muy bien hacia quién o hacia qué iba dirigida, me explico, si pitaban contra la presencia del Rey, era algo totalmente incongruente, dado que el evento era nada más y nada menos que la final de la Copa del Rey, con lo que su asistencia resultaba del todo lógica y yo diría que hasta indispensable. Si pitaban contra el Himno Nacional o Marcha Real, también resulta del todo incongruente, dado que en todos los actos oficiales, y éste lo era, que cuenten con la asistencia de Su Majestad el Rey, suena dicho himno. Y de todas formas, si lo que pitaban era contra su propia condición de españoles que no quieren pertenecer al Reino de España, ¿no es una contradicción ridícula participar en la Copa de un Rey de un país del que no quieren formar parte?

Que el sistema educativo español hace aguas por todas partes no es descubrir nada nuevo. Antes teníamos varias generaciones de españoles analfabetos y sin criterio, ahora tenemos toda una generación de ciudadanos aparentemente formados, que han pasado por escuelas, institutos y universidades, y que no saben, porque nadie se ha molestado en explicárselo, el origen o las funciones de la Corona, el porqué de su existencia o la Historia, la verdadera Historia, de Cataluña y el País Vasco.

Sería interesante saber el promedio de edad y el origen de los hinchas que chiflaron contra Sus Majestades los Reyes y contra el Himno Nacional, apuesto a que la gran mayoría eran jóvenes de los que están convencidos de que la bandera roja y amarilla fue un invento de Franco y que a Juan Carlos I el gallego se lo sacó de la chistera para perpetuar su dictadura y seguir oprimiendo a los pobrecitos catalanes y vascos que apenas sí pueden respirar con tanta opresión.

Y todo esto no pasaría de ser algo meramente ridículo, una fantochada estúpida, una payasada de unos niñatos analfabetos funcionales si no fuera porque detrás están los de siempre, los que manipulan la Historia y las mentes de esos jóvenes palurdos y que estoy seguro que se frotaban las manos llenos de satisfacción viendo que el chiringuito que se han ido montando durante años para seguir viviendo del cuento supuestamente antifascista y antiespañol les está dando resultado, todo ante la tremenda indiferencia de las autoridades políticas y educativas que no hacen nada por remediarlo.

De entre las asignaturas pendientes que nos quedaron a los españoles en nuestra Transición, está la labor pedagógica objetiva y seria de transmitir a nuestras generaciones más jóvenes la génesis de España como Estado y la vertebración que del mismo es la Corona. La Constitución, esa ley básica que nos dimos los españoles hace 30 años, debe estudiarse en los centros educativos como texto cívico de convivencia y democracia y como guía de conocimiento que explique a los jóvenes de dónde venimos, quiénes somos y el porqué de nuestras instituciones y modos de vida.

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