Gran Canaria esconde un poema inédito de Miguel de Unamuno

Publicado: 11/01/2017
Dedicó a Susana Jardín Doménech, la mujer del cónsul de Inglaterra en Canarias, a quien el escritor conoció durante un almuerzo
Gran Canaria esconde un poema inédito del escritor y filósofo español de la Generación del 98, Miguel de Unamuno, texto que dedicó a Susana Jardín Doménech, la mujer del cónsul de Inglaterra en Canarias, a quien el escritor conoció durante un almuerzo al que fue invitado durante el mes que pasó en la isla en 1910.

Se trata del documento primigenio de una obra que se publicaría después con algunas modificaciones en la composición lírica 'El poema del mar. Letanía al mar, contenido en Rosario de Sonetos Líricos' (1911), un borrador que aún guarda la descendencia de la mujer.

Así lo explicó a Europa Press el cronista oficial de Telde, Antonio González, que añade que el encandilamiento del escritor con 'Doña Susana' fue tal que le dedicó unas palabras en mitad del almuerzo que quedarán para la posteridad.

El también director de la Casa Museo León y Castillo matizó que Unamuno no pasó los límites de un caballero de la época. "Fue una especie de caballero galante pero jamás sobrepasando el límite de la buena educación y las buenas formas", matizó.

VIAJE DE UNAMUNO A GRAN CANARIA EN 1910

El 22 de junio de 1910, Miguel de Unamuno llegó a la capital grancanaria como invitado de la Sociedad El Recreo en calidad de mantenedor [figura invitada] en los primeros Juegos Florales [certamen literario] que se celebraron en la ciudad, hospedándose en el Hotel Continental, que estaba ubicado en la Plaza de San Bernardo.

Durante el mes que estuvo en Gran Canaria, el escritor entró en contacto con los intelectuales canarios de la época. Entre ellos estaba la familia Pavillard-Jardín, formada por cónsul de Inglaterra en Canarias, Víctor Eugeno Pavillard, y la canaria Susana Jardín Doménech.

Pavillard llegó a Gran Canaria en el año 1898 para trabajar como contable de la Compañía Elder Dempster Line, ascendiendo en años posteriores hasta ser director General de dicha empresa en su delegación de Las Palmas de Gran Canaria y dedicando más de 50 años al comercio entre la isla y Gran Bretaña.

Además, promovió en Gran Canaria bastantes eventos socioculturales, lo que conllevó el aprecio de la sociedad insular, y contrajo matrimonio con Susana Jardín Doménech, una mujer de elogiada belleza y simpatía que tuvo una gran labor altruista entre la sociedad de la época.

EL MATRIMONIO INVITÓ A UNAMUNO A UN ALMUERZO

Por su parte, en el mes de julio de 1910, el matrimonio invito a Unamuno a un almuerzo en su residencia ubicado en Las Rosas de Tafira de la capital junto a representantes de la colonia inglesa.

Pavillard y Unamuno mantuvieron una conversación animada durante toda la comida, mientras que éste último reparó en la belleza natural de la esposa, que parecía una 'lady' inglesa por sus facciones, aunque en realidad era canaria.

"En un principio --expuso el cronista-- Unamuno, como ella estaba callada, sonriéndole y departía con los ingleses, pensó que era una inglesa hasta que estableció conversación con ella y se dio cuenta de que era una canaria, y además con acento de Gran Canaria".

UNAMUNO SACÓ UNA CUARTILLA DE SU CHAQUETA Y LA LEYÓ ANTE LOS PRESENTES

En un momento dado del almuerzo, el escritor quiso hacer justicia a la belleza de Susana, por lo que decidió homenajear a la mujer llevado por su platónica admiración.

Así, sacó una cuartilla de su chaqueta y comenzó a leer unos versos. Para sorpresa de Unamuno, al finalizar Susana le agradeció las palabras en un español con cadencia canaria. Las palabras del escritor fueron:

Cuna de la vida, -de las tradiciones;

tu canto es el cantar de las sirenas;

que todo lo saben.;

Campo de misterio.- tumba de ambiciones;

eterna esfinge azul de crin de plata,;

cual es tu secreto?;

Mar de las memorias.- tu eres el olvido,;

tu canto en los recuerdos nos anega;

de antes de que fuésemos.;

Eres tú lo eterno.- tú lo que no cambia,;

tú que en tu lecho sin cesar te agitas,;

quieto mar errante.;

Cuna de la vida.- sé nuestro sepulcro,;

en el santo silencio de tu pecho;

acógenos, madre.;

Y que luego tus olas -canten nuestra vida,;

bajo el cielo impasible que te cubre;

y es reino de muerte.;

Cuna de la vida,- tumba del olvido,;

eterna esfinge azul de crin de plata,;

quieto mar errante!.

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