'El Coleccionista’ es una obra estremecedora, que se desarrolla en una atmósfera asfixiante, y que refleja lo peligroso de las relaciones humanas cuando se hacen sucias. Esta extraordinaria versión teatral de la novela de Jonh Fowles, que fue llevada al cine en 1965 por William Wyler, se representa en la sala Arte y Desmayo de Madrid, un lugar a tener en cuenta por la calidad de las obras que se suelen estrenar allí.
Frederick colecciona mariposas. Las caza y admira la hermosura de alguna de ellas. Después, las mata y las guarda. Es un solterón acomplejado, solitario, de infancia dolorosa, que vive con dos tías abuelas en una existencia en la que todos los días son iguales en lo gris. Pero le tocan las quinielas. Y todo cambia. Le sobra el dinero. Entonces compra una apartada casa de campo con una bodega inaccesible, y decide secuestrar a una chica de la que se cree enamorado. Decide vivir una emoción. Una emoción sucia.
‘El Coleccionista’ es un texto hermosísimo, que interpretan de manera colosal Juanma Ortiz y Cristina Arranz. La obra constituye una sublime reflexión sobre el amor, el desamor, la soledad, el deseo de dominación, la necesidad de compañía, y la perversión asesina a la que pueden conducir todas estas circunstancias cuando se viven de manera equivocada. “Es como si estuviéramos completamente desprovistos de respuestas”, exclama Frederick en un momento de la representación.
Este montaje de ‘El Coleccionista’, dirigido por Carlos Martínez Abarca, constituye también una muestra sensacional de que el gran teatro se basa en la sencillez. Eduardo Haro Tecglen decía que el teatro es palabra y actor. En esta función todos los elementos están puestos al servicio de la palabra y de los actores, y el resultado, ya está dicho, resulta estratosférico.
La simplicidad de este montaje recuerda a ‘El Cartógrafo’, de Juan Mayorga. ‘El Cartógrafo’ se estrenó mucho después que’El Coleccionista’ y son dos ejemplos de que en la búsqueda de la esencia está el buen teatro.
‘El Coleccionista’, al final, deja una sensación de asfixia en los espectadores. Es como si todos hubiéramos estado encerrados en esa bodega. Como esa chica que se degrada poco a poco a manos de ese psicópata que la asfixia en nombre del amor.