Tal día, en tal momento, fue horrible, me acuerdo como si fuera hoy. Aunque hayan pasado 20 años, jamás lo olvidaré. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal popular, se produjo al cumplirse las 48 horas que ETA había dado de plazo al Gobierno de José Maria Aznar para reagrupar a los más de 600 malditos presos de la banda asesina y, de paso, para frenar la euforia que se había desatado tras la liberación de Ortega Lara. Para casi todos los españoles, esas horas fueron interminables y muy dolorosas. Hacía calor en la plaza del Ayuntamiento, donde nos juntamos a esperar acontecimientos. No nos separábamos de la radio. Las lágrimas de impotencia recorrían nuestras mejillas y todos nos mirábamos en silencio viendo las horas pasar, con la angustia de saber que estaba condenado a muerte, porque el plazo concedido era imposible de cumplir y porque desde el principio el Gobierno manifestó que nunca cedería al ruin chantaje de estos canallas. Todo el dispositivo policial y la extraordinaria intervención del Juez García-Castellón fueron insuficientes. El sanguinario Txapote, el etarra que descerrajó dos disparos a sangre fría en la cabeza de Miguel Ángel, permanece recluido en su celda de la prisión de Huelva veinte horas al día. Solo. Aunque le correspondería salir en 2059, el mes pasado el juez de vigilancia penitenciaria montó un dispositivo para que este canalla saliera de permiso para visitar a su padre enfermo. Miguel Ángel, sin embargo, no pudo cumplir los 30 años. Confío que el Gobierno no repita la misma injusticia que con Bolinaga.
Y ahora, cuando celebramos el aniversario de aquel brutal asesinato, la alcaldesa de Podemos de Madrid, y algún que otro mamarracho más, puestos ahí por Pedro Sánchez, rechazan un pequeño homenaje a este buen hombre, porque, dicen ellos, supondría destacar a una víctima por encima de las demás, cuando centenares de personas han perdido la vida y miles han sufrido heridas a lo largo de las últimas décadas. Parece que estos comunistas solo tienen interés por los muertos del pasado muy remoto, como por ejemplo los de la guerra civil, o los de la época de Napoleón, y, por el contrario, una amnesia por los muertos coetáneos, como si estos no hubieran existido nunca. Sin duda han ido a pocos funerales, probablemente nunca fueron a un funeral causado por los asesinos de ETA y seguro jamás tuvieron que dar un pésame a una viuda o a un huérfano por el simple hecho de que su padre era un demócrata. Estos radicales de Podemos seguro que no fueron al de su padre, madre o hermana, ya que, de lo contrario, no hablarían con tanta ligereza. Aquel fue un asesinato brutal, a cámara lenta, retransmitido, que provocó el llanto y la catarsis ciudadana que movilizó a toda la sociedad española.
Pienso, luego estorbo
16:40 horas del día 10 de julio de 1997
Tal día, en tal momento, fue horrible, me acuerdo como si fuera hoy. Aunque hayan pasado 20 años, jamás lo olvidaré. El secuestro y asesinato de...
- Miguel Segovia Martínez
- Pienso, luego estorbo
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