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La tribuna de El Puerto

La impostura de la casa de vecinos

Im-pos-tu-ra. Cuatro sílabas de una palabra que define otro fenómeno cada vez más perjudicial en la sociedad actual

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Im-pos-tu-ra. Cuatro sílabas de una palabra que define otro fenómeno cada vez más perjudicial en la sociedad actual. La impostura, hoy como siempre, se ampara en la credulidad y la ignorancia, fingiendo y engañando para conseguir que las capacidades, actuaciones y características de determinadas personas y cosas parezcan lo que no son.

Narcisismo, soberbia, envidia y avaricia, están entre las miserias humanas que alimentan la impostura, no siempre buscando que algo o alguien pase por auténtico, sino también haciendo pasar por verdaderas a imputaciones falsas o maliciosas. Para “colar” una falsedad cuantas más personas sean testigo de ella, más posibilidades habrá que haya quienes la den por auténtica y la difundan como tal.

Unir el dicho “calumnia que algo queda” al de “en la venta está la ganancia”.

Así pues, la difusión interesada de lo falso, el propio núcleo de la impostura como tal, tiene más éxito en las sociedades cuyos miembros están mejor interconectados.

Son clásicos los ejemplos del pueblo pequeño y la casa de vecinos, donde todos se conocen, y no puede ocultar casi nada, aunque curiosamente también es donde se logra hacer pasar por ciertas muchas cosas y situaciones que realmente son falsas.

Como he señalado en otras ocasiones, los beneficiosos auges de las redes sociales y los canales de información, poseen un lado oscuro reflejado en el aumento de la desinformación.

Aunque hay quienes pretenden que se crea que es un subproducto del exceso de información que circula, achacable a errores o falta de profesionalidad, no siempre es así, sino que en buena parte la desinformación es intencionada.

Se trata de una modalidad de impostura de la que se valen determinadas personas e intereses para manejar a su antojo el mercado, la política y, en resumidas cuentas, la opinión pública sobre cualquier asunto, importante o no.

Las mencionadas redes sociales y canales de información, han transformado a grupos sociales enormes (globales habría que decir) en gigantescas casas de vecinos, en las cuales siempre hay quien se entera de todo para poder manipular la comunidad a su antojo, y quien logra engañarla haciéndole creer lo que a él le conviene sobre cualquier vecino.

Ya casi no nos extrañamos que existan personas con la habilidad de hacerse pasar por quienes no son o de hacernos ver hechos y cosas que no son tales.

Si no somos afines a lo que transmiten, al percatarnos de la farsa la criticamos ferozmente, pero muchos de los que lo son miran hacia otro lado. Así imposturas tales como la intelectual, la del arte contemporáneo y tantísimas otras, logran que se les admire e incluso que se les imite.

Nacen, crecen (y se reproducen) como los cotilleos en una casa de vecinos. Como las cucarachas en la basura.

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