Atravesada la barrera de la Semana Santa y una vez despejada la incógnita de la ocupación turística en esta nuestra comunidad ante el insistente mal tiempo que nos afecta y que a todos nos deja como a pasas en remojo porque la gente del sur no tiene pellejo para tanta agua, la cuestión des estos días es intuir para cuándo decidirá la presidente Díaz marcar el calendario electoral andaluz con las elecciones autonómicas y aunque se pase la vida, como esta semana en Huelva, repitiendo que no "tiene tiempo para eso" y tal y tal nadie la cree demasiado. ¿No tiene tiempo para pensar en eso? Hasta los que se colocan detrás para salir en el tiro de cámara, que vaya papelón eso de hacer de figurante modelo estatua solo por arropar o salir, saben que cuando un político dice "no" lo probable es que esté pensando exactamente lo contrario y que ya en su momento empleará los argumentos convenientes para culpar a otro de un "necesario" adelanto electoral por el "bien" del ciudadano y "jamás" por interés partidista.
A medida que avanzan las semanas resulta más evidente que el juicio del caso de los EREs puede resultar determinante para la toma de esta decisión, de hecho la declaración de esta semana en televisión del ínclito Guerrero señalando a la presidente Díaz como interesada en su momento en ver cómo avanzaban algunos expedientes ha sentado peor que mal en San Telmo y no por la credibilidad del ínclito en cuestión, que evidentemente no tiene ninguna tras confirmar su afición a esnifar cocaína con dinero público, sino por vincular su nombre al caso y a titulares en medios de comunicación de todo el país. Y esto irá a más a medida que avance el juicio y se aproximen las elecciones, de ello se encargarán los partidos que opositan. Crece por tanto la sensación de que las elecciones autonómicas andaluzas se celebren antes de que haya sentencia del caso de los EREs para no embadurnar la campaña con un hecho que, concluya como concluya, representa el momento de la Andalucía más negra gracias a un sistema corrupto que empleaba dinero público para sostener un modelo y al frente de él a un partido. Y se puede ver de otro modo, claro. Lo probable es que paguen personas, de mayor o menor rango, con mayor o menor implicación, no lo hará la sigla porque la corrupción, en general, no está penada en el momento urnas y es el ciudadano el único que llegado el momento pondera. De eso sabe bastante sobre todo el PP, que abre frentes constantemente y a pesar de eso se mantiene hoy como primera fuerza política en intención de voto -bien es cierto que cada día con más temores porque si pone un circo le salen espectáculos para siete pistas...-.
En todo caso, el PSOE-A ya está en modo campaña. De hecho las comparecencias públicas de Susana Díaz irán en aumento, sin excesos porque la sobre-exposición cansa pero con un medido incremento para ir acomodando el terreno. Las encuestas de febrero dibujan, además, un escenario propicio, un PP desencajado y con una alarmante falta de liderazgo en Andalucía y, de hecho, a Díaz le pone más dirigirse a Rajoy para intentar medirse con él que hacer referencias a Moreno Bonilla, al que ni siquiera nombra no sea que piense que de verdad existe. Con Ciudadanos ya se están marcando distancias para darle consistencia al relato posterior y prueba de ello es el calificar a la formación naranja, a través de su portavoz Mario Jiménez, de "ir contra los intereses de Andalucía" al apoyar los Presupuestos Generales del Estado y al desmarcarse del acuerdo de financiación que alcanzó el Parlamento. Son, en definitiva, escarceos para soltarse los unos de los otros e ir mostrándose cada uno por su cuenta como defensores universales de los derechos del ciudadano.
La coalición Unidos Podemos pierde fuelle, en ningún caso parece que pueda mejorar los resultados obtenidos porque España, en general, va mejor y eso reduce el voto radical y es por ello que tendrán que medir hasta qué punto les interesa la fusión; todo ello dibuja un escenario, aparentemente, propicio para el socialismo andaluz, que ahora se arrepiente de no haber convocado elecciones para esta primavera como en principio tenía decidido -abril o mayo- porque de este modo hubiese cogido con el pie cambiado a todos y no ahora que todos ya andan en formato campaña y esperando una convocatoria para otoño porque nadie cree que la presidente valore mezclar su consulta con todo lo que viene en el primer semestre de 2019 y, menos, tras ser hecha pública una sentencia que en nada beneficiará ni a la sigla ni, por añadidura, a ella.
En junio, antes de verano, quedarán decididos todos los candidatos a las alcaldías, Ciudadanos no lo hará hasta octubre o noviembre como pronto porque no tiene prisa en ponerle otras caras a lo suyo que no sean Rivera o Arrimadas porque sabe que cualquier otra imagen resta más que suma, mientras que el PP prosigue esta deriva de obligada renovación en busca de ese espacio perdido y que no parece pueda recuperar solo con unos presupuestos más sociales y una renovación de candidatos tan moderada y tibia que ha terminado por no convencer ni a quienes la promueven. Pero es el PP, parsimonioso y acomplejado, que solo se reconoce de derechas en privado y que tal vez pretendía en su convención nacional de este fin de semana en Sevilla iniciar un proceso reconstructivo interno con un programa electoral más agresivo y hecho a la medida de Rajoy para este momento y que, tal vez, se las va a pasar hablando, al menos en clave interna, del máster fantasma de Cifuentes y de esa firma falsa que asegura la profesora que formó parte del tribunal que la avaluó han usado en su nombre. Un esperpento más, que se suma al show de Puigdemont para el desconcierto de un PP que, lo dicho, pone un circo... Es más, si con esta convención de Sevilla pretendían copar los espacios informativos y hacerlo donde probablemente se celebren las elecciones más inminentes, Andalucía, ofreciendo con ello una imagen renovada y fuerte, es probable que a más de uno le hayan desaparecido las ganas y no le falten otras de desconvocar y dejarlo para mejor ocasión.
Movimientos todos que representan escarceos previos. Cada uno dentro de su piel y con sus propias dificultades, pero sabiendo que tras ellos comienza el enfrentamiento serio. Como el de los púgiles que se rondan, miden con los brazos, bailan entre sí y amagan, ocultan su rostro bajo guantes y estudian defectos en el contrario. Al primer golpe se reconoce tanto un puño sólido como una mandíbula de cristal.