Menudo veranito nos están dando. Si no fuese por las buenas noticias procedentes del area Rubalcaba casi estaría a punto de decir que parece que quienes nos gobiernan se complacen en nuestro desconcierto. Primero, el decretazo de las TDT de pago favoreciendo al amigo, cuestión en la que me consta que no todos los ministros estaban de acuerdo; pero ya se sabe que el titular de Industria es un tótem sagrado para Zapatero, así que nada que hacer. Luego vino lo de los 420 euros a quienes ya habían perdido el subsidio de desempleo y la confusión acerca de desde dónde y cuándo se concedía.
Ahora viene lo de la subida de impuestos a las rentas altas, un globo sonda lanzado, por José Blanco, que es titular de Fomento, y no de Hacienda, aunque él sea también, junto con Rubalcaba y con Sebastián uno de los pesos pesados del Ejecutivo y, sin duda, uno de los que mayor sensación de eficacia está dándonos.
Uno, la verdad, lleva muchos años de mirón de la cosa política, y, sin embargo, sigue uno pensando que, cuando un ministro habla es porque tiene algo que decir y, además, piensa lo que dice y, por supuesto, sabe lo que dice y dice lo que sabe. Cierto es, no obstante, que todo ello se cumple muy rara vez, excepto lo que se refiere a no decir lo que se piensa, sino lo que se piensa que va a gustar más al elector, quiero decir al ciudadano.
Pero, aunque ya habituado a los juegos de pin-pong de todos los gobiernos que en el mundo han sido, tengo que reconocer que pocas veces he asistido a un baile de máscaras tan loco, tan carnavalesco, tan esperpéntico, como el que se nos ha ofrecido este verano. ¿No era cosa de la izquierda bajar los impuestos, como se nos pregonó hace muy pocos meses? Y, una vez que parece que se ha decidido subirlos, ¿qué son rentas altas para el Gobierno? ¿Sabe el Ejecutivo que quienes de verdad tienen dinero en este país son, por unas razones u otras, incluyendo la existencia de mucho dinero negro, los que menos impuestos pagan? Me parece que Zapatero y sus portavoces no se dan cuenta de que juegan con fuego, dando la oportunidad a la oposición conservadora para que hable, y probablemente con razón, de persecución a las clases medias. Que seguramente son las que hacen perder o ganar unas elecciones.
Y no es que, por principio, haya que oponerse a una subida de los impuestos para las rentas más altas si ello se hace de una forma equitativa y no chapucera. A lo que pienso que hay que oponerse es a la improvisación por principio, al afán de descolocar al administrado, de manera que cunda la sensación de que aquí está fallando la seguridad política, que es la base de la seguridad jurídica.
Así, el Gobierno nos ha venido sometiendo a una ducha escocesa de gran calado. Y sí, ya sé que la oposición tampoco es que haya estado excesivamente feliz en sus actuaciones agosteñas, pero ahora no toca hablar de los populares, sino de la tropa que tiene el timón de gobernar en sus manos. Me pregunto, y no por primera vez, si estamos en buenas manos.
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