La semana pasada el BOE publicaba las declaraciones de bienes de todos los miembros del Gobierno de Zapatero, en lo que debería suponer un gesto de transparencia democrática. Los ministros han hecho públicos sus patrimonios, evidenciando nuevamente las "curiosas" cuentas que aporta Manuel Chaves, reproduciendo el escándalo de la campaña electoral, cuando defendía en un programa de televisión que solamente tenía 3.000 euros, una casa y un coche viejo. Algo que, por supuesto, nadie creyó.
Ahora vuelve a las andadas y su declaración le convierte en el segundo ministro más "pobre" del ejecutivo de ZP. Su exiguo patrimonio de 68.964 euros, ha asombrado a la clase política y mediática de este país, que entiende que, tras 32 años de ininterrumpida vida política, es difícil sostener la credibilidad de esas cuentas. Vamos, que no hay quien se lo crea.
Algo no cuadra en la declaración de patrimonio que ha realizado el Vicepresidente tercero del gobierno. Huele mal. Tiene tufo a ingeniería financiera. So pena que sea un manirroto. Las magras retribuciones que ha percibido por sus sucesivos cargos, se antoja una cantidad demasiado abultada para ese nimio patrimonio acumulado, de poco más de once millones de pesetas. Máxime teniendo en cuenta que durante dos décadas ha estado viviendo (y lo sigue haciendo en Madrid), en residencias o palacios oficiales pagados con los impuestos de los ciudadanos, no de su bolsillo.
Unas contradicciones que fueron motivo de escarnio y mofa en las elecciones autonómicas. No parece coherente que una persona que ya cobraba como parlamentario desde finales de los setenta, que fue ministro con Felipe González en los ochenta, Presidente de la Junta de Andalucía desde 1990 hasta su nombramiento como ministro y Vicepresidente del gobierno..., no haya conseguido hacerse con ningún tipo de patrimonio y declare que sigue sin tener un duro.
Se asemeja más a impostura, frisando en tomadura de pelo. Es un insulto o una bufonada, puesto que nadie se cree que 30 años acumulados de enormes sueldos, con las prebendas inherentes al poder acumulado, que le han permitido a veces vivir de gorra en palacios, hayan servido sólo para ‘invertir en la educación de sus hijos’, como ha manifestado. Dejando en solfa, de paso, a todo el sistema educativo andaluz, del que él ha sido el responsable durante casi dos décadas.
Huele a intencionalidad política, pretendiendo mantener un guiño de cercanía con los menos pudientes, pensando que, con esos bienes, se hace ‘cómplice’ de un electorado que no catalogará de "rico" y formaría parte de un espectro social diferente e incluso antagónico al que pertenece.
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