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Quien a buen árbol se arrima...

Herbicidas y entorno urbano

En los parques y jardines solo hay autorizados dos formulados herbicidas: uno a base de glifosato 48% en forma de sal potásica y otro como mezcla...

Publicado: 25/02/2020 ·
23:09
· Actualizado: 25/02/2020 · 23:09
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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En los parques y jardines solo hay autorizados dos formulados herbicidas: uno a base de glifosato 48% en forma de sal potásica y otro como mezcla de diflufenican 4% y glifosato 25%. El glifosato está catalogado como una materia activa con efectos cancerígenos y como disruptor endocrino (es decir, que puede alterar el funcionamiento de determinadas glándulas). El diflufenican produce diferentes tipos de irritaciones en las mucosas y la piel y tarda mucho en degradarse.

Cuando se realiza una aplicación de estos fitosanitarios, pequeñas gotitas de estas pulverizaciones pueden desplazarse por la deriva del aire a zonas aledañas al punto donde se está aplicando, y si es un entorno urbano, no es imposible que no haya pequeñas derivas a espacios de la calle donde transitan personas y estas materias activas acaben en contacto directo con sus organismos. Y si los tratamientos se realizan de día esta probabilidad se incrementa.

Teniendo en cuenta que estamos ante sustancias que no son inocuas, no encontramos ninguna razón que justifique una aplicación herbicida en el entorno urbano, donde la población se mueve libremente, tocando, respirando, interactuando con todo lo que le rodea.

Insisto no hay ningún motivo para los tratamientos herbicidas, porque las plantas que estorben por motivos de seguridad, por ejemplo en casos de riesgo de incendio, pueden desbrozarse con la maquinaria apropiada. Seguramente es más caro en jornales, pero más seguro para la salud de todos.

Tenemos demasiado integrado en nuestro código genético cultural una relación destructiva con la naturaleza (y así nos va), y muchas personas (entre las que no me encuentro afortunadamente) han llegado a la aberración de gustar de espacios limpios de “malas hierbas”, llegando a exigir que se eliminen las plantas que aún se atreven a crecer en los entornos de asfalto y hormigón.

No existen argumentos para el uso de herbicidas en la ciudad; la literatura especializada suele afirmar que con un uso normal, el efecto sobre la salud debe ser inapreciable. Pero ¿han contado con que un niño va a pasar la mano por los coches donde previamente se han depositado gotitas de glifosato y luego se va a llevar esa mano a la cara? ¿Han contado con la joven que gira en torno a una farola? ¿Han previsto que pasean personas con insuficiencia respiratoria, o deportistas que inhalan aire con potencia y avidez?

Bastante mierda estamos respirando ya con el humo de automóviles y calefacciones. Bastante gris es la vida para eliminar los colores de las hierbas antes de que el estío lo haga de manera natural. Los herbicidas deberían prohibirse donde vive el ser humano.

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