El reconocimiento de Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, antiguo Sahara español, es un negocio diplomático de Trump y su yerno y asesor Jared Kushner, en el tiempo de descuento de su mandato presidencial. Política de hechos consumados como la retirada del acuerdo climático de París, la ruptura del pacto nuclear sobre Irán, el traslado de la embajada de los EEUU a Jerusalem y otros del mismo tenor que el mundo ha ido conociendo por los tweets lanzados en las desveladas noches presidenciales.
La estela de Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán, Marruecos y, en un futuro, Arabia Saudí trata de poner en escena por Trump un ficticio “acuerdo de paz” a cambio del reconocimiento árabe-musulmán del Estado de Israel. Acuerdo totalmente desequilibrado porque no comporta un apoyo similar al establecimiento de un Estado palestino reconocido internacionalmente y con fronteras seguras. Los palestinos pagaron el precio del acuerdo de septiembre, anunciado desde el balcón de la Casa Blanca, y ahora, en diciembre, lo paga la República Árabe Saharaui Democrática del Frente Polisario, aunque, en esta ocasión, ha bastado un tweet y una conversación telefónica entre Trump y el rey marroquí. Hasta el magnate del juego, Sheldon Adelson, financiador de las campañas de Trump y de Netanyahu, y que apareció por el Madrid de Esperanza Aguirre para hacer un negocio redondo y ventajista de casinos a bajo precio, se ha aprovechado de la situación en Israel quedándose con la antigua legación estadounidense en Tel Aviv.
La familia Trump-Kushner mejora sus posiciones económicas e inmobiliarias en el mundo árabe moderado y autoritario y presiona para hacer un frente antiiraní, con el doble objetivo de aislar al régimen teocrático de los ayatollahs e impedir, por todos los medios -atentados incluidos-, que pueda disponer de potencia nuclear, que era la finalidad del acuerdo occidental con Irán y que Trump rompió.
La Unión Europea - y especialmente España y Francia- se halla con otro acto de política unilateral de la administración republicana americana y con desprecio a las resoluciones de Naciones Unidas, y preocupada por la estabilidad del Magreb. Nada nuevo bajo el sol, pero esta vez el tiro ha sido cerca de nuestros intereses estratégicos y de nuestras querencias pasadas. Mucho equilibrio le toca hacer al gobierno español hacia dentro y hacia fuera para resultar ileso en este campo de minas.