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Cantes, bailes y... ¡buñuelos!

Tradiciones ancestrales que pasan a modo de herencia familiar entre las distintas generaciones

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  • La abuela Carmen ha sabido seguir la tradición y ahora su hija, Carmen Ramírez, le ayuda siempre que puede. -
  • Carmen Rosado Segura, la ?abuela Carmen?, lleva más de 50 años dedicándose a la cocina tradicional de la tierra
  • El secreto de sus buñuelos está en no añadirles nada más que harina, levadura, sal y agua caliente, y ?bailar? mucho la masa
Por mucho que pasen los años, las modas cambien o las tradiciones ya no se vivan con la misma intensidad que antaño, las navidades son la época, y más aún en las zambombas que se celebran en estos días en Jerez, donde además del buen vino, el cante, y el baile no pueden faltar los buñuelos, y mucho mejor si están hechos por Carmen Rosado Segura, la abuela Carmen, una insigne jerezana del barrio de San Miguel, de La Plazuela, de cuyos lebrillos salen los mejores platos que se puedan degustar en esta ciudad.

Y en Navidad, una de sus obras de arte son sin duda los buñuelos, que lleva haciendo más de 50 años gracias a los consejos que un día le diera su madre y que hoy, gracias a Viva Jerez, ofrece a todos los jerezanos.


Así, la abuela Carmen insiste en que “para hacer buñuelos de verdad, los de toda la vida de Jerez”, los ingredientes son “uno o dos kilos de harina de panadería, según la cantidad que quieran hacer, un trozo de levadura en barra, también de panadería, un puñaíto de sal y agua caliente”. Y nada más, porque aunque ahora se estile mucho en agregarle matalahúva o anís, “esas modernidades no hacen que el buñuelo salga mejor”.

“Se mezclan todos los ingredientes y poco a poco se va añadiendo el aguan caliente, haciendo un agujero justo en medio del lebrillo para ir amasando, o como yo digo, bailando la masa, porque hay que menearla mucho hasta conseguir que quede una sustancia homogénea que tendremos que dejar reposar, al menos, hora y media para que fermente tapada con un paño de cocina”, explica la abuela Carmen.

Una vez transcurrido este tiempo, “en un perol ponemos aceite de oliva que esté muy caliente, sin echarle cáscaras de naranja o limón como hacen mucho para que no se queme porque amargaría el buñuelo. poco a poco vamos cogiendo masa, hacemos como un rosco y a freirlo, por ambas caras que quede doradito”, prosigue Carmen.

“Preparamos una bandeja con papel de cocina y lo dejamos escurrir al salir del perol, y listos para servir, porque hay que comerlos calentitos, acompañado de azúcar o chocolate, como más le guste a la gente, y disfrutarlos en familia”, insiste Carmen, a cuyo domicilio suelen acudir cada fin de semana una treintena de personas, donde no faltan sus nueve hijos, sus nueras, sus 16 nietos y sus biznietos para disfrutar de una buena mesa en familia, que es lo que más le gusta a esta ilustre y risueña jerezana.

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