Nacido en Monterotondo (provincia de Roma, región del Lazio) en 1941, Renato Curcio fue uno de los fundadores, en 1969, de las Brigadas Rojas (Brigate Rosse). Tras graduarse como perito químico, se matricula en el Instituto Superior de Ciencias Sociales de la Universidad de Trento.
Corren los años sesenta y la protesta estudiantil anticapitalista está en auge. Curcio se metió de lleno en el fregado alineándose con la extrema izquierda. En 1967 crea el grupo de estudio Universidad Negativa, en el que se cocinan una serie de potajes a base de Mao Tse Tung, Herbert Marcuse, Che Guevara, etc. La receta de costumbre. También se integra en la redacción de la revista Trabajo Político, de orientación marxista-leninista. En el 68 -faltaría más- no hubo follón en el que nuestro personaje no estuviera metido, teniendo en cuenta que Trento fue uno de los focos más activos de la contestación universitaria en el territorio italiano.
En septiembre de 1969, Curcio funda el Colectivo Político Metropolitano, dentro de la agitada atmósfera del que se conoció como Otoño Caliente (Autunno Caldo), cuando Italia, donde las huelgas en la industria y los enfrentamientos entre obreros y fuerzas del orden eran incesantes, parecía hallarse al borde de un proceso revolucionario de preocupante magnitud. Curcio y sus congéneres se introducen en el escenario de las fábricas para permanecer en contacto directo con la clase obrera, es decir, con el sujeto histórico destinado a llevar a cabo la definitiva y radical transformación de la realidad social, política y económica en el sentido del socialismo absoluto.
Es en este contexto donde Curcio empieza a vislumbrar la posibilidad de la lucha armada como medio de agudizar las contradicciones del sistema y acelerar el tránsito hacia el paraíso en la tierra.
El 8 de septiembre de ese año 69 nacen oficialmente las Brigadas Rojas, cuya trayectoria, como es natural, no vamos a reproducir aquí. Baste recordar que la cosa comenzó con una serie de sabotajes contra grandes empresas. Más tarde, en 1972, los brigadistas perpetraron su primer secuestro, reteniendo durante horas a un jefe de la firma Pirelli. En 1974 cometerían su primer atentado mortal, que tuvo como víctimas a dos miembros del neofascista Movimiento Social Italiano. En 1975, ya desde una clandestinidad profunda, las BR lanzan su célebre programa de combate bajo la cosigna: “Una huelga general contra el corazón del Estado”. Se organizó la de Dios. Todo a tiro limpio. En el 78 se cargaron a Aldo Moro.
A partir de entonces se inició el declive de esta inverosímil asociación de utopistas atrabiliarios, aunque las acciones continuaron, de manera más distanciada y esporádica, en los 80 y en los 90. Las realizadas en el nuevo siglo revisten ya un carácter esotérico. Uno de los principales enigmas de este turbio asunto es que, al día de hoy, no sabemos con certeza quién mató realmente a Aldo Moro. El caso es que, al desencadenar la guerra abierta contra las Brigadas, el Estado italiano no tuvo empacho alguno es fascistizar considerablemente sus métodos so pretexto de la persecución del terrorismo, igual que ocurrió en Alemania Federal con la Baader-Meinhof.
Curcio fue encarcelado en 1976 y desde su celda condenó la lucha armada. Pero en abril de 1993 le fue concedida la libertad vigilada. En la actualidad, Curcio es director editorial en la cooperativa Sensili alle foglie (‘Sensibles a las hojas’), en la que se realizan investigaciones sobre instituciones totales (cárcel, cadena perpetua, galerías de la muerte, instituciones psiquiátricas, campos de concentración, residencias de ancianos, etc.) según la metodología del socioanálisis narrativo. Curcio ahora escribe libros sobre cuestiones laborales (muy interesante: La Empresa Total, Madrid, 2005) y el ambiente que reina en las prisiones de su país.