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Memoria y verdad de La Palma

"Porque por tierra mar y aire, se puede disfrutar de sus cromáticos paisajes, de sus trasparentes aguas, de su impar nuberío, de sus luminarios cielos…"

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Hace ya tiempo que Fernando Pessoa dejó escrito que “lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. 

Recién regresado de una inolvidable estancia de cuatro días en La Palma, he recordado la sentencia del genial poeta portugués. Porque detrás del enigma y del conjuro que esconde cada viaje, perdura también una memoria iridiscente y manseada que nos acompaña después, cercana y cómplice, y que se entraña para siempre en la esencia de nuestro ser.

La generosa invitación para celebrar este año la edición del Premio de la Crítica en La Palma, ha sido la razón de que veinte críticos hayamos podido disfrutar de una hermosa experiencia en esta bellísima isla volcánica.


El Cabildo insular -con su presidente Anselmo Pestana a la cabeza-, acogió desde un primer momento la propuesta, y las incesantes atenciones y la generosidad dispensada por todos los responsables del evento -autoridades, periodistas, guías…-, han convertido nuestro viaje en un recuerdo indeleble y corazonador.

Como sabiamente anotase el escritor cubano Alejo Carpentier, “los mundos nuevos deben ser vividos antes de ser explicados”; y quien esto escribe, aun queriendo ejercer de fiel notario de cuanto su mirada y su alma atraparon en este tiempo, reconoce que no es sencillo abrochar en unas líneas tanto esplendor y tanta autenticidad como derrama la Isla Bonita.

Porque por tierra mar y aire, se puede disfrutar de sus cromáticos paisajes, de sus trasparentes aguas, de su impar nuberío, de sus luminarios cielos…

Con tan sólo 2 millones de años, La Palma es una de las islas más jóvenes del archipiélago y por gracia de una cadena de volcanes llamada Cumbre Vieja se divide en dos espacios climáticos claramente diferenciados.

Mas no acaban aquí, ni mucho menos, sus peculiaridades y atractivos, pues a lo ya dicho, se suma su  extensa red de senderos, sus bosques exuberantes, su sugerente flora y fauna, su diversidad paisajística -admirable desde sus múltiples Miradores-, su valioso legado artístico -arquitectónico, arqueológico…-, su Parque Nacional de Taburiente,  su Roque de los Muchachos - el punto más alto de la isla y donde se halla el imponente Observatorio Astronómico-, su artesanía autóctona -seda, cerámica, puros…-, sus tradiciones y sus fiestas -la Bajada de la Virgen, Los Indianos…-.
La Palma fue conquistada en 1493 e incorporada ese mismo año a la Corona de Castilla. Seis siglos después, esta isla que celebra cada día su mudanza de agua cristalina, que escribe con su lengua atlántica el misterio del océano, que se sabe opalescente y balsámica, ha conquistado para siempre a una veintena de escritores pertenecientes a la Asociación Española de Críticos Literarios.

Dijimos adiós con melancolía, pero regresaremos, claro que sí. Pues como bien anotara nuestro recordado Azorín: “Vivir es ver volver”.

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