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Atando Cabos

Trabajo subterráneo

Después de un año de confinamientos acercarse a la situación de los trabajadores empleados en el subsuelo es más posible

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Al trabajo sumergido se le puede dar otra vuelta de tuerca, se le puede convertir en subterráneo. Después de un año de confinamientos acercarse a la situación de los trabajadores empleados en el subsuelo es más posible. Ayer leíamos en prensa que morían veinticinco trabajadores en una fábrica textil clandestina en Tánger. No se sabía bien si de un cortocircuito provocado por una inundación o directamente ahogados tras una tromba de agua que cayó e inundó el sótano donde trabajaban. Es corriente trabajar a uno, dos o tres pisos bajo el suelo en esta ciudad. Allí se esconden los talleres ilegales de calzado o ropa, donde la mayoría de los operarios son mujeres.

Día a día la ventilación brilla por su ausencia, como los extintores, las salidas de emergencia, las medidas de seguridad. Vivir sin aire, respirando el olor de los materiales, los tintes y las colas, en jornadas maratonianas.

El primer mundo sumerge su trabajo y el tercero lo entierra. No hay miramientos. Si aquí los trabajos no te sacan de la pobreza, allí se le da una vuelta más de tu

Levantarse cada día para no ver el sol, para ocultarse a trabajar en el paraíso de las subcontratas. Las subcontratas, empresas cáncer del sistema laboral, que castigan al límite mientras el dinero se ha ido quedando en medio del trasvase de unas a otras.

La ropa que llevamos está teñida de sudor esclavo.

En los países pobres el inspector laboral es una rara avis que brilla por su ausencia. Se mantienen cerca de los rayos de sol, no se asoman a lo oscuro. El sobresueldo les indica por donde nunca hay que mirar. Ignoran lo que todo el mundo sabe, no ven lo que todo el mundo ve. Qué dice la administración cuando los muertos salen a la superficie, cuando el hospital se llena de heridos, cuando varios miembros una misma familia se ven afectados por compartir local.

La noticia dura sólo un día, no levanta más polvo, no trasciende. El aire seguirá igual de viciado, pienso en cómo será repartírselo con cien, con doscientas personas, regateándolo, acostumbrándose a vivir sin oxigeno para no hacerlo sin pan.

 

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