La tasa de paro en Cádiz sigue pesando más toneladas que un petrolero. La provincia se situaba a comienzos del presente año en el 30,01%, lo que se traduce en 168.300 personas desempleadas. La cifra manifestaba una bajada de 26.700 parados con respecto al año anterior, pero aun así sigue siendo alarmante, ya que Cádiz sigue liderando la lista en todo el país. .
Con una situación laboral como esta no es de extrañar que actualmente haya más de 135.000 gaditanos residiendo en otras comunidades autónomas de España. Cataluña, con 36.528, y Madrid, con 30.725, son las zonas donde más emigrantes de Cádiz se concentran. A esto hay que sumar los casi 10.500 que dieron un paso más y se encuentran repartidos por Europa.
Algunos incluso se marcharon al extranjero y consiguieron regresar al menos a territorio nacional. Es el caso de Sara González Elías, gaditana de 33 años que primero emigró a Londres en 2012, donde trabajó en la hostelería hasta conseguir un puesto como informática en un call center. Hace un par de años decidió volver a España. “Me decidí por Madrid porque era la única ciudad que me podría ofrecer una proyección laboral similar a la que tenía en Londres, ya que hay muchas empresas internacionales”, nos cuenta. Allí se encuentra desde entonces, trabajando para una importante entidad financiera francesa. “No creo que pudiese volver a Cádiz porque ya me he acostumbrado a la vida en ciudades grandes. La posibilidad de volver para mí es hoy por hoy inexistente”. Eso sí, reconoce echar de menos la familia y el mar.
En Madrid también reside José Antonio Jarillo, de 32 años, licenciado en Química y Bioquímica. Lleva menos de un año en la capital. “No decidí venir aquí. Realmente fue puro azar que terminara en Madrid. Comencé en Barcelona pero acabé rebotando hasta llegar aquí, finalmente. Eso sí, me quedé porque hay una burbuja enorme en el mundo de la cerveza artesana y eso hay que aprovecharlo”. Y es que Jarillo actualmente trabaja para una cervecera local los fines de semana, con eventos concretos, y lo compagina dando clases y talleres en varias academias y centros el resto de la semana.
Reconoce que le encantaría volver a Cádiz. “Como se vive allí, no se vive en ningún sitio”. Sin embargo, al preguntarle por las posibilidades de regresar la respuesta es diferente. “Eso es otra cosa. Allí no nos están dejando nada, a nivel laboral. La ciudad no apuesta por ningún modelo en concreto, excepto el turístico, y de un modo poco favorable para su mantenimiento a largo plazo. Y soy de los que, desde fuera, siguen dándole vueltas a la idea de qué negocio montar allí que me permita quedarme pero no es que no sea sencillo, es que no es ni medianamente posible sin la ayuda de financiación externa”, expone. “Lo que más echo de menos es a mi familia. No solo la de sangre, a los que echo muchísimo de menos, sino a la elegida, a la que me ha dado la ciudad. Es lo que peor llevo, aunque suene a tópico”, confiesa.
Por su parte, Susana Alonso lleva fuera de Cádiz desde 2011, cuando marchó a Inglaterra. Esta enfermera de 30 años empezó a trabajar en Londres en la hostelería hasta que se hizo con un nivel del idioma lo suficientemente bueno como para dedicarse a la enfermería. Trabajó en varios hospitales ingleses hasta 2017, cuando regresó a España. Ella también optó por Madrid, “básicamente porque en Cádiz y alrededores no hay trabajo, la bolsa de enfermería pide experiencia pero sin tener en cuenta la que se tiene en el extranjero y es muy complicado llegar a entrar”, nos cuenta. Susana ha asimilado que no volverá a Cádiz por el momento, “quizás cuando sea anciana” ya que ni siquiera ve la posibilidad de volver antes de llegar a jubilarse. “Es duro estar lejos de la familia” reconoce con resignación.
Finalmente dejamos la capital para desplazarnos hasta Valencia. Allí emigró hace cinco años Jesús Calvo Luna. Trabaja en la fábrica de coches Ford, la única que hay en España. Se formó en temas relacionados con la industria aquí en Cádiz, “pero allí este sector está bastante mal, por eso mi idea incluso antes de terminar los estudios era irme a otro lugar”. Su idea inicial fue, una vez más, Madrid. Pero finalmente marchó a la Comunidad Valenciana tras pasar los procesos de selección de la empresa.
“Cuando yo salí de Cádiz lo hice ilusionado, porque era joven y Cádiz es una ciudad muy pequeña. Pero cuando llevas aquí cinco año y conoces las calles de ‘pé a pá’ pues entran las ganas de volver. Porque este no es mi sitio, no estoy mal, pero lo noto”, advierte. Destaca la estabilidad que le da su puesto, en el que le hicieron fijo hace dos años y apunta que no se ve de vuelta con un trabajo mejor que el que tiene.
Se muestra desesperanzado ante la posibilidad de retorno. “Está la cosa fatal, y lo hay está mal pagado. Aunque el problema ya no es ni el salario, sino la estabilidad, porque allí la mayor parte del trabajo es temporal, las empresas te despiden antes para no hacerte fijo y luego te vuelven a llamar... y así nadie puede hacer una vida”. Y es que a la situación desastrosa de paro que ya azota la provincia se suman unas pésimas condiciones laborales, con falsos autónomos, horas extra no retribuidas o jornadas que más que completas se vuelven absolutas.
Lo que más extraña es a la gente “porque la forma de ser de la gente de Cádiz es muy diferente a la de aquí. Porque Cádiz tiene el encanto de un pueblo. Yo soy del Barrio de Santa María y al ir por sus calles conoces a todo el mundo, los vecinos son como familia... Aquí en Valencia vivo en un edificio de catorce plantas, y yo no conozco ni a los que viven en la misma que yo”, lamenta. Dice que las amistades que ha encontrado allí son mayormente de Andalucía e ingenieros que “al igual que yo encontraron trabajo y no dudaron en quedarse”.
Son sólo cuatro historias. Cuatro de las más de 135.000 que existen en esta provincia. Una zona que forma talento para más tarde tener que despedirse de él cuando emigra a otras ciudades buscando un futuro, el que aquí es tan difícil de labrarse.