España, como siempre, ha vuelto a dividirse esta semana en dos bandos. De un lado, los que andan entre sorprendidos y escandalizados con el contenido de los mensajes cruzados entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el que fuera por entonces su mano derecha, José Luis Ábalos. Del otro, los que, independientemente de lo que digan los mensajes, lo consideran una campaña orquestada para destruir a Sánchez ante la imposibilidad de hacerlo a través de las urnas.
A mí, lo que me parece más importante de todo es el papel que ha desempeñado el medio, el periódico que durante toda una semana viene suministrando cada una de esas conversaciones en forma de serial informativo, porque ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de la prensa libre en nuestro país, a un lado el debate sobre si nos parece lícito o denunciable que se publiquen mensajes privados entre dos personas, si el interés general está por encima del particular, si lo incluido en esas conversaciones es o no relevante, y teniendo en cuenta que habrá que excluir de ese debate a los que se posicionan en el mismo con el carné del partido entre los dientes, porque siempre estarán a favor de que se publique lo que perjudique al contrario y en contra de lo que les afecte a ellos: el hooliganismo no da para más.
Lo que parece un contrasentido es que por un lado se diga que todo esto es denunciable y se va a pedir la intervención judicial, y por el otro se le quite trascendencia al propio contenido de los mensajes, rebajados al formato de “salsa rosa” y al cotilleo mundano. En realidad, y salvo por las alusiones a Air Europa, no hay nada aparentemente ilícito ni penalmente investigable de entre las conversaciones de whastapp publicadas durante toda la semana. En todo caso, la ratificación del retrato psicológico de Pedro Sánchez del que poco a poco nos hemos ido haciendo una idea desde que se empeñó en hacerse con el poder del partido y, una vez conseguido, por hacerse con el poder del gobierno a base de mentiras e incumplimientos electorales.
Lo que dice de la ministra de Defensa, de los líderes de su partido en Aragón, Extremadura y Castilla La Mancha, de Pablo Iglesias... solo ha dado certeza a nuestras sospechas. ¿Son parte de un desahogo personal con alguien a quien confesar en la intimidad tus frustraciones y ahora reconvertidas en chismorreo? Por supuesto, pero también parece evidente que el hecho de airearlas no obedecen a la venganza de una amante despechada, sino que forman parte de una advertencia de alcance mayor.
Tal vez seamos un país de cotillas sin remedio, pero lo cierto es que un periódico ha tenido en vilo a todo un país durante siete días, obligándolo a asomarse a sus páginas y colarse en las conversaciones íntimas de dos personas que, por otro lado, también han formado parte de sus propias vidas durante los últimos casi diez años.
Por lo demás, lo de la “pájara” o lo de la “estulticia”, quedarán ya para siempre subrayadas en la hemeroteca como también lo están otras frases célebres: “Luis, sé fuerte”, “¿de quién depende la Fiscalía?, ¿de quién?”, “el que pueda hacer que haga”..., que retratan igualmente la travesía política reciente de nuestro país, con la peculiaridad de que las dos últimas se pronunciaron en público, con luz y taquígrafos, como se decía antiguamente, estableciendo una difusa línea entre la gravedad de lo que se dice delante de un micrófono y lo que se escribe en un mensaje de móvil.
El PP, por si acaso, ya ha puesto en marcha toda su maquinaria electoral ante la probabilidad de que haya un adelanto de las generales y coincida además con las andaluzas de la próxima primavera, donde el efecto Montero no parece haber generado un gran entusiasmo entre los antiguos votantes socialistas. Los populares han iniciado ya en Andalucía una serie de foros temáticos provinciales para tomar nota de las demandas ciudadanas. El día que hablen de sanidad y educación se van a hartar.