Cuando aún no ha pasado el primer mes de verano oficial, ya tenemos la primera ola de calor y, con ella, vuelven las recomendaciones y actuaciones de barrido y limpieza en zonas concretas para evitar la formación y la propagación de incendios. Una situación que, curiosamente, se puede llevar también al plano político de las últimas jornadas.
Por un lado, estos días se ha podido ver a casi todos los jefes de Estado del mundo (con excepciones sangrantes como la estadounidense) pasar por Sevilla en esa cumbre de la ONU para la Conferencia sobre la Financiación para el Desarrollo, esto es, una serie de reuniones y ponencias en los que los países más desarrollados debaten cómo ayudar a las naciones que más lo necesitan.
Un evento sin duda importante y pertinente, si no fuera porque la última celebración de esta conferencia (este año ha sido la cuarta de la historia) fue hace 10 años en la capital etíope de Addis Abeba; una cumbre, además, en la que se reafirmó el compromiso de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) con la aportación de un 0,7% (¡¡0,7%!!) de su Producto Interior Bruto (PIB) a los países en vías de desarrollo.
Desde esa última cumbre celebrada en torno a esta cuestión, las revisiones muestran que si ya era irrisoria la cantidad teórica destinada a esta causa, en la práctica es aún peor, pues el presupuesto que las principales economías destinan a ayudar a los países en peor situación no llega ni a la mitad de ese 0,7 y se queda en un raquítico 0,33%.
Pueden ustedes hacer las cuentas de lo que supone esto para un Estado desarrollado como España extrapolando esos porcentajes a sus ingresos mensuales o anuales para darse cuenta de que esos compromisos adquiridos sobre el papel cayeron en saco roto.
Pero no es solamente eso, sino que, para más inri, estos países en vías de desarrollo invierten más dinero (1,4 billones de euros, el PIB español de un año más o menos) en pagar la deuda más sus correspondientes intereses a los países desarrollados.
Por tanto, cabe pensar si de esta cumbre en la capital hispalense saldrá algo sólido, firme y necesario o, una vez más, todo parecerá un concurso de frases vacías para evitar el sonrojo de los números.
Y la realidad final ha sido de nuevo "decepcionante y frustrante", ya que de esta cumbre hemos sabido más de cómo la capital andaluza ha tenido que adaptarse a la llegada de los diplomáticos que de los acuerdos que en realidad han salido de esas reuniones.
El resultado: un acuerdo sin carácter vinculante y muchas palabras bonitas. Pero en ningún momento se marca la obligación de los países más pudientes de reestructurar las deudas o de aplicar medidas e impuestos para contrarrestar los retos que afrontaba esta cumbre y que afronta todo el globo que no son otros que la pobreza, el hambre, las enfermedades o el cambio climático. Asuntos, todos estos, que siguen quedándose sin resolver y permanecen latentes en un rincón.
Yendo al plano local, esta semana el tema más sonado en la actualidad cordobesa ha sido lo relacionado con la empresa municipal de limpieza, Sadeco, que no sólo ha sufrido un aparatoso incendio en sus instalaciones del Lobatón, obligando a parar sus servicios durante casi un día, sino que, además, también ha visto como su gerente, Manuel Osuna dejaba el cargo y que el sustituto que se había propuesto para quedarse al frente de la entidad, Salvador García, ha renunciado antes siquiera de tomar posesión.
La solución que se ha dado desde el consistorio cordobés ha sido dejar, de manera interina, a Ramón García-Castellanos, que ya estuvo en ese lugar en el año 2023, pero no han trascendido más detalles del rumbo que tomará la gerencia de Sadeco.
Mientras tanto, desde la oposición se ha criticado duramente al gobierno municipal del Partido Popular la gestión que se está haciendo en la empresa de limpieza de la ciudad, más allá de incidencias sobrevenidas.
Así, desde los grupos municipales de PSOE, Hacemos Córdoba y Vox se ha apuntado a la “falta de seriedad” o a la poca limpieza de las calles de algunas zonas de la ciudad (casualmente, periféricas).
A todo esto y como un ruido de fondo, Sadeco y el resto de empresas municipales siguen con las cuentas en negativo, algunas por primera vez en su historia; algo que se puede convertir en un gran argumento contra el gobierno de la ciudad.
Tanto en el plano internacional como en el local, hay mucho por limpiar y mucho por barrer, aunque, por ahora, parece que todo se está escondiendo bajo la alfombra (y eso sin hablar de lo que se va conociendo del PSOE a escala nacional) a la espera de que algún vientecillo se lo lleve todo. Pero para eso, habrá que abrir puertas y ventanas.