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Libro del corazón

Olas de calor, tsunamis para el corazón

El corazón resiste mejor el calor que el frío, pero la exposición a altas temperaturas produce una dilatación de las arterias y se producen bajadas de tensión

Publicado: 06/07/2025 ·
15:39
· Actualizado: 08/07/2025 · 12:32
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  • Ola de calor.
Autor

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía y Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria. Ex-Jefe de Cirugía Cardiovacular del Hospital Valdecilla de Santander

Libro del corazón

Descubriendo el interior del corazón humano, órgano maravilloso, fuente de vida e investigación de calidad

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Los periodos de altas temperaturas van azotando, con mayor asiduidad, a muchos millones de personas vulnerables -ancianos, bebés y niños pequeños, enfermos, trabajadores al aire libre, embarazadas y deportistas- que sufren con dureza las olas de calor y sus consecuencias sobre la salud.

Los meteorólogos nos avisan que las olas de calor afectan a la población mundial, en meses inusuales y en países donde raramente ocurrían, aumentando su frecuencia, intensidad y duración, siendo previsible que este año supere al anterior, el más caluroso registrado. Diversos países se vieron afectados por olas de calor, como China, donde una de ellas ha durado 70 días, mientras en India y Pakistán se sucedieron episodios de altas temperaturas nunca antes sufridas. Más de 47.000 personas murieron en Europa como consecuencia de las altas temperaturas en 2023, el año más cálido registrado a nivel mundial y el segundo más cálido en Europa. El pasado junio de 2025, 380 personas han fallecido en España a causa del calor ambiental, 102 de ellas durante la reciente ola de calor, según los datos proporcionados por el Plan Calor del MoMo, Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria del Instituto de Salud Carlos III.

Los efectos nocivos de la exposición prolongada a altas temperaturas varían según las características de la población afectada, el estilo de vida y los diversos factores relacionados con el grado de adaptación de la fisiológica humana. Por ello, es necesario disponer de mayor información médica para entender mejor la asociación entre las frecuentes olas de calor y su impacto sobre el corazón y el sistema vascular, con respuestas diferentes según los entornos y zonas climáticas.

Olas de calor

Según la Organización Meteorológica Mundial-WMO (del inglés, World Meteorological Organization), la ola de calor se define como un período de clima anormalmente caluroso que puede durar desde unos días hasta meses, en el que las temperaturas máximas y mínimas son inusualmente elevadas para un lugar determinado. La temperatura mínima es tan importante como la máxima, ya que las noches más frescas permiten que el cuerpo se recupere, pero, cuando son calurosas las temperaturas más altas se alcanzan más temprano durante el día y, por tanto, durarán más tiempo. Se distinguen la ola de calor seca en áreas con variabilidad climática estacional, de la ola de calor húmeda cuando el calor excesivo se asocia a una elevada humedad, en la que son frecuentes las noches nubladas, que impiden el necesario enfriamiento nocturno. En las ciudades suelen ser entre 5°C y 10°C más cálidas que en las zonas rurales, incrementando sus consecuencias nocivas, efecto que se conoce como isla de calor urbana.

Las olas de calor constituyen uno de los riesgos climáticos naturales más peligrosos, ya que pueden plantear graves problemas sanitarios, sociales, medioambientales y económicos. Diversos factores interactúan durante estos periodos de calor excesivo, como los incendios forestales, contaminación del aire y agua, sequías, pérdidas agrícolas, inundaciones inesperadas o escasez de energía eléctrica.

Cuando el calor ambiental supera la capacidad del cuerpo para perder calor, acaba provocando alteraciones en el organismo humano que pueden desencadenar el denominado “golpe de calor”, un fracaso del sistema de termorregulación, causando que la temperatura corporal suba por encima de los 40 °C. Esta situación suele ocurrir durante los primeros dos días de la ola de calor, cuando la temperatura ambiental supera los 40 °C, con una humedad superior al 60 por ciento. Se presenta en la forma activa, en los jóvenes que realizan deportes en días de mucho calor, o bien en la forma pasiva, propia de los niños pequeños y los ancianos expuestos a temperaturas elevadas, ya que no disponen de los mecanismos normales de termorregulación por su edad. En personas de edad avanzada suele verse afectado el centro cerebral regulador de la sed, por lo que no sienten necesidad de beber líquidos y se deshidratan con facilidad.

Tsunami para el corazón

La exposición a las temperaturas ambientes elevadas constituye un factor de riesgo cardiovascular importante, subestimado por la población general. El corazón resiste mejor el calor que el frío, pero la exposición a altas temperaturas produce una dilatación de las arterias -vasodilatación- que origina una bajada de la tensión -hipotensión- y pérdida de líquidos y electrolitos por el sudor -deshidratación-, con serias consecuencias a corto plazo en los niños menores de 5 años y ancianos, en quienes la ola de calor pronto se transforma en un tsunami mortal.

El normal funcionamiento del organismo humano requiere de un rango de temperatura corporal que oscilen entre 35°C y 37°C, ya que por encima de estas cifras comienza a alterarse el metabolismo y el sistema de defensa. No debemos confundir la fiebre -respuesta adaptativa del cuerpo ante una infección o inflamación-, de la hipertermia -temperatura corporal elevada por exposición prolongada al calor-. La hipertermia es consecuencia de una acumulación de calor excesiva en el cuerpo, debida a un desajuste entre el ritmo de almacenamiento de calor corporal y su disipación desde la superficie de la piel. Por encima de 41°C comienza el daño celular y de las proteínas vitales, causando el estrés celular, que se traduce clínicamente mediante la confusión mental, delirios, convulsiones, somnolencia, arritmias cardiacas o infarto de miocardio. En los bebés y niños pequeños el sistema inmunitario no está totalmente desarrollado por lo que la hipertermia aparece tras poco tiempo de exposición, mientras que los ancianos, con escasas defensas inmunológicas y la deshidratación inadvertida favorece la aparición de la hipertermia precoz.

La vasodilatación cutánea aumenta el flujo de sangre caliente hacia la amplia superficie de la piel, exteriorizando el calor acumulado en el interior del cuerpo, lo que favorece la pérdida de calor por convección y radiación. El aumento de la sudoración favorece la evaporación, lo que hace disminuir la temperatura corporal. Cuando esta situación anómala se prolonga en el tiempo, este aumento de la sudoración y el mayor flujo sanguíneo de la piel por la vasodilatación provocan una pérdida excesiva de líquidos corporales que llevan a la deshidratación, aumentando el riesgo de ictus -accidente cerebrovascular-.

Por otra parte, la disminución del volumen plasmático y consiguiente incremento de la concentración de glóbulos rojos -hematíes- y otras células de la sangre, acrecientan su viscosidad que podría favorecer la aparición de tromboembolismos. La vasodilatación de los vasos periféricos disminuye la presión arterial, reduciendo el flujo sanguíneo de las arterias coronarias, lo que conlleva un elevado riesgo de arritmias e incluso de parada cardíaca. El calor excesivo produce taquicardia e incremento del trabajo del corazón, exigiendo un mayor consumo de oxígeno del miocardio, lo que induce la aparición de arritmias ventriculares graves e infarto de miocardio.

Las temperaturas elevadas persistentes aumentan la permeabilidad de la membrana de las células cardiacas -cardiomiocitos- a los iones que controlan la contracción y el rimo del corazón (sodio, potasio y calcio), acelerando el proceso de autoexcitación. La fuerza contráctil del corazón incrementa transitoriamente ante un aumento moderado de la temperatura, como ocurre durante el ejercicio físico; sin embargo, la elevación prolongada de la temperatura llega a afectar el metabolismo provocando una debilidad del corazón y aparición de arritmias.

La prestigiosa revista médica The Lancet ha publicado un metaanálisis, englobando 266 estudios procedentes de varios países, sobre el impacto de las olas de calor en el corazón, demostrando una estrecha relación con la enfermedad cardiovascular (ECV), en particular aumenta la incidencia de la enfermedad coronaria (2,8 por ciento), arritmias cardiacas (1,6 por ciento), parada cardiaca (2,1 por ciento) e ictus cerebrovascular (3,8 por ciento). Este interesante análisis puso de manifiesto que por cada aumento de 1°C en la temperatura por encima de la habitual, incrementa un 2,1 por ciento la mortalidad cardiovascular durante las olas de calor.

https://doi.org/10.1016/S2542-5196(22)00117-6

Se detectó que las olas de calor producen en los ancianos un incremento de la mortalidad cardiovascular del 15 por ciento. Durante la exposición al calor, estas personas más frágiles responden con una reducción del flujo sanguíneo de la piel, los riñones y el bazo, además de disminuir la sudoración. Suele tratarse de personas con problemas médicos asociados -hipertensión, diabetes, dislipemias o enfermedad coronaria-, estando medicados con varios fármacos y, consecuentemente, más expuestos a las afecciones cardiacas durante las olas de calor.

https://doi.org/10.1016/j.envres.2019.108610

Golpe de calor

El denominado golpe de calor es una situación clínica aguda y grave desencadenada por la exposición prolongada a temperaturas ambientales muy altas, que hace fracasar el sistema de termorregulación, subiendo la temperatura corporal a 40,5°C. Se trata de una urgencia médica que se manifiesta por una sensación de debilidad generalizada, dolor de cabeza, vómitos, calambres, mareos, convulsiones, e incluso pérdida de conciencia. La persona afectada presenta taquicardia, respiración muy acelerada, enrojecimiento y sequedad de la piel.

Suelen verse afectados los jóvenes que realizan ejercicios físicos en días de altas temperaturas y humedad excesiva, así como en las personas vulnerables, particularmente en ancianos y niños pequeños, con escasas defensas de los sistemas de autorregulación corporal. Es importante destacar que las personas con factores de riesgo cardiovasculares (diabetes, sobrepeso y obesidad) y enfermedades cardiacas (infarto de miocardio, miocardiopatías) tienen mal pronóstico, si padecen un golpe de calor.

Según el Ministerio de Sanidad, las recomendaciones médicas para combatir los periodos de altas temperaturas y prevenir un golpe de calor son las siguientes:

  • Mantenerse bien hidratado, bebiendo agua y líquidos con frecuencia. Deben evitarse las bebidas alcohólicas, café, té o bebidas azucaradas.
  • Permanecer en lugares frescos o a la sombra.
  • En casa, bajar las persianas y cerrar ventanas para evitar el sol, especialmente en las horas de mayor temperatura.
  • Comidas ligeras: como ensaladas, frutas, verduras o zumos.
  • No hacer ejercicio físico al aire libre en las horas de mayor temperatura, generalmente desde las 12 del mediodía hasta las 5 de la tarde.
  • En la calle, utilizar ropa ligera y de colores claros que atrae menos el sol, calzado fresco que permita la transpiración y cubrir la cabeza con sombrero.

Los principales desafíos sanitarios para combatir las progresivas olas de calor, como los bajos ingresos, el aislamiento social de los ancianos, la inmovilidad física, la inseguridad alimentaria y hídrica, las deficientes infraestructuras -falta de persianas, ventiladores, aparatos de aire acondicionado, escasez de zonas verdes urbanas-, el trabajo al aire libre, etc., constituyen los factores que deben tenerse en cuenta para la prevención de las consecuencias letales de estos frecuentes periodos de altas temperaturas ambientales y asegurar la salud de la población, en particular de las personas más vulnerables.

La salud es la justa medida entre el calor y el frío”. Aristóteles (383 a.C. – 322 a.C.), filósofo griego.

José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía y Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria

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