Cosas, situaciones, sensaciones, sueños y palabras que hacen de lo más cotidiano un momento mágico. Entre pérdidas y ganancias, entusiasmos y abandonos, felicidades y desgracias. Nuestra vida en comunidad, nos hace responsable ante los demás de nuestros actos, y no está mal tener siempre preparada nuestra varita mágica para hacerles la vida agradable.
No es bueno ni deseable, que nos empeñemos en estar irritados gran parte del día, sin descubrir la magia que podemos encontrar en cada momento, por simple que nos parezca. Decía Cicerón que “la verdad se corrompe, con la mentira o con el silencio “
Secretos, despistes y confusiones, no son el mejor caldo de cultivo para encontrar la magia, ni el caos la mejor atmosfera para construirla, ni las imposiciones el método más indicado para encontrarla. Tampoco disfrutaremos de ella, si solo encontramos piedras en el camino que solo nos producen preocupaciones y amargores.
Hemos de ser buscadores de lo positivo que nos rodea y de los valores que podemos encontrar en los demás. Resulta casi imposible desde el juego sucio, el esperpento conseguir un diálogo con nosotros mismos, porque ese monologo es como la historia interminable que nos lleva a un futuro que más bien parece pasado y termina convirtiéndose en un círculo vicioso. Estas son las car tas de presentación de quienes jamás hablan claro, porque actúan en el fango y en la oscuridad .
Lejos de la magia, resulta gratuito criticar e instalarse en que todo lo que todo lo que hacen los otros está mal y decir cómo y que cosas deberían decidir, sin reparar que la casa propia está sin barrer . Incluso hacer de profeta sobre cómo deberían actuar los otros, sin ser capaces de resolver los propios problemas.
En sus actos es muy difícil que se produzca la magia de la confianza, porque las preocupaciones de la gente y sus problemas” no son su guerra”, y suelen juzgar con ligereza a propios y extraños, y no mirarse al espejo para descubrir quienes son los verdaderos protagonistas de los conflictos y los desastres, además de en el colmo de la osadía, se consideran por encima del bien y del mal, y les niegan el pan y la sal a todo bicho viviente.
Destruimos la magia cuando se abre un abismo de desconexión, entre nosotros y los demás. Se equivocan quienes son presos de todo lo que les indican sus amos, y convierten sus actuaciones y decisiones en un pobre espectáculo banal y deformante, de lo que debiera ser un debate permanente de los ciudadanos con ellos mismos y sus representantes con vocación de pedagogía pública.
Los doctores de la arrogancia deberían aprender a evaluar las cosas no por el precio que marcan sus etiquetas sino por lo que significan y que no todo es pragmatismo y eficacia, a base de presión, engaño, mentira, intriga, soborno, amenazas y violencia.
Hablar por hablar es fácil y gratuito, pero hacerlo desde el rigor diagnosticando adecuadamente las situaciones y analizando cuales podrían ser las situaciones y analizando cuales podrían ser las soluciones es más complicado, porque exige por parte de quienes nos gobiernan un equilibrio entre la ideología y la realidad, entre el radicalismo y la moderación, entre los me dios y los fines, pero sobre todo un ejercicio de honradez y comunicación abierta con la gente.
No se olviden quienes ejercen su papel desde las alturas y los humos del endiosamiento, que la vida es una larga lección de humildad, pero que esta tiene que basarse en la confianza en los demás, y surgirá la magia de las cosas bien hechas.
