El desafío diario

Publicado: 05/02/2013
Hacía oídos sordos a los comentarios poco afortunados y no reparaba en las dotes altivas de los personajillos insustanciales que necesitan mucho vestuario, grandes decorados y todo tipo de artificios externos
Cada día está lleno de sorpresas, suspiros, sortilegios y supersticiones. Gelasio era un apasionado y un romántico de las cosas normales. En cada espacio y en cada tiempo esperaba cumplir su sueño. Aunque pudiera pasar por ser un ejercicio divertido, su extravagancia no le alejaba de encontrar soluciones a los problemas cotidianos y los otros tampoco se le escapaban por su  capacidad para ver más allá de lo que la vista le alcanzaba.

Con los años, algunas de  sus ilusiones se habían roto, se había dejado jirones de piel en su experiencia, pero quería seguir intentándolo.No estaba seguro de casi nada. Sin embargo no le parecían extraños los obstáculos que le colocaban sus adversarios y enemigos. Había muchas razones para creer, pero también demasiadas para ser un escéptico. A pesar de las prisas y las urgencias, aquello de dar un giro a su vida  no le parecía  una mala idea.

Creía tener una buena racha y había decidido, a pesar de los tiempos de crisis que corrían, del paro, la crispación y la corrupción reinantes,  cambiar de aires, de ciudad y de actividad profesional. Se movía entre los recuerdos que parecían querer anclarle a los lugares de siempre, y la esperanza de ser capaz de romper con todo y descubrir nuevos horizontes.

Gelasio que tenía nombre de caramelo, no estaba dispuesto a cerrar los ojos  y los oídos a los problemas que estaba padeciendo ni a ser victima de lo absurdo o de lo obvio. Era consciente del malestar de lo evidente y de los pasos necesarios para corregirlo. Su serenidad le distinguía, y aunque no tenía varitas mágicas ni prometía milagros, sabía como salir de aquel embrollo.

Era una persona sensata y sabia. En cada situación intentaba superar las trampas que le asaltaban en  sus andares por los distintos caminos, y procuraba  colocarse objetivos alcanzables para no frustrarse. Hacía oídos sordos a los comentarios poco afortunados y  no reparaba en las dotes altivas de los personajillos insustanciales que necesitan mucho vestuario, grandes decorados y todo tipo de artificios externos, porque están vacíos por dentro y no tienen nada que decir.

De cada acontecimiento de su vida había hecho una oportunidad de aprendizaje. Aquella tarde la charla con su amigo Pinicio le había reconfortado y le hacía recuperar la esperanza en el futuro. Muchos habían sido los temas tratados pero quizás más las emociones compartidas. En sus análisis, lejos de interrupciones y contratiempos, la curiosidad continuaba siendo la nota predominante de sus vidas.

Algo diferente había ocurrido en aquel encuentro. Necesitaba los guiños de complicidad de Pinicio, pero éste con la cruel sinceridad de siempre, del amigo leal,  le había colocado los pies en la tierra, lejos de fantasías imposibles y como siempre había logrado convencerle que tal vez su gran oportunidad estaba allí entre los  suyos, con su gente.

Es posible que casi nadie le garantizara el éxito, que no consiguiera el más mínimo triunfo o  que fueran a recompensar sus esfuerzos, pero merecía la pena. Una vez más en la ebullición de sus dudas, habían ganado los sentires, se habían impuesto los sentimientos.                      

Quizás entre  tanta inquietud por sobrevivir, apegado a la seguridad de las cosas banales, estaba en la tela de araña de la rutina, lamentándose y quejándose de lo que tenía sin pensar en las posibilidades de quien era. Gelasio se había propuesto salir de la monotonía para conseguir sus objetivos de hacer de cada día un reto, una aventura distinta y si era posible una fiesta. No estaba dispuesto a dejarse llevar  por la inercia, y necesitaba  abrir puertas y ventanas para descubrir nuevas visiones en su desafío diario.
                    

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